Un Mercosur cuya crisis no cesa de aumentar

La iniciativa del presidente Luis Lacalle Pou pone otra vez en discusión los fundamentos de una integración que, pese al avance inicial, se fue diluyendo en forma paulatina en sus 30 años de existencia.

Más que las respuestas altisonantes o provocativas de la Cancillería y del presidente Fernández, la propuesta uruguaya alienta un debate que debe dar la dirigencia argentina.
Más que las respuestas altisonantes o provocativas de la Cancillería y del presidente Fernández, la propuesta uruguaya alienta un debate que debe dar la dirigencia argentina.

Uruguay anunció su intención de avanzar en un acuerdo de libre comercio con China, lo que vuelve a generar tensiones en el Mercado Común del Sur (Mercosur), bloque que integra junto con Argentina, Brasil y Paraguay. La iniciativa del presidente Luis Lacalle Pou pone otra vez en discusión los fundamentos de una integración que, pese al avance inicial, se fue diluyendo en forma paulatina en sus 30 años de existencia.

Hoy, el comercio exterior entre los países miembro del Mercosur representa sólo el 20 por ciento del producto interno bruto (PIB) del conjunto. Esta escuálida integración es parte de un problema mayor, que es la falta de una estrategia común en la relación con los otros bloques y países del mundo.

El Mercosur ya fue sometido al desafío de acuerdos con Estados Unidos y, más recientemente, con la Unión Europea. Ambas iniciativas naufragaron por intereses y visiones políticas diferentes dentro del bloque regional.

El 28 de junio de 2019, los integrantes del Mercosur, encabezados por el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y por su entonces par de la Argentina, Mauricio Macri, firmaron un preacuerdo con la Unión Europea. El objetivo naufragó ante la resistencia de Francia, interesada en defender la producción de sus granjeros, y de la Argentina, tras la asunción de Alberto Fernández. El mandatario de nuestro país, respaldado por los sectores más críticos de la Unión Industrial Argentina (UIA) y del conglomerado pyme, planteó objeciones al avance de un convenio en esa dirección.

El país ha perdido peso en el comercio global, medido en volúmenes de exportaciones, a partir de diferentes trabas a las ventas de bienes como la carne, entre otros ítems. El encierro al que está sometida la economía local determinó también que saliera del país una veintena de compañías multinacionales, las que adujeron múltiples condicionantes al libre movimiento de capitales.

Todos estos elementos conforman una pesada mochila para la Argentina ante la apertura en las negociaciones y en los tratados que alientan tanto Uruguay como Brasil. Con perfiles de producción diferentes, o bien distintas concepciones en torno del libre comercio, los restantes socios del bloque parecen dejar en soledad las posiciones del Gobierno argentino.

La posibilidad de un acuerdo con el FMI podría corregir en parte esa visión, al exigirles a las autoridades argentinas un mejor perfil exportador. Esa demanda implicaría una mayor apertura, ya que la industria local requiere de la importación de componentes para su desarrollo.

En síntesis, más que las respuestas altisonantes o provocativas de la Cancillería y del presidente Fernández, la propuesta uruguaya alienta un debate que debe dar la dirigencia argentina. Lo contrario supondría una actitud conservadora, que mina de forma lenta, pero permanente, las posibilidades de un sólido crecimiento.

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