La industria textil argentina atraviesa uno de sus momentos más duros. A la histórica presión impositiva que carga sobre los productos de confección nacionales, se le sumó un combo letal que incluye la apertura de importaciones, el puerta a puerta sin impuestos para compras online de prendas extranjeras y una fuerte caída del consumo interno. El resultado: talleres cerrados, empleo destruido y locales vacíos incluso en los principales centros comerciales del país.
La postal de locales con carteles de liquidación permanente o directamente con las persianas bajas ya no sorprende a nadie. El derrumbe del consumo, agravado por el atraso cambiario, dejó a muchas marcas sin margen para sostener sus estructuras. Ni los descuentos agresivos al inicio de temporada ni las promociones lograron revertir un comportamiento de compra cada vez más retraído. La ropa argentina no logra competir en precios con productos importados que, en muchos casos, entran al país sin tributar impuestos y bajo condiciones comerciales desiguales.
Oficios que desaparecen
Según la Cámara Argentina de la Moda, la carga impositiva sobre la ropa nacional supera ampliamente a la de otros países. En muchos casos, una prenda fabricada en Argentina puede cruzar la frontera y venderse en Chile a un precio más bajo que en el país de origen, incluso sumando los costos logísticos de exportación.
El avance de las importaciones y la caída del consumo también están golpeando a los oficios históricos que construyeron la identidad de la moda argentina. Modelistas, talleristas, modistas y diseñadores ven peligrar su continuidad laboral ante un mercado que no logra absorber sus capacidades. Talleres que durante años formaron a generaciones de trabajadores hoy están vacíos o en proceso de cierre. La amenaza no es solo económica; también es cultural.
En paralelo, gigantes chinos como Shein o Temu fortalecieron su presencia con estrategias de precios ultra bajos y envíos internacionales directos al consumidor final. El sistema de compras directas desde el exterior debilita toda la cadena de producción local, ya que los productos ingresan sin pagar impuestos.
Empresas que caen, empleos que se esfuman
La preocupación se extiende a toda la cadena de valor. Desde la Fundación Pro Tejer, una de las entidades que agrupa a productores textiles, estimaron que entre diciembre de 2023 y junio de 2025 cerraron 380 empresas del sector y se perdieron 11.500 empleos registrados. La mayoría de las firmas afectadas son medianas o familiares, muchas vinculadas al calzado y la confección.
Durante la jornada Pro Textil 2025, el presidente de Pro Tejer, Luciano Galfione, cuestionó la dirección de la política económica actual y criticó la falta de medidas que protejan a la producción nacional. “La industria es el motor del desarrollo”, sostuvo, y pidió reglas claras para competir de manera justa: “Competir nos hace mejores, pero debemos competir en igualdad de condiciones”.
La producción nacional de textiles y prendas de vestir se desplomó un 14,5% respecto al mismo período del año pasado. Así lo indicó el informe que presentaron la directora ejecutiva de la entidad, Priscila Makari, y la economista en jefe Lucía Knorre. A esto se sumó una utilización de la capacidad instalada en niveles históricamente bajos y una brecha creciente entre precios internos y costos en dólares.
La apertura que desarma el mercado local
El ingreso de productos importados en gran volumen y a precios bajos, en muchos casos con dumping y sin precios criterio en la aduana, desplazó la oferta local. El sector denunció también el incremento de la informalidad, ya que muchas empresas no pueden competir sin flexibilizar las condiciones laborales.
Entre enero y agosto de 2025, las importaciones textiles crecieron un 32% interanual, con un récord en volumen y precios FOB por kilo más bajos que en 2015. En simultáneo, la cantidad de nuevos importadores trepó un 38%, con más de 14.000 CUITs adicionales habilitados para operar. Esta apertura significó un costo fiscal estimado en US$ 120 millones solo en el rubro textil e indumentaria.
El impacto sobre el empleo fue directo: el sector manufacturero perdió 33.400 puestos en solo seis meses, y dentro de esa categoría, el rubro textil, indumentaria, calzado y cuero explicó 11.500 despidos, lo que representa una caída del 10% de su plantel registrado.
El contexto argentino contrasta con lo que sucede en Europa, donde ya se tomaron medidas. En Francia, por ejemplo, se aprobó una ley “anti Shein” que impone restricciones a las plataformas que venden ropa importada a muy bajo precio y sin pagar impuestos. La normativa, aprobada por unanimidad, busca proteger a los productores locales y frenar el daño ambiental y social del fast fashion.
En Argentina, la discusión recién empieza. Mientras tanto, talleres bajan la persiana, marcas reducen personal y la moda local se achica cada vez más. El puerta a puerta con productos importados sin tributar desarma una estructura que llevó décadas construir.
Hoy, el sector textil ya no discute cómo crecer, sino cómo sobrevivir.
* El autor es fashion Influencer and Designer.