Un informe de la Organización Panamericana de la Salud reveló que uno de cada cinco hombres de la región morirá antes de los 50 años, mientras que el resto tiene una esperanza de vida casi 6 años menor a las de las mujeres de América.
Esta merma está relacionada con una serie de prácticas que la sociedad impone a los hombres y que refuerzan la falta de autocuidado tanto en la salud física como en la salud mental.
Desde chicos se los educa para que sean proveedores de sus familias, se los motiva a participar en conductas de riesgos, a ser sexualmente dominantes y evitar discutir sus emociones o buscar ayuda. Esto se traduce en tasas más altas de suicidio, homicidio, adicciones y accidentes de tránsito, así como de enfermedades no transmisibles.
A raíz de esto el hombre no solo se convierte en un peligro para sí mismo sino que también lo es para quienes lo rodean. Según el informe de la OPS, desde una socialización en la masculinidad hegemónica, el hombre conformaría una tríada de riesgo.
En primer lugar hacia mujeres y niños ejerciendo violencia, abusando de sustancias psicoactivas, promoviendo embarazos forzados, llevando a cabo la paternidad ausente y falta de corresponsabilidad en el hogar.
En segundo lugar hacia otros hombres participando en accidentes, homicidios y en la transmisión del VIH/sida al negarse muchas veces a tener relaciones sexuales de manera segura.
Por último hacia sí mismo. Al acostumbrarse a descuidar su salud o pedir ayuda se exponen con mayor frecuencia a accidentes, a alcoholismo, a adicciones, a enfermedades psicosomáticas y al suicidio.
En otras palabras, la masculinidad tóxica o el "machismo" no solo atenta contra las mujeres sino contra todos los integrantes de la sociedad. A la luz de esta información queda claro que el "machismo" no es el antagonista del feminismo, como gran parte de la población ha creído durante años, sino todo los contrario. Basta con revisar las definiciones de cada uno de los conceptos para darse cuenta.
De hecho, la OPS destaca que el análisis de la salud masculina desde la perspectiva de género sería impensable sin el antecedente del feminismo y de cómo se ha aplicado para comprender los problemas de las mujeres en campos como la salud, la sexualidad, la reproducción y la violencia. De acuerdo al mismo texto es ese antecedente el que abre ahora la posibilidad de entender a los hombres desde la perspectiva de género en esos mismos campos.
Los datos obtenidos revelan que existen factores que aumentan la vulnerabilidad de los hombres americanos. Los contextos de precariedad que se reflejan en una presencia minoritaria o de menor poder ligada a una etnia, pobreza, dispersión geográfica, ruralidad o a formar parte de una minoría sexual.
Sin embargo, incluso en esta condiciones y siendo parte de un grupo vulnerable, siguen teniendo los privilegios del modelo cultural de la masculinidad hegemónica. Por lo tanto, aun estando en situación de vulnerabilidad el hombre todavía puede asumir prácticas de riesgo para sí mismo o para otras personas.
En números
Aunque en el mundo solían nacer más varones que mujeres, el número comienza a invertirse con el correr de los años. La relación es de 100 nacimientos de nenas contra 105 de nenes. Esta proporción se invierte entre los 30 y los 40 años de edad y se incrementa a partir de los 80 años, franja etaria en la que se estima 190 mujeres por cada 100 hombres.
En América la esperanza de vida al nacer (EVN) es de un promedio de 5,8 años más para las mujeres. En cuanto a la esperanza de años de vida saludable (EVISA) existe un diferencial de 4 años a favor de las mujeres.
Determinantes sociales
Etnia y raza: según la OPS en la identidad masculina indígena prevalece el mandato de ser el proveedor. Ante la necesidad de empleo y otros elementos estas personas tienden a migrar a las grandes ciudades donde se exponen a grandes desigualdades y discriminación.
También existen datos que revelan que los hombres indígenas presentan una mayor prevalencia de tuberculosis y un incremento en los casos de VIH/sida. Asimismo como problemas de salud mental asociados al consumo de alcohol, entre otras.
Trabajo: uno de los elementos primordiales de la identidad masculina es el rol de proveedor para toda sus familias, pero la creciente inestabilidad laboral en la región hace que muchas veces los hombres pongan en riesgo su salud con tal de mantener su rol.
Sexualidad: al ser criados bajo el modelo hegemónico de la masculinidad los americanos se siente incómodos al hablar de su sexualidad y no sienten la necesidad de cuestionar los estereotipos en torno a esto.
La planificación familiar y el uso de métodos anticonceptivos se centraliza en las mujeres. Debido a esto los niños son educados al margen de la responsabilidad de crianza y toda la carga cae sobre las mujeres. La única función de los padres entonces estaría ligada al rol del proveedor explicado en el puntos anteriores.
Además, el informe de la OPS afirma que en América existe una deuda en materia de políticas publicas ligadas al abordaje de las masculinidades, que el “término género se ha asumido como sinónimo de `mujeres´”.
Hacia nuevas masculinidades
De un tiempo hasta acá los hombres, sobre todos jóvenes, han comenzado a cuestionar el modelo hegemónico de la masculinidad dando origen a un nuevo movimiento que aboga por la igualdad entre hombres y mujeres en todos los aspectos de la sociedad y buscan erradicar los mandatos que han sido históricamente impuestos al género.
Se habla de nuevas masculinidades en plural porque el movimiento entiende que no solo existe una manera de “ser” hombre.
Para terminar, en el informe instan a los países a implementar una serie de recomendaciones para mejorar la calidad de vida de los hombres americanos.
Las claves
• Mejorar, sistematizar y difundir datos sobre masculinidades y salud.
• Desarrollar políticas públicas y programas de salud para prevenir y abordar los principales problemas que afectan a los hombres a lo largo de la vida.
• Eliminar las barreras que impiden que los niños y los hombres accedan a la atención.
• Desarrollar iniciativas intersectoriales que incorporen la salud en todas las políticas, particularmente en educación.
• Promover prácticas de salud positivas ya existentes en las que
los hombres participan.
• Garantizar la participación de todas las comunidades (incluidos hombres, mujeres y comunidades LGBTI+).
• Promover la creación de capacidades sobre género y masculinidades para los trabajadores del sector de la salud.
• Fortalecer los programas de prevención y promoción de la salud dirigidos a niños y jóvenes.
• Garantizar que las instituciones, salud, universidades y la sociedad civil, se centren en prevenir el impacto y los costos de las masculinidades rígidas/ tóxicas