22 de noviembre de 2025 - 09:13

Mauricio Badaloni: "Sin competitividad real, no va a haber inversiones"

Mauricio Badaloni, director de Grupo Andesmar y referente de la UIA Mendoza, advierte sobre la pérdida de competitividad y pide reformas para atraer inversiones.

Mauricio Badaloni observa el presente económico argentino con una mezcla de urgencia y escepticismo. Asegura que el país arrastra décadas de normas pensadas para otra época, un sistema impositivo que desalienta producir y un esquema laboral que terminó empujando a más de la mitad de los trabajadores hacia la informalidad. Desde su rol empresarial en transporte, logística y turismo, advierte que la competitividad ya no se discute sólo hacia afuera, también se perdió dentro de la propia región.

En esta nueva edición del ciclo Valor Agregado de Los Andes, el director de Grupo Andesmar y referente de la UIA Mendoza describe cuál es el aporte del sector privado al Consejo de Mayo, cuestiona el tamaño y el rol del Estado, analiza la relación con los gremios y sostiene que gran parte del estancamiento argentino es consecuencia de decisiones políticas que nunca contemplaron cómo funciona realmente la actividad productiva.

Embed - “Con estas leyes, nadie se anima a contratar”. Mauricio Badaloni en Valor Agregado

- Tenés una participación fuerte en la UIA. ¿Qué están llevando al Consejo de Mayo para que el Gobierno avance en reformas?

- Más que un reclamo puntual, es la génesis del problema argentino. Llegamos a un punto donde no se puede seguir así. Con la apertura económica que está viviendo el país, el sector privado necesita las reglas de juego que tiene el mundo. Y cuando uno mira esas reglas, encuentra dos reformas clave, la laboral y la impositiva. Están completamente ligadas, porque todo lo que distorsiona el proceso productivo tiene que ver con los altos costos tributarios.

- Hablemos de la reforma tributaria. ¿Cuáles son los puntos centrales?

- La solución está parcialmente en el RIGI. No es algo extraño, es lo que hacen los países que quieren atraer inversiones. Ahí aparece parte del camino hacia la competitividad. Tiene que ver con bajar Ganancias, reducir alícuotas y dar incentivos reales a la reinversión, como sucede en Chile. Ahí cada empresa cierra el año pensando en proyectos nuevos porque, si no, debe pagar la totalidad del impuesto. En Argentina, en cambio, los anticipos impositivos te comen el capital de trabajo.

Después están los tributos que el mundo directamente no tiene: impuesto al cheque, ingresos brutos, tasas, sellos… te menciono cinco o seis, pero en realidad son más de 160. Todos metidos para generar cajas políticas. Milei plantea ir hacia un esquema de cinco o seis impuestos fuertes, que son los que recaudan el 80%. El resto hace imposible la vida de pymes, emprendedores y ciudadanos.

- Pasemos a la reforma laboral. ¿Cómo se puede revertir una informalidad que supera el 50%?

- La informalidad es consecuencia directa de leyes que hace años quedaron fuera de época. Cuando comparamos, Argentina tiene cinco veces menos pymes que España y la mitad de emprendedores que Chile por habitante. Eso es producto de 20 o 30 años de normas que ya no permiten crecer. Y cada empleo nuevo que se genera hoy, alrededor del 90%, es en negro. Es gravísimo.

Además, los jóvenes no se animan a emprender. Hoy tenemos la mitad de emprendedores que Chile. El sistema desincentiva todo. Necesitamos leyes nuevas que acompañen la realidad laboral actual, que es completamente distinta a la de hace veinte años.

- ¿Los gremios están dispuestos a debatir estos cambios?

- Hay gremios donde los jóvenes ya plantean una mirada distinta. Cuando se sientan en mesa chica te dicen: “Si ustedes no tienen flexibilidad, yo tampoco tengo afiliados que paguen la cuota al día”.

La realidad cambió. Un programador te pide trabajar dos meses desde Estados Unidos, y tenés que decir que sí. ¿En qué convenio lo metés? No entra en ninguno. Si seguimos discutiendo desde las representaciones tradicionales, no avanzamos más. Hay discursos de los años 50 que ya no tienen correlato en la vida real.

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- ¿Se desvalorizó la figura del empresario en la Argentina?

- Sin dudas. Muchas veces se llama “empresario” a alguien que en realidad es un delincuente. Eso confunde y hace mucho daño. Los buenos ejemplos tenemos que dar la cara. No para que nos reconozcan por cambiar el auto, sino por el aporte a la sociedad.

Y sí, también hay responsabilidad del sector privado, muchos eligieron quedarse atrás por miedo a involucrarse. Pero si no participamos, la política termina diseñando reglas que después nos imposibilitan competir.

- ¿En qué áreas el Estado debería estar presente y en cuáles debería correrse?

- El Estado debería concentrarse en infraestructura, obras y planificación estratégica. Y correr todo lo administrativo hacia esquemas más ágiles o incluso privados. Cuando se mete la política, ves cosas absurdas, como en el Garrahan donde hay más administrativos que personal esencial.

El problema es que eso se comunica mal y la sociedad cree que uno está en contra de la salud, cuando en realidad se cuestiona la estructura política montada sobre el sistema. Hace falta explicar más y empatizar más desde el sector privado.

- Mencionaste el sistema previsional. ¿Cómo debería encararse su reforma?

- Hay que mirar el mundo y copiar lo que funciona. No tenemos por qué inventar nada. La pregunta es ¿a quién nos queremos parecer? Cuando definamos eso, podemos ajustar impuestos, incentivos y parámetros para hacer un sistema sostenible.

- Tuviste un paso activo por la política. ¿Qué te dejó esa experiencia?

- Que todos hacemos política, aunque desde lugares distintos. A muchos nos dicen que no nos metamos, pero llega un punto donde la mitad de tu empresa depende de decisiones políticas y de impuestos que no podés manejar. Cuando la política se metió en mi empresa, entendí que tenía que involucrarme.

Necesitamos más empresarios en política, no para reemplazar nada, sino para equilibrar. Hoy hay ministros de Producción en provincias como Mendoza, San Juan o Río Negro que vienen del sector privado. Son interlocutores válidos, porque entienden de qué hablamos cuando discutimos competitividad, impuestos o costos reales.

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