“Presento dibujos, en los cuales las macetas de los vegetales hacen referencia a la cerámica, que de algún modo será protagonista en esta exposición. Hay otros dibujos, que no son recientes, que se vinculan a estos por su técnica” explica el artista, y agrega: “También presento esculturas abstractas de cerámica y tres bustos de personajes con aspecto de pilotos, con sus cascos escultóricos. En todos los casos hay algo lúdico y con cierta carga de humor”, destaca.
En relación a su capacidad creativa, su obra en tinta, sus bocetos y cerámicas, Toti Reynaud se sincera: “En general cuando produzco, priorizo el proceso más que el resultado, es como un viaje en el que me importa más el recorrido que el destino”.
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La muestra del artista Toti Reynaud está abierta al público
Gentileza Toti Reynaud
El recorrido de un artista diverso
Ricardo “Toti” Reynaud nació en San Rafael, donde tuvo sus primeros acercamientos al arte siendo apenas un niño. Desde temprano sintió fascinación por la forma, el volumen y el trabajo manual. Como muchos chicos del interior mendocino, pasó su infancia en la calle, en contacto con la tierra y la libertad. Fueron sus padres quienes lo anotaron en un taller municipal de cerámica que marcaría para siempre su destino.
A lo largo de los años, Reynaud desarrolló una obra constante, reconocida y profundamente coherente, marcada por su vínculo con la escultura en cerámica y su forma de entender el arte como parte de la vida cotidiana. Ha expuesto en múltiples espacios, especialmente en Guaymallén, donde mantiene una relación estrecha con el área de Cultura, y en salas independientes como la Sala de Arte Libertad. Su estilo conjuga la técnica con el juego, el humor con la introspección, y su estética va del objeto utilitario al gesto poético, siempre atravesada por una fuerte pulsión expresiva.
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La muestra del artista Toti Reynaud está abierta al público.
Gentileza Toti Reynaud
La vida que pulsa entre cerámica y tinta
Esta nueva muestra lo encuentra en una etapa de madurez y cambio. Después de un accidente en moto que le impidió trabajar durante un tiempo, Reynaud descubrió una nueva relación con el dibujo, que pasó de ser herramienta auxiliar a obra en sí misma. El resultado es una exposición íntima y vibrante.
—¿Cómo surgió esta muestra en el Hilton, un espacio que no solemos asociar con las artes visuales?
—Hace tiempo que vengo trabajando con el municipio de Guaymallén, sobre todo en el área de Cultura. En su momento estuve exponiendo en la Sala de Arte Libertad, que coordina Gabriela Moreno. Siempre mantuvimos contacto por las distintas muestras que organizan y, entre las posibilidades que surgieron, una fue esta del Hilton. No es la primera vez que visito una muestra allí y me pareció interesante animarme a ese lugar. Me seduce lo distinto, lo que no es habitual. Quise llevar algo que se saliera de lo convencional, algo que no se encontrara en un museo o galería clásica. Hay algo del contexto que ya te saca de lo habitual, y eso para mí ya es ganancia. Te obliga a pensar distinto desde el montaje, desde el recorrido, desde cómo dialogan las obras con ese entorno.
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La muestra del artista Toti Reynaud está abierta al público.
Gentileza Toti Reynaud
—¿Y qué tipo de obras vas a presentar esta vez?
—La muestra va a estar compuesta por bastantes dibujos y por obras en cerámica. Los dibujos son pequeños, íntimos, y en su mayoría recientes. La cerámica, en cambio, es lo que siempre me acompaña, lo que siento como propio desde hace años. La escultura cerámica es mi lenguaje más antiguo, con el que me identifico profundamente. Lo interesante es que en esta ocasión decidí exponer también una nueva serie de dibujos. Hasta hace poco el dibujo era para mí solamente una herramienta: lo usaba para bocetar, para anticipar formas. Pero después de un accidente que tuve —fue en moto, en la montaña— me vi obligado a frenar. No podía ir al taller. Y ahí empecé a dibujar con más intensidad. Ya no como medio, sino como fin. Fue un cambio de enfoque. Descubrí que dibujar también podía ser un espacio de disfrute, un fin en sí mismo, no solo un paso previo a otra cosa. Dibujar se volvió una forma de meditación, de estar presente.
—En muestras anteriores también exponías los bocetos de lo que luego trabajarías en cerámica ¿Eras consciente de que esos bocetos ya son una obra de arte en sí mismos?
—En general no lo he mirado así porque cuando yo hablo de mis trabajos, no hablo de obras. He naturalizado en mi vida la cotidianidad de estar dibujando, modelando, todo eso. Entonces, no sé cuándo termina algo y cuándo puede ser considerado obra de arte o no.
Yo sé que el quehacer que a mí me permite entrar en un espacio de paz y que lo disfruto mucho. Y es también un lenguaje con el que me comunico. No sé en qué momento algo pasa de ser boceto a un objeto terminado o factible de ser expuesto.
—¿Cuántas obras se podrán ver en la muestra?
—Calculamos entre ocho y diez esculturas de cerámica, y unos 18 o 19 dibujos. A veces uno tiene que sacar o cambiar piezas, ver cómo funcionan juntas. El espacio también condiciona. Es como una orquesta: hay que equilibrar las voces. No quiero saturar, ni que nada quede perdido. Lo importante es que cada obra tenga su lugar.
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La muestra del artista Toti Reynaud está abierta al público.
Gentileza Toti Reynaud
El dibujo: punto y trazo como descarga creativa
—¿Los dibujos tienen una técnica particular? Se nota mucho trabajo de detalle y puntillismo
—Sí, es puntillismo. Es una de esas obsesiones que tengo. Es casi como un trance. Me pasa algo parecido a lo que sienten quienes bailan o quienes hacen mandalas originales. Con el punto entro en un estado distinto, es casi un acto percutivo. No lo vivo solo como algo visual, entra por muchos canales: el ritmo, el cuerpo, la respiración. Es una práctica que me permite silencio y foco. Utilizo mucho el punto, muchísimo, y lo disfruto. Me sostiene, me ordena.
—Y lográs movimiento, vida en cada obra. No es fácil hacer eso con puntillismo.
—Bueno, muchas gracias. Lo que busco es justamente eso: que haya vibración, que no sea algo muerto o decorativo. Que se note el pulso, la intención. Y ahí entra algo que para mí es esencial: el humor. En mi vida, el humor es un refugio, una medicina. Me ayuda a atravesar las cosas. Y también lo uso en mis obras. Algunos dibujos, por ejemplo, nacen de esa mezcla: dibujos de macetas que se vinculan con la cerámica, pero que tienen descripciones en distintos idiomas. Lo gracioso es que esas palabras no son al azar: tienen traducción real. Me gusta jugar con eso. Tomar caracteres de otros idiomas como imagen gráfica, pero también con sentido.
—¿Y en cuanto a la cerámica, con qué materiales trabajás? ¿Hay distintos tipos?
—Sí, claro. Técnicamente la cerámica se clasifica en función de la temperatura a la que se cuece: tenés terracota, loza, gres, porcelana. Yo trabajo generalmente con lozas, que son una categoría intermedia. Y en cuanto al acabado superficial, uso esmaltes que preparo yo mismo. No tienen el brillo típico de la cerámica comercial, sino que son mates, opacos. Son más parecidos a pátinas. Es una forma de polícromar que responde a una necesidad estética mía. No me interesa solo la forma; el color también forma parte de la obra. No hay técnica en frío: todo va al horno. Y muchas veces las piezas entran cuatro o cinco veces, porque cada color requiere su cocción. No es que las meto una vez y salen mágicamente terminadas.
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La muestra del artista Toti Reynaud está abierta al público.
Gentileza Toti Reynaud
—¿Cómo te vinculaste por primera vez con la cerámica?
—Fue de chico. En San Rafael, como te decía, éramos chicos de calle. Mis viejos me mandaron a un taller de cerámica de la municipalidad. Yo creo que fue más para mantenerme ocupado que por otra cosa. Pero ahí encontré algo que me marcó. Desde entonces no paré. En algún momento decidí tomármelo más en serio, aunque sin perder el juego. Es como jugar con la seriedad con la que juega un niño. Con concentración, con entrega. A pesar de todo lo que uno vive en la vida, sigo sintiendo lo mismo al entrar al taller.
—¿Quién se encarga de la curaduría de la muestra?
—La hago yo. Siempre me gustó pensar el recorrido, el diálogo entre piezas, cómo se cuenta una historia sin palabras. Pero esta vez hay algo muy especial: la presentación de la muestra la va a hacer mi hija, que tiene 19 años. Se lo pedí yo. Creo que es un momento en el que uno empieza a valorar otras cosas. Poder compartir esto con ella es una emoción muy grande. Me parece que tiene que ver con lo que hablábamos antes: con disfrutar del proceso, del vínculo, del momento.