En el Valle de Uco, la última temporada expuso la fragilidad del productor frente a los precios del mercado. Carlos Dávila, vicepresidente de la Cámara de Comercio de Tunuyán, recordó que, entre marzo y abril, muchos productores que no estaban integrados a esquemas de planificación debieron vender su cosecha a precios muy por debajo de los costos. La sobreoferta de tomate, sumada a una demanda retraída, derrumbó los valores en el mercado libre.
Por esos meses, ya culminando la temporada de este cultivo hortícola - marzo - Pedro Manzano, productor de Tunuyán, estacionó su vehículo en la plaza departamental con más de 40 cajas de tomates y un cartel que decía: “Gratis”. Lo hizo porque las fábricas ofrecían precios que según lo que expresó en aquel momento, decía que “entre regalárselo a la fábrica, decidimos regalárselo a la gente”. La escena se viralizó en redes y puso en evidencia la vulnerabilidad del sector.
Para Dávila, el caso del tomate reflejó la coyuntura que atraviesan otros cultivos regionales. Los precios bajos, los plazos de pago cada vez más largos y la caída del consumo interno. Todos estos factores que se suman a la pérdida de poder adquisitivo, han afectado directamente la rentabilidad de la producción. “Esto impacta de lleno en el productor y obliga a repensar cómo se organiza la actividad si queremos sostenerla en el tiempo”, dijo.
El vicepresidente de la Cámara de Comercio de Tunuyán plantea que, para poder cambiar esta tendencia, es necesario sumar acciones inmediatas con medidas estructurales: baja de impuestos, reforma laboral y herramientas que den competitividad al sector. Dice que el primer paso para conseguirlo es la es reducir el riesgo y ganar en previsibilidad, algo que, según sostiene, sólo puede lograrse con una producción planificada e integrada a toda la cadena de valor.
Carlos Dávila
Carlos Dávila, vicepresidente primero de la Cámara de Comercio de Tunuyán. Productor asociado a Tomate 2000 advierte sobre la necesidad de integrar a los productores para asegurar precios y reducir riesgos.
Gentilza
En este contexto, se impulsa a los productores del Valle de Uco a sumarse a esquemas de integración como Tomate 2000, con el objetivo de planificar la producción y asegurar precios. La cosecha para industria en Cuyo se realiza principalmente entre diciembre y marzo, coincidiendo con la capacidad máxima de procesamiento de las plantas. Dávila, siendo un productor asociado a Tomate 2000, sintetiza en que “en marzo y abril vimos cómo quienes no estaban en Tomate 2000 tuvieron que vender a precios muy por debajo del costo, por una sobreoferta que el mercado no pudo absorber. En cambio, quienes estaban asociados mantuvieron el precio pactado al inicio de la campaña”.
Tomate 2000 es una figura asociativa que integra a productores, viveros, industrias y transporte, con asistencia técnica del INTA. Su fortaleza principal es la planificación: define qué variedades se plantarán, en qué fechas se cosecharán y a qué precio se pagará el kilo de tomate desde el inicio del ciclo. El esquema también incluye asistencia financiera y un fondo solidario que cubre daños por granizo o heladas, devolviendo los costos de producción en caso de pérdida total. Esto otorga previsibilidad en un negocio que, por naturaleza, está expuesto a la variabilidad climática y de mercado.
La próxima campaña de tomate ya está en preparación. Tomate 2000 lanzó este mes una campaña informativa para invitar a más productores a sumarse y aprovechar sus beneficios. El objetivo: asegurar un precio justo, cobertura de riesgos y estabilidad frente a un mercado cada vez más incierto. La Cámara de Comercio de Tunuyán promueve el asociativismo en el tomate: también impulsa planes similares en el durazno para industria, bajo la Federación del Plan Estratégico del Durazno para Industria (FEPEDI).
Tomate
Producción de tomate en el Valle de Uco
Gentileza
Para Dávila, este contexto refuerza la necesidad de trabajar de manera integrada: “Estar asociado baja el riesgo y facilita el manejo del negocio, sobre todo en momentos de coyuntura económica. Hay que planificar con tiempo, porque el ciclo del tomate dura 120 días y las decisiones se toman ahora, en agosto, para cosechar en noviembre y diciembre”. El problema del tomate refleja lo que sucede en otras producciones regionales. Según lo explica: “Le pasa al tomate, al durazno, a la uva. Hay precios bajos, plazos de pago más largos y menor consumo porque el poder adquisitivo ha caído. Esto impacta directo en el productor. Desde las cámaras empresariales pedimos medidas de fondo: baja de impuestos, reforma laboral y herramientas que den competitividad al sector”.
“En la agricultura siempre pensamos a largo plazo. Hoy hay que tomar decisiones que van a impactar en la cosecha de fin de año. Integrarse no es sólo una herramienta económica, es una estrategia de supervivencia para el productor”, concluye.