Si Milei quiere triunfar en octubre, tiene poco tiempo para mejorar su imagen y retomar el liderazgo. Tendrá que engendrar esperanzas y volver a la empatía inicial.
Ahora, cuando parece enfrentar la crisis con éxito recibiendo el respaldo gigante de EEUU (meritoriamente), se equivoca si piensa que la sola tranquilidad cambiaria le proveerá éxito electoral. Tiene que dulcificar su imagen, no únicamente la economía. Porque su déficit no es económico, sino de adhesiones emocionales. Los aliados se cansaron de ser leales a quien los maltrata. Allí perdió su última empatía. Si Milei no reconstruye aquel nexo emotivo con los argentinos, pierde la elección de octubre.
Si Milei quiere triunfar en octubre, tiene poco tiempo para mejorar su imagen y retomar el liderazgo. Tendrá que engendrar esperanzas y volver a la empatía inicial.
Si se enfoca solo en la economía, se equivoca. Sería un error . Debe retomar su relación emotiva con el electorado. Y aunque el desaliento no deja de tener que ver con el tropiezo financiero del país, el problema es político. Este tropiezo es la consecuencia de hechos y conductas políticas, no económicas.
La crisis política trajo malas consecuencias económicas. Sus maniobras últimas actúan sobre los síntomas, no sobre el origen.
Las semillas de su imagen disminuida fueron sus conductas erróneas en la conexión con los electores. Estos se fueron desencantando con el gobierno desde hace medio año; desde que compartió el poder con Karina, que protagonizó la campaña. Allí violó la ley básica de que el poder no se comparte (exagerando, al no asociar a Macri).
Porque Milei abandonó aquella genuina actuación del distinto - paradojal - pero auténtico redentor que, con buen diagnóstico y mejor feeling, representaba una esperanza de cambio. Que cambiaría la economía, pero también la corrupción y las formalidades hipócritas de una casta desinteresada de la vida de los argentinos.
Todo este año Milei dejó de representar, en su actuación diaria, aquel natural y automático (incluso ingenuo) personaje que, espontáneamente hablaba con sus perros, se ponía de novio, cantaba con su novia, discutía sexo tántrico, se tentaba con la espiritualidad judaica y se preocupaba de nuestras vidas.
Desde que obtuvo claros números de baja de la inflación, se concentró en eso; es su lucha primordial. Pero no debió descuidar su imagen emotiva y sencilla que lo hacía un hombre común como nosotros. Protocolizó el papel de presidente y abandonó el del loco que quizá fuera un genio.
La "resistencia" opositora (radicales socialdemócratas, kirchneristas, peronistas varios) practicó una sola estrategia, atacar la impiedad economicista del gobierno. No le importó socavar el equilibrio fiscal, pero siempre se topó con el apoyo directo de "la gente" a un líder que hizo una épica del equilibrio fiscal. Aunque ese enfoque económico no disimulaba las penurias venidas de antaño y mantenidas por el ajuste.
Mientras persistía el asedio de la oposición, Milei se sobreactuó en su ferocidad injuriosa, repartiendo improperios hasta a sus aliados.
Ahora, cuando parece enfrentar la crisis con éxito, bajando transitoriamente retenciones para juntar dólares y recibiendo el respaldo gigante de EEUU (meritoriamente), también se equivoca si piensa que la sola tranquilidad cambiaria le proveerá éxito electoral.
Tiene que dulcificar su imagen, no únicamente la economía. Porque su déficit no es económico, sino de adhesiones emocionales. Los aliados se cansaron de ser leales a quien los maltrata. Allí perdió su última empatía.
Casi toda la pérdida de adhesión se explica por los niveles de abstención de los desencantados. Si votaban todos los electores, hubiera empatado.
Su dilema es cómo ser el exaltado de siempre (para cosechar adhesiones de los radicalizados tuiteros) y, también, serenamente afectivo con los opositores colaborativos. Necesita su adhesión. Si no la recupera ...
La ayuda norteamericana sólo será económica. Políticamente es un salvavidas con plomo. Que despertará el espíritu anti-yanqui siempre latente.
¿Habrá tiempo para que Milei muestre que puede hacer un mimo a los discapacitados, a los estudiantes y a los jubilados? Difícil.
Los opositores aprovechan esa dificultad. Y hasta celebran el espejismo de un próximo default.
Si Milei no reconstruye aquel nexo emotivo con los argentinos, pierde la elección de octubre y pausa su eventual reelección.
* El autor es abogado.