La metaformosis de “Bibi”

Netanyahu es un distinguido personaje entre las figuras que jefaturaron coaliciones gubernamentales desde el arranque de nuestro país.

Benjamín Netanyahu. Gentileza: El País
Benjamín Netanyahu. Gentileza: El País

No cabe duda. Un giro radical hoy se conoce en la vida y en las prioridades de Benjamín Netanyahu: el apoyo a grupos extremistas que ponen en peligro la estabilidad y la democracia de Israel.

Conducta que forma parte de una inquieta vida que ha encendido la atención de múltiples biógrafos incluyendo a quien escribe.

No pocos retratos coinciden: es un personaje que ha conocido múltiples y desiguales experiencias tanto en su vida personal como en la pública.

Formado intelectualmente en escuelas y en una celebrada universidad norteamericanas, con cinco años de experiencia militar en Israel, amigo cercano de políticos e inversionistas norteamericanos (el padre de Trump fue uno de ellos) tres matrimonios y amplia experiencia como diplomático y político- entre otros rasgos – Netanyahu es un distinguido personaje entre las figuras que jefaturaron coaliciones gubernamentales desde el arranque de nuestro país.

Y a esta circunstancia señalo otra en su personal perfil: la vigorosa influencia de su esposa Sara – diez años menor que él – y de su hijo Yair en la consideración de asuntos y dilemas que han abrumado hasta aquí el desenvolvimiento de Israel. Influencia que, según algunos biógrafos y observadores, no conoce paralelo en los líderes que concertaron desde su nacimiento los rumbos del país.

En efecto, a partir de su temprana inserción en el partido Likud, Bibi reveló conspicuas cualidades como un líder capaz de dirigir y modelar al país en estos tiempos en los que el panorama militar cuenta con recursos no convencionales y el económico es modelado por la globalización y la inteligencia artificial. Circunstancias que afectan considerablemente el liderazgo de un país y su inserción en la órbita mundial.

Juzgo que Israel bajo el liderazgo de Bibi acertó a orquestar entendimientos con países vecinos – Egipto, Jordania y algunos en la Península árabe – sin lesionar las relaciones con las potencias que hoy informan el mundo contemporáneo más allá de la rivalidad que les abruma.

Y en sus decisiones reveló tendencias francamente liberales en materia económica y social. En particular, respecto a la creciente minoría religiosa que, de un lado, enriquece el perfil judío del país y, por otro, apenas aporta a su defensa y crecimiento. Actitud que no le vedó convenir entendimientos con este sector cuando formó y dirigió coaliciones gubernamentales.

Acertada trayectoria personal y política que hoy conoce- lamentablemente- giros radicales.

En los últimos meses, y después de cinco jornadas electorales, Netanyahu enhebró una coalición con celosos representantes de la derecha radical y religiosa del país que auspician y legitiman la definitiva apropiación de territorios – Jerusalén oriental, Judea y Samaria – conquistados en la Guerra de los Seis Días (1966). Tendencia que en estos días acentúa espinosas tensiones tanto en la sociedad israelí como en sus nexos con el extranjero incluyendo países vecinos y, en particular, a Estados Unidos y Europa occidental.

A esta circunstancia se suma una inquietante inclinación a alterar el orden jurídico del país que desde su nacimiento propició una estricta separación de poderes con el fin de asegurar la convivencia democrática.

Lamentablemente, subvertir este régimen es el explícito propósito de la actual coalición gubernamental influida por líderes nacional-religiosos que pretenden tanto la ampliación territorial del país como el control del orden político. Tendencias que conocen hoy amplias expresiones de protesta que han merecido la atención internacional. Y son circunstancias que obligan a preguntar cómo se explica el apoyo que Netanyahu ofrece hoy a estas torcidas inclinaciones que, si cristalizan, cambiarán sustancialmente la fisonomía política y cultural del país, incluyendo los nexos con las diásporas.

La respuesta - a mi ver- es la inclinación personal y familiar de Netanyahu enfilada a reducir sustancialmente – hasta desmantelar- el juicio que hoy conoce en los tribunales por presuntos delitos políticos y financieros que habría cometido en el curso de sus actividades como líder del país.

Actitud lamentable que no sólo deteriora su trayecto biográfico y político. También afecta las relaciones entre sectores seculares y religiosos, debilita el sistema democrático y multiplica la probabilidad de un conflicto armado tanto en el interior del país como en los espacios del Medio Oriente.

Lúcida respuesta a estas oscuras perspectivas da hoy amplias multitudes que se suman semanalmente en diversas partes del país – en especial en y hacia Jerusalén – con el acertado propósito de frenar tendencias que conducirían- si cristalizan- a sombríos escenarios.

Uno de ellos es el estallido de una tercera Intifada. Y el más importante a mi ver: el franco debilitamiento de la democracia israelí. Dos hechos que quebrarán no sólo el devenir del país. También la biografía de Netanyahu.

*El autor es analista político y es un prospectivista argentino residente en Jerusalén, experto en temas de Medio Oriente.

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