23 de marzo de 2025 - 00:00

El nivel de debate en el Congreso, cada vez más pobre

Los debates acalorados y la agresión verbal y hasta física son excepciones muchas veces producidas en cualquier Parlamento del mundo. Pero todo se transforma en un problema a contemplar cuando esa violencia se traduce en algo constante, periódico y, lo más lamentable aún, metódico y estratégico para poder cumplir con objetivos políticos prefijados. La violencia que suplanta al raciocinio.

Los ámbitos parlamentarios están creados para la discusión de las iniciativas políticas. Constituyen el espacio en el que la voluntad popular, expresada a través del voto, tiene su continuidad durante el tiempo de mandato de cada uno de los miembros del cuerpo colegiado.

No necesariamente se debe tratar de un lugar solemne mientras se respeten los preceptos institucionales que rigen su funcionamiento. Los debates acalorados y la agresión verbal y hasta física son excepciones muchas veces producidas en cualquier Parlamento del mundo. Pero todo se transforma en un problema a contemplar cuando esa violencia se traduce en algo constante, periódico y, lo más lamentable aún, metódico y estratégico para poder cumplir con objetivos políticos prefijados. La violencia que suplanta al raciocinio.

En ese sentido el Congreso argentino viene mostrando un nivel cada vez más paupérrimo. Pobre en su nivel de debate; pobre en la capacidad de tramitación política de los temas importantes para su abordaje. Y lo que tal vez sea más preocupante, pobre en el nivel de preparación para el cargo de la mayoría de sus integrantes. Esto último, una falta notable de capacidad política que seguramente está poniendo de manifiesto la indudable declinación de los partidos en su rol de formadores de dirigentes. El declive es constante, pero lo visto en las dos últimas convocatorias del Congreso adquiere el calificativo de vergonzoso.

Cabe, cómo no, la objeción firme y enérgica a una determinada política, como en estos tiempos al acuerdo entre el gobierno del presidente Milei y el Fondo Monetario Internacional. Pero esa disidencia de ningún modo puede justificar el agravio grotesco y la descalificación hacia el ocasional adversario político. Y tampoco se deben aceptar las estrategias igualmente descalificantes desde el oficialismo de turno y sus sectores aliados. Se llegó al extremo del uso de un megáfono desde la banca para hacer oír un reclamo a la presidencia del cuerpo.

Si el actual es el nivel de debate que la dirigencia, en general, pretende para los próximos periodos constitucionales, poco y nada podemos esperar en cuanto a calidad legislativa, que debe primordialmente atender el reclamo de la ciudadanía y legislar en consecuencia.

Defender o criticar, según cada postura o mirada política, una decisión gubernamental del modo visto en los últimos tiempos en el Congreso, y muy especialmente en la reciente sesión del miércoles último, sólo contribuye al descreimiento ciudadano en su clase dirigente.

Por ello, para finalizar rescatamos en este artículo la postura adoptada con motivo del acuerdo con el FMI por la dirigente Elisa Carrió, que instruyó a sus legisladores a acompañar al gobierno en la votación. Quien ejerce el liderazgo del espacio político Coalición Cívica dijo públicamente que si no se aprobaba el DNU presidencial “las consecuencias serían nefastas para toda la Nación” y alertó sobre sectores de la oposición que buscaban frustrar el tratamiento legislativo del tema.

Añadió Carrió que, si bien no comparte el programa económico del Gobierno, ni el uso de un decreto para viabilizar un acuerdo con éste con el FMI, “si el Banco Central no tiene un refuerzo de ‘dinero fresco’ no se podrá avanzar en el programa de estabilización”. Sin dudas, una clara muestra de responsabilidad política más allá del disenso. El nivel de sensatez y equilibrio que hay que buscar para que, de una vez por todas, el país genere confianza.

LAS MAS LEIDAS