En las últimas décadas, el mundo ha empezado a hablar del envejecimiento poblacional, pero casi siempre como un problema. Se mencionan cifras, pirámides demográficas invertidas, aumento de la esperanza de vida y presión sobre las jubilaciones. Sin embargo, pocas veces se ofrece una respuesta integral que conecte la realidad social de las personas mayores con la sostenibilidad económica de los sistemas previsionales.
Desde la Caja de Previsión para Profesionales de la Salud Mendoza, la Gerontoprevisión surge para llenar ese vacío y ofrecer una visión que el país, la región y el mundo necesitan comprender con urgencia. Es una disciplina nueva que integra la Gerontología Social y la Previsión Social.
No se limita a estudiar la vejez ni a calcular beneficios previsionales, busca anticipar, planificar y actuar desde el inicio del ciclo vital para que cada persona pueda llegar a un envejecimiento saludable, exitoso, activo, digno y económicamente sustentable.
Propone un cambio cultural profundo, dejar de pensar en la vejez como un destino incierto y empezar a construirla desde la infancia, la educación, la familia y el trabajo.
Su historia es reciente y se nutre de la experiencia cotidiana con personas mayores.
Detrás de cada trámite previsional hay una biografía, una red afectiva, una historia laboral fragmentada por desigualdades acumuladas.
Al mismo tiempo, la evidencia demográfica es contundente: para 2050, habrá más personas mayores que niños en muchos países, y América Latina no será la excepción. Si no diseñamos políticas anticipatorias, esas cifras dejarán de ser estadísticas para convertirse en pobreza, dependencia y soledad evitables.
Pero la Gerontoprevisión no nace desde el temor, sino desde la oportunidad. Estamos viviendo el llamado bono demográfico, un momento único en el que la población en edad de trabajar aún es numerosa. Si lo aprovechamos para educar, legislar y generar nuevas formas de protección social, podremos garantizar el futuro económico y humano de quienes hoy son jóvenes y de quienes ya transitan su vejez. La naturaleza nos ofrece esta ventana y nos exige responsabilidad para utilizarla antes que se cierre definitivamente.
Implementar la Gerontoprevisión implica animarse a innovar. Significa aceptar que el cambio genera resistencia, pero también que la inacción tiene costos mucho mayores. Implica reconocer la diversidad de trayectorias, promover la independencia, estimular la participación, favorecer el diálogo intergeneracional y valorar el enorme aporte creativo, productivo y social de las personas mayores. En este proceso, debemos combatir el viejismo (prejuicio) y el edadismo (discriminación), dos barreras culturales que impiden reconocer el verdadero valor de la longevidad.
No se trata de dar lo mismo a todos, sino de ofrecer lo que cada uno necesita para vivir plenamente.
Esta nueva disciplina invita a una tarea colectiva en la que Estado, empresas, universidades, instituciones previsionales, familias y ciudadanía piensen juntos cómo queremos envejecer.
Todavía estamos a tiempo de transformar el futuro y evitar que la longevidad se convierta en sinónimo de exclusión.
La Gerontoprevisión propone una revolución pacífica y profundamente humana que busca mejorar la vida social y asegurar un porvenir sostenible. Porque la vejez es el presente de algunos y el futuro de todas personas.
(*) El autor es médico geriatra–Máster en Gerontología Social. Presidente de Asociación Gerontológica Argentina-AGA.