31 de mayo de 2025 - 00:15

Los secretos del mejor imitador de Sandro: Fernando Samartín actuará este domingo en Mendoza

"Sandro es el padre del rock nacional", reconoce el artista, que presentará el 1 de junio un show cargado de emoción y virtuosismo, en el teatro Mendoza.

Cuando se prenden las luces y el humo inunda el escenario, no queda Fernando Samartín: aparece Sandro, el verdadero Gitano, con su voz de fuego y sus movimientos característicos. Mañana domingo 1 de junio, a las 21.30, llegará para actuar en el teatro Mendoza (San Juan 1427, Mendoza; tickets disponibles en Tuentrada.com). Aquí, donde el cantante murió el 4 de enero de 2010, la magia vuelve a encenderse.

Aquel día, cuenta Samartín, no pudo subirse al escenario. Estaba a punto de comenzar su temporada de cena shows en Villa Gesell cuando recibió la noticia. La decisión fue inmediata: le pidió a su mánager que suspendiera todo. " No podía cantar Sandro", recordó. Durante un mes y medio sobrevivió animando karaokes, hasta que las propias salas empezaron a pedirle que volviera: el público necesitaba sanar. "Ese primer show fue muy raro, pero muy emocionante", admite ahora, ya consagrado como el mejor imitador de Roberto Sánchez.

Es que el fenómeno Samartín no se explica sólo por su parecido físico —nariz y labios calcados- sino por un compromiso emocional y escénico absoluto. "Culto Gitano", el espectáculo que presentará mañana, es más que un show que reúne sus hits: es una liturgia visual y sonora en la que nada queda librado al azar. Vestuario, luces, banda en vivo, escenografía: cada elemento está pensado para que el público sienta, por un par de horas, que Sandro está ahí, cantándole a ellos.

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Y aunque parezcan la misma persona, Samartín vivió quince años sin Sandro. Hubo un flechazo tardío: "Si bien siempre supe quién era Sandro —nací en el 84'— recién lo redescubrí en el 98-99 en una de las maratones de sus películas que daba el Canal Volver. Ahí me enamoré de su figura y de todo lo que significa", reconoce.

-¿Pero cómo fue el proceso de representarlo? ¿Hubo estudio, observación, o había también alguna semejanza que te conectaba a él naturalmente?

- Pura observación y puras ganas. Mucho corazón y poca afinación, que fui ganando con el tiempo y a base de clases de canto (que sigo tomando actualmente). La nariz y los labios, vienen de fábrica, eso sí. También, mi oficio de ilustrador me ayuda mucho con la memoria fotográfica, a la hora de componerlo en el escenario.

-¿Qué importancia le das al vestuario, la iluminación, la banda, etcétera, a la hora de construir la ilusión de que "Sandro está presente"?

-Son puntos clave en el show. Sin todo eso que mencionás, no habría "Culto Gitano". Tratamos de que todo, en la medida lógica y siempre que se pueda, sea una réplica de lo que él usó o de la manera en que se utilizaba. Todo eso compone la ilusión que pretendo vender para que la gente entre en el mundo mágico que proponemos.

- En otros países lo conocían como "El Elvis argentino". ¿Cómo definirías vos su legado?

- Es claramente el padre del rock nacional. La revolución que hizo Elvis en el 55, la realizó Roberto acá, años después, a principios de los 60. Para que aparecieran los demás, el que se vistió de cuero y se tiró al piso escandalizando a la sociedad, fue él. Tenía el rock en la sangre.

-Y también generaba una mística incomparable. ¿Cómo te enfrentás al respeto casi religioso que genera entre sus ‘nenas’, y a las expectativas del público que lo amó y lo vio en vivo?

-Todo el trabajo de mi equipo, musical y técnicamente hablando, más mi trabajo con el vestuario y la caracterización son nuestra ofrenda respetuosa a su legado y a su conexión religiosa que tienen sus nenas con él. Además, separo muy bien a la persona del personaje. Soy extremadamente diferente en mi vida cotidiana. A veces, la gente espera que salga caracterizado a saludar cuando termina la función, pero no, salgo de civil. Sandro queda entre el humo y la música. Esa es mi manera de respetarlo.

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-¿Hubo alguna experiencia concreta con un espectador —una carta, un abrazo, una anécdota— que te haya hecho entender la dimensión afectiva que tiene tu trabajo?

-Sí, todo el tiempo. Hoy gracias a redes sociales tengo acceso a muchos mensajes que me mandan —que contesto uno por uno— y allí me entero de situaciones. Entre ellas, una chica que siempre saca primera fila cuando voy a su ciudad, porque es una manera de reunirse con su mamá, que era fan del Gitano, y que partió hace un tiempo. Otro ejemplo, un chico que me agradecía por haber compartido un recital con su mamá, que sufría una enfermedad neurodegenerativa, pero esas dos horas de show, conectó con su adolescencia y la hice feliz. Cuando leo esas cosas, se me llenan los ojos de lágrimas. Pero a la vez siento mucho orgullo: lo que hago, sirve.

-Los mendocinos vivimos con mucha conmoción la muerte de Sandro, porque ocurrió inesperadamente en una clínica de esta provincia. ¿Cómo son tus recuerdos de ese día de 2010?

-Ese día estaba por arrancar mi temporada de cena shows en Villa Gesell, y cuando recibo la noticia, automáticamente le dije a mi mánager que suspenda todo. No podía cantar Sandro. Tuve que subsistir haciendo shows de karaoke, hasta que al mes y medio, ya los lugares nos pedían por favor, porque la gente quería escuchar la música del Gitano. Y así fue, volví a mitad de febrero. Ese primer show fue muy raro, pero muy emocionante.

-¿Hay otros personajes que estés preparando como imitador?

-Trabajé cinco años con Fátima Flórez y ahí tuve la oportunidad de recrear otros cantantes, junto a ella. Todos con el mismo amor, trabajo y respeto con que interpreto a Sandro. Entre ellos estuvieron Elton John, Joan Manuel Serrat, Cacho Castaña, Joaquín Galán, Paul McCartney y María Martha Serra Lima.

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