16 de diciembre de 2017 - 00:00

Lo verde de la Navidad - Por Jorge Sosa

Si usted debajo del muérdago la sorprende a su suegra va a tener que besarla. Y no sería una Navidad halagüeña.

Al parecer la fecha real del nacimiento de Cristo fue más para marzo o abril que para diciembre. ¿Por qué entonces celebramos el 25 de diciembre?

La razón es muy sencilla. Allá por el año 300 después de Cristo se realizaba en diciembre la fiesta invernal pagana, las que según los indicios de los que acostumbran a escarbar el pasado, los romanos la tomaron de las antiguas culturas celtas. Era el momento del solsticio de invierno y las cosas tendían a renacer.

Había celebraciones fuertes que duraban varios días. Aquí se puede encontrar un ejemplo de la capacidad de adaptación de la iglesia cristiana en sus comienzos: en vez de suprimir una fiesta tan popular, decidieron adaptarla y purificarla.

Y con estas celebraciones tan antiguas perviven dos hechos que siguen siendo tradición y que no son de esta época. Uno piensa que hacer regalos es fruto de esta sociedad consumista que nos ha legado el posmodernismo. Nones, no es así. Aquella festividad pagana se celebraba con varios días de comidas especiales y el aspecto más sorprendente de ellas era la tradición de dar y recibir regalos. Esta tradición databa de siglos antes de Cristo.

Otra tradición que nos es un tanto ajena pero tiene sus raíces es la del arbolito. El arbolito de Navidad es un símbolo de la festividad que, según la tradición, debe armarse el 8 de diciembre, día de la Asunción de la Virgen María. La gente de aquella época de la cual hablábamos, decoraba sus casas con ramos verdes para demostrar que, pese al tiempo invernal, el frío no podía matar todo lo verde.

En Europa la tradición de poner un árbol de Navidad fue popularizada durante el siglo pasado por el príncipe Alberto, el marido alemán de la famosa y muy inglesa Reina Victoria. Mientras que Alberto adoptó la vieja tradición alemana de usar un pino -un pino viene bien con las tradiciones alemanas-, los romanos prefirieron poner ramos de laurel.

Lo verde ligado con la Navidad: igual que el príncipe Alberto podríamos nosotros, en nuestros lugares de origen, elegir algo que tuviese más que ver con nuestra idiosincrasia, qué se yo, un algarrobo por ejemplo, o un chañar, o un aguaribay, la envergadura del aguaribay le viene muy bien a la Fiesta.

Las hojas de muérdago que usamos como adorno también tienen un origen parecido. Como derivación de las tradiciones celtas, en Inglaterra se utilizó  como planta de buen augurio y estuvo presente en las fiestas del solsticio de invierno. El muérdago salvaba los males pasados y alejaba los futuros, por eso se lo coloca bien alto como para que pueda albergar a todos.

En esa misma línea tradicional, se desarrolló especialmente en Inglaterra el comercio de esta planta para presidir en las casas las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Por lo general se colgaba del techo. Y no sólo se consideraba que traía buena suerte, sino que además bajo los auspicios del muérdago, el joven que sorprendía a una chica bajo esta planta tenía licencia para besarla. Así que fíjese bien, a ver si usted debajo del adorno del muérdago la sorprende a su suegra. Va a tener que besarla y no sería una Navidad del todo halagüeña. No lo sería.

Lo verde ligado con la Navidad: es coherente porque es el verde el color de la esperanza.

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