Eduardo Sacheri: “Quiero mostrar una nueva manera de ver la Historia”

ENTREVISTA CON LOS ANDES. El exitoso autor de El secreto de sus ojos habla de Los días de la violencia, su libro de historia que forma parte de una serie en la que aborda la conformación de la Argentina. Además, nos cuenta sobre los 20 años de su libro más célebre.

Eduardo Sacheri: “Quiero mostrar una nueva manera de ver la Historia”
Sacheri publica "Los días de la violencia", un libro de historia.

Dos horas a la semana, una escuela del conurbano bonaerense tiene un privilegio sin igual: el profesor que dicta allí Historia no es otro que Eduardo Sacheri. Es decir, uno de los escritores más leídos de la literatura argentina contemporánea, y autor de novelas que han tenido enorme repercusión, tanto editorial como por su traslado al cine. Baste mencionar a El secreto de sus ojos (que ganó el Oscar a la mejor película extranjera en 2009), Papeles en el viento o La noche de la usina (llevada al cine bajo el título La odisea de los giles).

Pero Sacheri (Buenos Aires, 1967) ha permitido que, de algún modo, ese privilegio deje de ser exclusivo. Y es que en 2022 emprendió la tarea de publicar ya no sólo libros de ficción, sino de historia. De historia argentina, puntualmente. El primer tomo, titulado Los días de la Revolución, se convirtió en un éxito análogo al de sus novelas y libros de cuentos, y le permitió (en sus palabras) “indagar en la etapa revolucionaria del Río de la Plata a principios del siglo XIX”.

Ahora, y sin abandonar la escritura de sus ficciones, Sacheri regresa con un nuevo volumen, continuación del anterior y anticipo de otros dos que vendrán. En ellos, como lo propone el autor, concibe la propuesta “como una clase de Historia, o como un conjunto de clases”. El título del nuevo libro es Los días de la violencia (Alfaguara) y lleva como epígrafe una frase clarificadora: “Una historia de Argentina cuando empieza a ser Argentina (1820-1852)”.

Ciertamente, sumergirse en ese libro es dejarse llevar por la cuidada prosa de Sacheri y, a la vez, sentir que lo tenemos parado frente a nosotros en un aula. Didáctico y a la vez profundo y original a la hora de explicar los vericuetos de nuestra historia, el autor ofrece un recorrido de esos en los que da gusto embarcarse.

Para hablar de este libro, de los que lo completarán, y también del éxito de sus ficciones y del festejo de los 20 años de su libro más exitoso, Sacheri se pone al teléfono para charlar con Estilo.

–Podemos empezar a conocer este libro desde muchos aspectos que, ya desde lo externo, nos anticipan algunas de sus particularidades. ¿Por qué se llama Los días de la violencia este libro sobre la historia argentina entre los años 1820 y 1852?

–Este libro termina es una continuación de otro anterior, Los días de la Revolución, que tocaba el período 1806-1820. Los dos forman parte de un proyecto que busca revisar cómo se construyó la Argentina como país durante el siglo XIX. Si la clave del libro anterior era la revolución, la ruptura con el Imperio Español y la guerra que se suscitaba de inmediato, para este período, puesto a elegir un elemento distintivo, me pareció que la violencia entre rivales políticos, el enfrentamiento entre unitarios y federales, la violencia era el elemento para el lector al que está destinado el libro, no el especialista, que tenga ganas de echarle un vistazo, era una buena.

Un libro de historia escrito por Eduardo Sacheri.
Un libro de historia escrito por Eduardo Sacheri.

–Son tiempos en que las provincias empiezan a conformar la nación..

–Al libro podría haber llamado también “los años de las provincias”. En esa época, lo que vos tenés en este territorio no es un estado nacional, sino provincias, que hoy son un elemento importante en nuestras vidas, pero están en segundo plano tras el gobierno nacional. Y eso es precisamente porque ahora somos un Estado. En aquel momento las provincias son lo único que hay y son importantes para lo que va a pasar después. Pero, en definitiva, puesto a elegir elegí este título para el libro. Pero al meterte en él descubrís el papel de las provincias, de las 14, tratando de armar este quilombo y organizarse como país.

–También hay un subtítulo en la portada que yo diría que va hacia lo conceptual, no sólo a histórico: “Una historia de Argentina cuando empieza a ser Argentina”. ¿Por qué recién aquí se puede marcar el verdadero inicio del país y cuáles son los rasgos que comienzan a trazar su contorno?

–En realidad, todo este proyecto de libro recorre el siglo XIX porque esta pregunta de cuándo y cómo se construye la Argentina abarca casi todo el siglo. No tenés una fecha definidísima y a lo mejor ahí está el atractivo del asunto. Ni 1810 y 1816 son fechas en las que aparezca un país que se llama Argentina. Van pasando cosas que lentamente lo van armando. Por ejemplo en 1852 vendrá la batalla de Caseros, cuando Urquiza derrote a Rosas y al centralismo de Buenos Aires y al toque se dicte la Constitución, pero todavía seguirá faltando un trecho para ser Argentina. Por eso es interesante ver cómo se va armando un Estado, una identidad. En 1820 la gente es más entrerriana, mendocina o salteña, que argentina. No se puede decir que eso esté ni bien ni mal, eran así las cosas. Ser argentino por encima de nuestras identidades provinciales es algo que se va dando y son las provincias las que lo edifician. No hay un hada madrina que baja y produce al argentino. Por eso está bueno estudiar Historia de ese modo, que es como se hace hoy, y es un procedimiento más rico que como se hacía antes.

–Un aspecto que me parece destacable para el lector que se arrime a este libro es el tono didáctico, amable y fluido que tiene. Está planteado por vos como clases de historia dictadas por un profesor, y eso marca el tono de lo escrito. Se me ocurre que al escribir libros de historia este recurso te permite evocar el espíritu de las clases, pero también separarte del autor de ficción que utiliza, tal vez, otros lenguajes y otros recursos.

–Es cierto que es una elección deliberada, pero es el resultado de una búsqueda por encontrarle el tono justo a lo que quería escribir. Ese el gran desafío de estos libros: ver cómo le acerco al lector conocimientos complejos, muy abstractos a veces, que son los conocimientos de “primer nivel”. Lo de los académicos de la historia en las universidades e institutos de investigación es un conocimiento muy piola, pero tiene la complejidad y el hermetismo propio de los especialistas. Eso es así, no está ni bien ni mal. Ahora, ¿cómo hago yo para sacar la historia de ahí y llevarla al lector que no tiene el conocimiento específico que tenemos los universitarios? Esa cosa coloquial, parecida a la de una clase, es un camino posible. Como esto es complejo, busco hacerlo lo ameno. Es como uno hace, como profesor, en la escuela. Y es un péndulo difícil: si te tengo que llevar como alumno a lo muy complejo, no puedo arrancar por ahí. No me vas a seguir hasta lo complejo si no te acompaño desde lo más simple, lo más cercano. Siempre está el riesgo de quedarte en lo superficial, pero el asunto es arrancar en la superficie y llevarte a lo profundo.

Eduardo Sacheri es el autor de la novela en que se basó la película 'El secreto de sus ojos'.
Eduardo Sacheri es el autor de la novela en que se basó la película 'El secreto de sus ojos'.

–Volviendo al tema del libro, ¿coincidís en la idea de que este período de la formación de nuestro país entraña complejidades muy particulares, tanto que resultaría difícil de entender, tal vez, para alguien que no las tenga incorporadas como parte de su ADN histórico? Me refiero, por ejemplo, a figuras tan complejas como la de Rosas, a la morfología del país y el modo en que emana el poder que lo gobierna y hasta las particularidades que definen, por ejemplo, bandos antagónicos como los federales y los unitarios.

–Yo creo que sí. Además, hay otro escollo adicional. No es que el público al que te dirigís no tenga ningún conocimiento. Tiene alguno. Tiene una idea preconcebida. Entonces, a veces, hay que disolver un poquito esa certeza para armar el conocimiento de otro modo, lo cual es más difícil todavía. Tal vez si te hablo de historia china y no tenés idea, uno puede edificar sobre un territorio vacío. Pero todos nosotros, desde el sentido común, de lo que sabemos de cuando estudiamos, desde el discurso del mundo de la política, asistimos a discursos que se sirven de la historia. Eso hace complicada la tarea que me propongo. Por ejemplo, no es tan simple la distinción “unitarios vs. federales”: una cosa son los federales del interior, otra los porteños. Si me das un tiempo y lo analizás, lo entendés mejor. Pero es largo el camino que te lleva a eso y ahí está el asunto, exige esfuerzo.

–Hay un abordaje al que no le esquivás y es cuando ofrecés “un poco de teoría política”. ¿Eso te lo exige esa complejidad de la que hablábamos o es más bien un interés tuyo o una convicción de que así se entiende mejor?

–Es una convicción, pero nacida de lo que es la ciencia histórica hoy. Hoy la historia es mucho más diversa y múltiple de lo que era hace 100 años. Como ciencia, la historia estudia el pasado, pero, ¿qué de ese pasado, con qué herramientas? Uno lo hace con demografía, economía, política, estudios de género. Son un montón de herramientas. No es una ocurrencia mía, los académicos lo hacen. Lo que hago yo, como Licenciado en Historia, es ver cómo hago para que eso complejo se aproxime a los lectores. Pero por suerte la Historia se estudia así. Y digo “por suerte” porque esa complejidad te da un conocimiento más sólido.

–¿Qué ejemplos me darías de esa complejidad?

–Por ejemplo Cuyo, en esta época del libro, económicamente tiene bastante más relación con Chile, y a su vez con el oro californiano, que con Buenos Aires. A la hora de juntarse con Buenos Aires y con Rosas, la piensa antes 50 veces. Y sólo se unen cuando la Confederación rosista los obliga. Y eso tiene lógica. Son decisiones políticas, pero con una base económica que vuelve razonable la prudencia cuyana. Eso no los hace ni buenos ni malos. Pero para pensarlo por ese lado hay que sacarse la cabeza eso de que todos somos argentinos todo el tiempo. Todos somos muchas cosas que van madurando. Por supuesto que en 1810 decir “argentino” era sinónimo de “porteño”. En 1840 ya va siendo distinto. Pero está en camino todavía, porque para la unificación de las provincias falta. Las provincias tienen en mente juntarse, por lo que significaba la aduana de Buenos Aires, más rica que la de Bolivia o Chile. Pero había que pensar en qué términos se iba a juntar. Estudiarlo desde ese punto es mejor. Entendemos mejor el pasado así, ese es el objetivo. Y de acá a 20 años los historiadores irán por otro lado, y lo que yo digo hoy se enriquecerá de otra manera.

–¿Cómo imaginás que son los lectores que llegan a un libro como este? ¿Son los que te conocen por tus ficciones, por tus textos futbolísticos, por las películas basadas en tus libros o es el lector interesado más en la historia que en el nombre del autor?

–Con el primero de los libros, yo había hecho un podcast sobre la época, y cuando la editorial me propuso hacer un libro pensé que no se la iban a vender ni a los perros. Pensaba que la gente me leía por los cuentos, las novelas, el cine. Y al libro le fue súper bien, lo que demuestra que no sólo me leyeron mis lectores fieles, sino los interesados en la historia que no habían leído nada mío antes. Yo creo que lo que pasó con ese libro, y espero que con este también, es que quiero que sea una sorpresa agradable en cuanto a cómo leer y estudiar historia. Vuelvo a la idea de que Historia no es sólo batallas, gobiernos y líderes. Es un montón de conocimientos, en un montón de planos diferentes. El problema que yo le veo a la divulgación histórica en general en la Argentina es que se queda en lo tradicional, sólo en historia política, en grandes líderes. Es una mirada medio anticuada que lleva a estar de espaldas a lo que hacen los historiadores hoy en día. Si yo con estos libros logro, más allá de si te gustan más o menos, hacer ver esta nueva manera de hacer historia, estoy sobrado. Estos libros serían un puntapié inicial, en el sentido de si a vos te interesa equis momento histórico, si te interesa la historia de tu provincia, que la vayás a buscar eso mediante estas coordenadas.

–El enfoque es fundamental, entonces.

–El enfoque es la clave. ¿A vos te gusta leer historia? Yo propongo este enfoque. No porque lo haga yo, sino para tenerlo en cuenta. Y eso tal vez ayude, porque el mundo académico de la historia en la Argentina es interesante y está muy vivo. Pero, como todo mundo académico, le cuesta perforar la muralla entre la circulación para especialistas y el público general. Yo digo que tiene que haber unos caminos más entre esos dos.

–¿Cuáles son tus proyectos editoriales? ¿Estás trabajando en una continuidad de la historia argentina o en alguna novela, por ejemplo?

–Ahora tengo como idea hacer dos más de esta serie de libros. Llegar a 1880, que es otra frontera interesante de esa Argentina, y llegar a 1916. Ahí me planto. Para este gran interrogante acerca de cómo corcho se formó la Argentina, con eso te quedaría un panorama que responda esta pregunta. Pero, naturalmente, yo voy intercalando ficciones con lo que escribo. El año pasado publiqué una novela (Nosotros dos en la tormenta) intercalando. No quiero descuidar ese otro mundo mío. Yo tengo una ventaja: como mis libros andan bien, yo les puedo dedicar mucho tiempo. Hay mucha gente que escribe en el rato que puede, porque tiene que trabajar muchas horas en otra cosa y con eso financiarse los momentos de escritura. Como en este momento mis libros caminan bien me dedico a eso, salvo algunas horitas de clases de secundaria. Puedo ser un escritor profesional, el día de mañana no sé si podré. La mayoría está en la situación en que yo estaba antes, escribiendo en los ratos que podía.

Así es la versión Hollywood de "El secreto de sus ojos"
Así es la versión Hollywood de "El secreto de sus ojos"

A 20 años del libro que dio origen a El secreto de sus ojos

–Acaba de cumplir 20 años La pregunta de sus ojos y este año se cumplen 15 del estreno de El secreto de sus ojos. ¿Qué sentís cuando mirás atrás y repasás todo lo que produjo esa historia?

–Por un lado, no lo podés creer. ¡Tantos años que hace que salió y todavía está así! Por otro lado, lo que sentís es gratitud de cómo se alinearon tantas cosas para que le fuera bien a esa historia. Nada hubiera pasado ni con ese libro ni con mi carrera, si justo a (Juan José) Campanella no le hubieran gustado mis libros, no se hubiera entusiasmado, no hubiera armado ese elenco de novela, no hubiera tenido esos productores… Porque se armó un dream team para esa película. La sensación es la misma desde hace años: el asombro de haber ligado semejante mano. Te gusta jugar al truco, pero no siempre te toca una mano así. Uno no tiene que perder de vista que hay cosas que dependen de uno y otras que no. Lo que uno tiene que hacer es laburar del mejor modo que pueda. Ahora bien, hay un margen de lo que te pasa en la vida, en que vos no sos responsable, para bien y para mal. Y hay que jugar con eso también: cuando pasa el bondi, subite, aunque no haya asientos libres.

–Muchos nuevos escritores te tienen como referente. ¿Qué consejos les darías a esos escritores iniciados, algo que te haya servido particularmente a vos para construir tu propia voz?

–Creo que es muy importante seguir leyendo mucho siempre. No dejar de leer, porque es clave leer a otros. No perder de vista que lo que uno quiere es escribir, más que publicar. A veces uno se obsesiona con la publicación, que es re entendible, porque obviamente que querés que lo que escribís llegue a otros. Pero no se debe perder de vista que lo que uno necesita es escribir, si no es poner el carro delante del caballo. Y, si podés, tratar de conseguir ratitos para escribir todo el tiempo. Si en la semana tenés cinco horas, es mejor una hora por día que un día de cinco horas dedicadas a escribir. Porque el problema de concentrarte es que si el día ese, te levantaste con los pies cambiados, no darás pie con bola. Además, te lleva más tiempo meterte en tema. Si estás todos los días un poquito, creo que te sirve más. A mí me sirve. Estar un poco cada día con la escritura evita que se te difuminen las cosas.

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