Espert extraviado en la oscura selva guatemalteca

José Luis Espert fue contratado por una empresa que pertenecería a Fred Machado, justo cuando asumía Alejandro Giammattei, un derechista de perfil autoritario a cuya sombra se multiplicaron la corrupción política y el lavado de dinero narco en Guatemala.

Extraña escena a la medianoche. Con el formato de un discurso en cadena nacional, pero rasgos de mensaje emitido desde la clandestinidad, leyendo papeles sobre una mesa pelada y con una cortina que no cubría todo el fondo, José Luis Espert intentó sin éxito aclarar una densa oscuridad.

Explicó que el dinero que antes decía que había sido aportado a su partido, no a él, fue en realidad el adelanto de honorarios que le hizo una empresa minera radicada en Guatemala, por sus servicios como consultor. O sea una actividad privada. Pero más allá de la maraña de contradicciones en las que incurrió, con sólo hablar de negocios en Guatemala en aquel momento, en lugar de aclarar, oscureció.

Ocurre que, en la década pasada, con Otto Pérez Molina en la presidencia y Roxana Baldetti como vice, la corrupción creció tanto que ambos terminaron presos. Con el siguiente mandatario elegido en las urnas, Jimmy Morales, la corrupción se blindó con el nombramiento de la turbia Consuelo Porras como Fiscal General. Fue entonces cuando se multiplicaron las empresas fantasmas que lavan dinero del narcotráfico.

Espert fue contratado por una empresa fantasma de Fred Machado, justo cuando asumía Alejandro Giammattei, un derechista de perfil autoritario a cuya sombra se multiplicaron la corrupción y el lavado de dinero narco. Esos negocios parecían garantizados desde que, en 2018, asumió Consuelo Porras, quien era muy eficaz para cajonear denuncias y desviar focos de investigación, además de perseguir a los periodistas que investigaban vínculos entre el narcotráfico y el gobierno.

La Fiscal General también trató de evitar que Bernardo Arévalo investigara la corrupción de Giammattei. Después intentó impedirle que se postulara y, finalmente, trató de impedir que asuma la presidencia. El nuevo mandatario es un centrista que, siendo hijo de un prócer de la democracia guatemalteca (el ex presidente Juan José Arévalo) cobró notoriedad enfrentando la corrupción y las empresas vinculadas a los narcos.

La solitaria exposición de Espert agigantó dudas y sospechas que, necesariamente, proyectan sombra sobre Javier Milei.

El presidente echó sin razón visible al leal amigo que fue su primer jefe de Gabinete, Nicolás Posse; expulsó del partido sin motivo a Ramiro Marra, y echó de la Cancillería inmerecidamente a Diana Mondino, pero le cuesta desprenderse de personajes turbios sobre los que pesan graves sospechas.

El líder que denunció “la casta” por inservible y corrupta, prometiendo extirparla de las posiciones de poder, humillaba echando sin causa a personas honestas, defiende a gente de moral sombría que no muestra capacidad ni calidad humana.

En el entorno del líder que proclama “el que las hace las paga”, la realidad es que el que las hace NO las paga, hasta que la realidad se lo impone de manera terminante.

Si tuviera condiciones mínimas para crear un gobierno de intachables, Milei habría expulsado a Espert cuando, disertando en la Universidad Católica, dijo que Florencia Kirchner sufría problemas psicológicos porque “es hija de una gran puta”.

Si demora tanto en limpiar su entorno, no es por “lealtad”. Si fuera leal no habría expulsado a quienes expulsó sin razón evidente.

El propio Milei había contado en televisión que, en 2019, Espert le ofreció 300 mil dólares que puso sobre una mesa, para que se aparte de una carrera electoral. Describir esa escena es generar sospecha de dinero narco. Pero ni lo denunció ni rechazó después sumarlo al oficialismo.

Si le cuesta tanto desprenderse de personajes así, debería por lo menos llamar a Posse, Mondino y Marra para disculparse.

Hasta hace algunas semanas, Milei vociferaba contra “la casta”, los “ensobrados”, las “lacras corruptas”, los “endeudadores seriales” y las demás descalificaciones que usa cuando logra controlarse y no insulta con metáforas obscenas. Pero en un santiamén quedó a la vista que su gobierno y su entorno personal estarían contaminados de “casta”, “ensobrados” y “lacras corruptas”, además de tener la economía manejada por “endeudadores seriales” que repiten la vieja historia del populismo: endeudar al país.

La tormenta de revelaciones deja al descubierto las mismas miserias que Milei achacaba a los demás. Al escándalo “Libra” lo siguió el de los audios que vinculan a Karina y Lule Menem con coimas en un sector talado por la “motosierra”: la asistencia para discapacitados.

No alcanza a terminar un escándalo cuando comienza el siguiente, haciendo que Milei corra a refugiarse en la Casa Blanca.

Si en lugar de aduladores Trump se rodeara de lúcidos profesionales, le explicarían los estropicios y negligencias con que Milei se auto-saboteó hasta quedar grogui por los cachetazos recibidos en dos elecciones provinciales. Y que, por eso, debería condicionar el swap a que se deje de insultar, se rodee de personas intachables y construya consensos para garantizar la continuidad de sus reformas.

También que arme las listas de modo que lleven al Congreso inteligencia y sensatez, en lugar de corruptos, negligentes y fanáticos sin preparación ni decoro.

*El autor es politólogo y periodista.

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