En ese contexto, el concierto que presenta este sábado 2 de agosto a las 21 la Filarmónica en el teatro mayor de los mendocinos tiene un valor que excede el de un capítulo más de su temporada anual. Por su repertorio, por el año de celebraciones y, especialmente, por la batuta que lo conducirá. Y es que el director invitado para el concierto de esta noche no es otro que Luis Gorelik, el maestro que, a sus 22 años, en 1985 ganó por concurso el puesto y se convirtió en el primer director titular de la orquesta de Mendoza.
El concierto lleva un título ambicioso, pero que tiene su razón de ser: “Raíces y trascendencia: la melodía de la tierra y el cosmos”. Incluirá una partitura poco interpretada de un compositor que residió en Mendoza en los tiempos de Film Andes y, además, la siempre atractiva Sinfonía N°1, de Gustav Mahler.
Antes de la presentación, Gorelik (actual titular de la Sinfónica de Entre Ríos), se toma un tiempo para hablar con Los Andes y reflexionar sobre el repertorio elegido para hoy, sobre los tiempos en que asumió al frente de esta agrupación y sobre los desafíos de las orquestas en la actualidad.
—Ha elegido un repertorio muy atractivo para este concierto. Aparece la obra Yaraví, que tiene una historia interesante. ¿Quién es su autor y qué importancia tiene la obra?
—Yaraví es una obra llena de significado, tanto para la orquesta como para Mendoza. Fue la obra que tocamos en el concierto inaugural de la entonces Orquesta Sinfónica Provincial, en 1985. Es un bellísimo poema sinfónico escrito por el músico andaluz (radicado en Mendoza) Ramón Gutiérrez del Barrio. Esta música fue la que escribiera para el film Surcos en el mar, dirigido por el austríaco Kurt Land y protagonizado por Enrique Muiño. Esta película fue rodada íntegramente en Mendoza, en los Estudios Cinematográficos Film Andes, en 1955.
—El otro atractivo es la Sinfonía N°1, de Gustav Mahler. ¿Qué puede decirnos de esta obra en cuanto a lo interpretativo, fuera de la particular historia de su composición?
—Mahler es uno de los compositores que más dirijo, no sólo en Argentina. Esta sinfonía la he dirigido en Chile, Cuba, Bulgaria, y por supuesto, aquí. Las obras sinfónicas de Mahler hay que analizarlas bajo una perspectiva amplia, es decir, todas sus sinfonías forman una gran obra. Todas están conectadas subterráneamente a través de las ideas que Mahler toma de su ciclo temprano de canciones El cuerno mágico de la juventud.
—¿Sería lícito considerar a esta como la "mejor primera sinfonía" de un compositor, junto con la de Brahms y, probablemente, alguna más moderna, como la de Havergal Brian?
—Probablemente, la primera sinfonía de Mahler sea la más clara formalmente, y, a su vez, una accesible puerta de entrada para quienes se interesan en este compositor. La obra contiene múltiples elementos de diverso origen: música bohemia, música judía, elementos tomados de Bach, y más. Una buena sinfonía, como dijo el propio Gustav Mahler "debe ser como el mundo, y contenerlo todo".
Luis Gorelick
Facsímil de la noticia que publicó Los Andes en octubre de 1985 a propósito de la asunción del joven director Luis Gorelick (por entonces, de tan sólo 22 años) como director titular de la Filarmónica de Mendoza, que por entonces se llamaba Orquesta Sinfónica Provincial.
—Estará al frente de una orquesta de la que fue el primer director. ¿Qué representa para usted ese momento en su propia carrera y qué significaron para los tres años al frente de este organismo?
—En 1985, a mis 22 años, haber sido convocado como director titular de esta orquesta significó un honor inmenso y una gigantesca responsabilidad. Fueron años de duro trabajo, en los cuales se establecieron las bases para crear un organismo sinfónico completo y eficientemente regulado, como el que existe hoy. La orquesta tuvo desde el primer día una impronta de interacción comunitaria, llevando sus conciertos a todos los departamentos de la provincia, además de diseñar una grilla programática que fomentó la inclusión de nuevos públicos. Soy de los que piensan que una orquesta sinfónica oficial debe repensarse permanentemente, actualizando su perfil y sus contenidos a la dinámica de la sociedad en la que está inserta. Creo que, en buena medida, este objetivo se ha ido cumpliendo. Nuestros primeros conciertos, hace 40 años, fueron en localidades como Lavalle, La Paz, Malargüe, San Rafael… Muchas veces en lugares que ni siquiera contaban con las condiciones mínimas para ello. Eso dejó una marca, sin duda, que continuó a través de los años.
temporada de la Orquesta Filarmónica de Mendoza
Temporada de la Orquesta Filarmónica de Mendoza.
Prensa Gobierno Mendoza
—¿Cómo considera que se encuentra la Filarmónica Provincial hoy?
—Creo que la OFM es una excelente orquesta y que, además, está desde hace algunos años en un proceso de renovación generacional que ha permitido la incorporación de excelentes músicos. Pienso que siempre es positivo un sistema ágil y transparente de concursos públicos para cubrir rápidamente las plazas vacantes que se van generando por jubilaciones u otros motivos. Y, por sobre todo, repensar la función que un organismo cultural público de tanta magnitud simbólica debe cumplir frente a su comunidad. Mendoza es una provincia con un alto nivel de consumo cultural y la participación de la orquesta en eventos de proyección nacional e internacional como el festival "Caminos del Vino", y otros eventos como la Fiesta de la Cosecha, por ejemplo, es muy importante. Y, al mismo tiempo, trabajar duro para elevar el nivel de excelencia artística que un organismo de estas características debe alcanzar.
—Una orquesta provincial, ¿debe intentar abarcar el repertorio propio de las grandes orquestas del mundo o a esa formación de públicos de la que usted habla?
—La formación de públicos, si se encara correctamente, no debe ser un acto de demagogia. En Entre Ríos, por ejemplo, llevamos adelante un ciclo de conciertos didácticos (24 por temporada) que reúne a 10.000 alumnos de escuelas primarias y secundarias, a través del cual compartimos muchas de las grandes obras del repertorio sinfónico universal, correctamente presentadas y explicadas. Esto, complementado con un trabajo previo que se realiza junto a los docentes a través del Ministerio de Educación provincial. Insisto con esto: a los públicos no se los debe subestimar. La orquesta es un organismo versátil, que puede saltar, eventualmente, de obras sinfónicas complejas al acompañamiento de artistas populares de nivel. A menudo comparto escenario con artistas populares como Egberto Gismonti, Hugo Fattorusso, Nahuel Pennisi y muchos más. Pero este concepto debe aplicarse integradamente, en una programación equilibrada y amplia en la cual se despierte el interés de la gente por ir hacia lo que no se conoce. Este es, quizás, el punto más importante en la curaduría de una buena programación: pivotear sobre lo conocido para ir hacia aquellas zonas que abrirán nuevos desafíos e interpelarán emocional e intelectualmente al público. Nadie puede elegir lo que no conoce, y por ello, parte de la obligación de un organismo cultural financiado por el Estado consiste en la difusión inteligente de contenidos que están, en su mayoría, fuera del circuito comercial y que representan una ganancia en términos de riqueza simbólica.
—Mendoza vive un florecimiento orquestal, ya que junto a la Filarmónica y a la Sinfónica de la UNCuyo, hay numerosas orquestas independientes y más chicas, además de orquestas juveniles, algunas de gran nivel, como la del departamento San Martín. ¿Qué puede explicar ese presente en tiempos de inteligencia artificial, de música menos ambiciosa y del peligro constante del poco apoyo oficial?
—No concuerdo con la frase "poco apoyo oficial". Mantener una orquesta como la OFM no es poco, sobre todo en un contexto en el cual desde las más altas autoridades nacionales se vocifera que las artes que no tienen valor comercial son superfluas. Creo, sí, que la situación general en nuestro país es muy difícil, y que estamos en un contexto muy complejo que repercute hacia la actividad cultural. Justamente en este contexto, que en una provincia como Mendoza coexistan dos orquestas sinfónicas de muy buen nivel, además de una serie de iniciativas autogestivas o parcialmente apoyadas desde el Estado, es mucho. Esto, hay que valorarlo en su justa medida y hacer todo el esfuerzo necesario para que se fortalezca. A los artistas nos toca estar a la altura de este privilegio, dando siempre lo mejor de nosotros y valorando la riqueza que tenemos en mano: la capacidad de compartir con los demás el lenguaje universal de la música. El miércoles, justamente, presencié en el Teatro Independencia un hermoso documental sobre Quino, y recordé una frase de Mafalda que hoy es más oportuna que nunca: “¡Orquestas! ¡Si en lugar de tropas el mundo estuviera lleno de orquestas, sería una maravilla!".