23 de octubre de 2025 - 00:10

Paren el mundo que me quiero bajar

En este mundo donde todos muestran todo, lo que desaparece es el acto de pensar. Borges advirtió, con lucidez premonitoria, que un día no podríamos escribir la historia por exceso de datos o de imágenes. Y aquí estamos: atrapados en un archivo infinito donde ya no hay lugar para el archivo.

La inactividad como resistencia elegante

Byung-Chul Han, en Vida contemplativa. Elogio de la inactividad (Herder, 2023), no propone una huelga ni un manifiesto zen; lo que señala es que el problema no es la falta de productividad, sino la imposibilidad de detenernos.

Vivimos en la era del rendimiento perpetuo, donde el descanso parece sospechoso y la lentitud se interpreta como un error del sistema. Sin embargo, Han recuerda que sin silencio no hay pensamiento, sin pausa no hay mirada, y sin mirada no hay cultura. La inactividad —dice— es el espacio previo a la acción con sentido.

Oda al multitasking

La hiperactividad contemporánea es un modo de ansiedad administrada. Saltamos de una notificación a otra y de una reunión a una “story”, con la sensación de estar en todas partes mientras no estamos en ninguna. En este mundo donde todos muestran todo —desde influencers motivacionales hasta funcionarios que transforman cada gestión en una selfie—, lo que desaparece es el acto de pensar. Borges advirtió, con lucidez premonitoria, que un día no podríamos escribir la historia por exceso de datos o de imágenes. Y aquí estamos: atrapados en un archivo infinito donde ya no hay lugar para el archivo.

El tiempo, un lujo

Pensar requiere tiempo, y el tiempo se ha vuelto un bien suntuario. Hoy lo urgente devora lo importante, y el futuro se gestiona como si fuera siempre un deadline. Recuperar la vida contemplativa no es volver al ocio improductivo, es devolverle al pensamiento un tiempo de maduración. En ese gesto hay una forma de resistencia silenciosa, una manera de volver a mirar el mundo sin la obligación de producirlo.

Ciudades que respiran

En 1999, un grupo de alcaldes italianos fundaron el movimiento Cittaslow, o “ciudades lentas”, como respuesta a la uniformidad global. Inspirados por el periodista y ensayista Carl Honoré —autor de Elogio de la lentitud ( Ed RBA 2004) —, propusieron un modelo urbano que prioriza el patrimonio, el ambiente y el encuentro humano. Son ciudades que respiran: menos ruido, menos tráfico, más plazas donde conversar y más tiempo para que la cultura suceda. Frente al vértigo de la velocidad, proponen la coreografía de la pausa. No es nostalgia: es planificación del bienestar.

Cultura, creatividad y futuro

Si hay un terreno donde la contemplación se vuelve urgente, es el de la cultura. No se puede crear sin demorarse, sin dejar que la idea repose. El pensamiento estratégico, el diseño de un proyecto, la imaginación de un futuro colectivo, todo exige ese reposo inteligente que Han reivindica. Las ciudades que apuestan por la cultura —museos vivos, salas de cine, galerías abiertas, calles habitadas por la conversación…— son las que entienden que el desarrollo no solo se mide en PIB, sino en tiempo disponible para imaginar juntos.

El ruido como modo de vida

Nuestra época se parece a una ciudad donde las sirenas nunca se apagan. Todo suena, todo vibra, todo notifica. Nos hemos convertido en consumidores del presente inmediato, incapaces de distinguir entre lo que importa y lo que solo brilla. La contemplación no se opone al movimiento: lo ordena. Sin pausa, no hay ritmo. Y sin ritmo, no hay sentido. La cultura necesita esa respiración lenta para no volverse solo un espectáculo de velocidad.

Volver a mirar

Tal vez el elogio de la inactividad no sea una invitación más a la presencia que al retiro. Detenerse para mirar un cuadro, escuchar una conversación o simplemente dejar que el día haga lo suyo, puede ser hoy un acto político. En un mundo saturado de imágenes, elegir una sola mirada puede ser más revolucionario que reproducir mil.

Detenerse, tomar distancia y recuperar la perspectiva: esa es la manera de ordenar el ruido, reencontrar la claridad y proyectar. Y quizá —como escribía Abonizio en El Tempano que Baglietto + Garré volvieron himno, y que seguimos cantando todos— : “la lucha es de igual a igual contra uno mismo, y eso es ganarla.

Detenerse también es una forma de seguir adelante. Y aunque el mundo siga girando a toda velocidad, todavía hay quienes queremos bajarnos un rato… para pensar cómo hacerlo mejor cuando nos volvamos a subir.

* El autor es presidente de FILMANDES.

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