12 de octubre de 2025 - 19:20

Convivencia entre perros y gatos: cómo lograrla sin conflictos y desde el primer día

Unir perros y gatos bajo el mismo techo no es imposible, pero requiere tiempo, atención y un entorno adaptado a las necesidades de ambos animales.

Nai Osepyan, experta en comportamiento felino, explicó en Data Animal por qué la convivencia entre perros y gatos demanda paciencia y seguimiento. Remarcó la importancia de no forzar el vínculo, entender sus diferencias y crear un ambiente controlado, evitando creencias erróneas sobre jerarquías o supuestas compatibilidades automáticas.

La idea de que perros y gatos no pueden convivir en paz forma parte de un mito que, según la especialista Nai Osepyan, es hora de desmontar. Durante su participación en el ciclo Data Animal, conducido por Melina Brizuela, explicó que si bien es posible lograr una buena relación entre ambas mascotas, el proceso demanda paciencia, compromiso y un entorno cuidadosamente preparado.

Uno de los errores más comunes, señaló, es asumir que ambos animales comparten las mismas necesidades por ser domésticos. “No es así: se comunican distinto, se comportan distinto y requieren cosas diferentes”, afirmó. Osepyan subrayó que dejar que “se arreglen solos” no solo no funciona, sino que puede provocar estrés, especialmente en los gatos.

Perros y Gatos
Supervisar las primeras interacciones entre perros y gatos previene accidentes y facilita el proceso de integración

Supervisar las primeras interacciones entre perros y gatos previene accidentes y facilita el proceso de integración

El éxito de la convivencia dependerá de múltiples factores: la personalidad de cada animal, el contexto del hogar y, sobre todo, la intervención humana. “Es como cuando dos hermanos se llevan bien: no es casual, hubo un adulto que medió”, comparó. Las primeras interacciones deben ser progresivas, siempre supervisadas, y nunca forzadas.

En cuanto a los gatos, es esencial reconocer las señales de incomodidad: cambios en la higiene, búsqueda de altura constante, o pérdida de interés por sus lugares habituales. Todos estos indicios pueden reflejar un alto nivel de estrés. “El gato no negocia sus necesidades básicas”, advirtió Osepyan, por lo que ofrecerle seguridad es el primer paso.

Educar al perro, proteger al gato

El refuerzo positivo puede aplicarse, especialmente con el perro, que suele ser más receptivo al aprendizaje. Sin embargo, nunca debe usarse para presionar al gato. La clave está en generar encuentros breves, controlados, y permitir que ambos animales se observen a la distancia.

La experta también cuestionó la idea de que alguno “manda” en la casa: “No hay jerarquía entre especies. Lo que se busca es tolerancia y bienestar”.

Finalmente, recomendó tres acciones concretas antes de buscar ayuda profesional: trabajar primero con el perro, garantizar un espacio seguro para el gato y supervisar toda interacción. “Es nuestra responsabilidad mediar entre dos especies que hablan idiomas distintos”, concluyó.

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