Cambio climático: qué esperar de las variedades Garnacha y Syrah

Un estudio del INTA, llevado adelante durante tres años, revela respuestas diferentes en dos variedades de vid expuestas a un aumento de temperatura que se prevé se desarrollará en Mendoza.

Cambio climático: qué esperar de las variedades Garnacha y Syrah.
Cambio climático: qué esperar de las variedades Garnacha y Syrah.

El cambio climático impacta en la sostenibilidad de los sistemas tanto naturales como agrícolas. En Mendoza, algunos estudios pronostican para fines de este siglo un aumento de la temperatura media de entre 2 a 4 ºC durante los meses de octubre a marzo, en coincidencia con el período de vegetación de la vid. Este calentamiento podría afectar negativamente la composición de la uva para elaborar vinos con determinados estándares de calidad, alterar el crecimiento y aumentar el consumo de agua de las plantas. También se espera y se ha observado en estos últimos años, una menor cantidad de precipitaciones de nieve en la cordillera y, por lo tanto, una menor disponibilidad hídrica para el riego y las demás actividades humanas, así como un aumento de las lluvias estivales. Por un lado, menos agua para riego implica mayores probabilidades de un estrés severo en los viñedos. Por otro lado, mayores precipitaciones estivales favorecen el desarrollo de enfermedades, que perjudican la calidad de la uva y llevan a una mayor necesidad de aplicaciones fitosanitarias con un menor control sobre el desarrollo del cultivo. De hecho, algunas de estas tendencias, relacionadas con los cambios de temperatura y precipitaciones, ya se están observando en distintos lugares de nuestra provincia. El 70% de la superficie cultivada en Mendoza corresponde a la vid, por lo que es de extrema urgencia anticipar los efectos del clima futuro en la principal actividad agrícola-industrial de nuestra provincia.

Se estima que existen más de 5.000 variedades de vid en el mundo y que suelen responder de manera diferente a los factores ambientales. Pese a que sólo unas pocas variedades son cultivadas, contar con esta variabilidad genética es importante para evaluar y seleccionar a aquellas que mejor se adapten a las condiciones de elevada temperatura y sequía.

En este contexto, el grupo de Ecofisiología de la vid de la Estación Experimental Agropecuaria Mendoza (EEA Mza) del INTA ha estudiado durante 3 años (desde 2017 a 2019) el impacto de un aumento de temperatura en dos variedades de vid, que son conocidas por manifestar comportamientos fisiológicos contrastantes. Se trata, por un lado, del cultivar Syrah, que se caracteriza por mantener altas tasas de fotosíntesis y de transpiración frente a un déficit hídrico. Por otro, el Grenache (Garnacha) que está menos difundido en Mendoza pero es ampliamente estudiado a nivel global. El Grenache, en contraposición al Syrah, frente a un déficit hídrico, cierra los estomas (pequeños poros en las hojas que permiten la entrada de dióxido de carbono para la fotosíntesis y la salida de agua por transpiración). El cierre de los estomas reduce el consumo de agua pero genera una disminución de la fotosíntesis, pudiendo reducir el rendimiento, el crecimiento y la acumulación de reservas de la planta. Para entender cómo responderán estas variedades al cambio climático, se simularon las condiciones futuras, generando un aumento de la temperatura en un viñedo. El experimento consistió en comparar plantas cultivadas a temperatura ambiente con plantas expuestas a un calentamiento entre 1,5 y 3°C durante toda la temporada de crecimiento (desde brotación a cosecha). El calentamiento se efectuó mediante un sistema desarrollado en Australia y que ha sido previamente utilizado en Mendoza por otros grupos de trabajo. Consta de placas de policarbonato colocadas debajo de las plantas formando una cámara de sección triangular abierta en la parte superior (ver imagen). Esta cámara funciona como un pequeño “invernáculo”, el aire se calienta, asciende y aumenta la temperatura de las hojas y de los racimos de las plantas. El objetivo del trabajo entonces fue evaluar, durante tres temporadas, el efecto de un aumento entre 1,5 y 3ºC en la temperatura aplicado durante todo el ciclo vegetativo sobre la fotosíntesis, el consumo de agua y la composición de la uva de plantas de Syrah y Grenache cultivadas a campo.

Algunas variedades evitan el estrés, otras lo toleran

Los resultados obtenidos fueron consistentes durante las diferentes temporadas de estudio. Si bien se observaron los efectos negativos de un aumento de temperatura, las variedades respondieron de manera diferente entre sí. La variedad Grenache se aclimató al aumento de temperatura incrementando su fotosíntesis pero también su transpiración y por lo tanto el consumo de agua. La transpiración actúa como un proceso refrigerante que, frente a ciertos aumentos de temperatura, permite a las plantas mantener la temperatura de sus órganos en rangos adecuados para su funcionamiento. En el caso de Grenache, el aumento en la transpiración permitió evitar un calentamiento excesivo de sus hojas. Sin embargo, esto también condujo a un mayor consumo de agua durante la temporada y, en consecuencia, a una disminución en la eficiencia en el uso del agua (calculada como la relación entre la cantidad de carbono asimilado durante la fotosíntesis y la cantidad de agua transpirada). Por otro lado, la variedad Syrah presentó una mayor tolerancia al aumento de temperatura. La fotosíntesis y la transpiración en Syrah resultaron similares bajo las condiciones normales y las de calentamiento, manteniendo de esta manera la asimilación de carbono y la eficiencia en el uso del agua frente al aumento de temperatura.

La calidad de la uva se ve afectada en ambas variedades

En ambas variedades, la composición de la uva se vio afectada debido al aumento de temperatura. El contenido de azúcar, al momento de cosecha, se incrementó respecto de las uvas a temperatura ambiente, produciendo por lo tanto vinos con mayor contenido de alcohol. Paralelamente, las uvas de plantas calentadas, disminuyeron su acidez, la cual es fundamental para el balance, el potencial de guarda y la estabilidad microbiológica del vino. Respecto de los compuestos polifenólicos, de gran importancia en el color y la estructura de vinos tintos, la variedad Syrah presentó mayor variabilidad que el Grenache. Se evidenció una disminución más marcada de los antocianos -compuestos asociados al color- en Syrah, respecto del Grenache. Sin embargo, en ambas variedades se retrasó el inicio de acumulación de antocianas, lo cual indicó que, a una misma concentración de azúcares, el contenido de antocianos fue menor en plantas calentadas que a temperatura ambiente. Esto implica que, durante la madurez de la uva, la acumulación de azúcares en la uva se acelerará mientras que la síntesis y acumulación de antocianas se retrasará y disminuirá. Este desfasaje lleva a uvas con composiciones desequilibradas al momento de la cosecha. Estos resultados observados confirman que un aumento de temperatura entre 1,5 y 3 °C es suficiente como para alterar el equilibrio entre los distintos compuestos de la baya, afectando por lo tanto la calidad del vino elaborado.

Si bien las respuestas encontradas frente al calentamiento no fueron opuestas, sí se manifestaron importantes diferencias varietales. Esta observación refuerza la necesidad de estudiar variedades con diferentes comportamientos en el caso de la vid. Otros estudios anteriores, realizados por diferentes instituciones en nuestra zona, encontraron resultados similares en la variedad Malbec en cuanto a los efectos negativos de la temperatura sobre los compuestos químicos de la uva relacionados a la calidad del vino.

Posibles estrategias de mitigación y adaptación

Dadas las proyecciones de mayor temperatura y menor disponibilidad hídrica, es fundamental entonces desarrollar estrategias de mitigación que puedan aplicarse a nivel local y que disminuyan el efecto negativo sobre el funcionamiento de las plantas y sobre la calidad de la uva y del vino. Desde el grupo de Ecofisiología de la vid de la EEA Mendoza se vienen conduciendo distintas líneas de investigación en este sentido: efectos de las olas de calor y del riego deficitario, poda tardía con el objetivo de atrasar el ciclo vegetativo o escapar a heladas primaverales; combinación de producción de uva y energía solar mediante la ubicación de paneles solares en viñedos (agrovoltaísmo), o cambios en la orientación de hileras al momento de la plantación.

*La autora es Becaria del Conicet.

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