El lunes 10 de marzo la Organización de Estados Americanos (OEA) renovó sus autoridades en un acto que tuvo significado político. El uruguayo Luis Almagro será reemplazado por el canciller de Surinam, Albert Ramdin, como Secretario General. Su predecesor tuvo una gestión muy cercana a los Estados Unidos en temas claves como Venezuela. Lo hizo pese a que la mayor parte del tiempo que estuvo en este organismo internacional se produjeron problemas conflictivos como fue la última elección presidencial venezolana. Éste continúa vigente y hoy se suman la inmigración ilegal, la presencia de China en la región y la suba de aranceles que Estados Unidos impuso a México y Canadá (los tres integran la OEA).
Ramdin sostuvo en su discurso inicial que los principios de la OEA “son nuestra fuerza unificadora. A pesar de nuestras diferencias, estos principios son la base para crear un mejor continente para nuestros pueblos en unidad. Que nunca nos dividan, porque como comunidad hemisférica, el origen de nuestra fuerza radica en caminar juntos para encontrar soluciones. En esta unidad, la fuerza se multiplica, las barreras se debilitan y el progreso se vuelve imparable”. Tuvo un fuerte respaldo de la Comunidad del Caribe (Caricom), también de América Latina y de la Casa Blanca, que prefirió aceptar la nueva conducción que enfrentar la de Luis Almagro. Hubo otros candidatos que quedaron en el camino, como el caso del actual canciller paraguayo, Rubén Ramírez Lezcano, quien tuvo el apoyo inicial de Washington.
Cuando llegó la votación, los representantes de Dominica y Perú pidieron que fuera por “aclamación” frente al retiro del candidato paraguayo. Es la primera vez que los embajadores del Caricom juegan un rol importante en la designación del titular de la OEA. Al terminar los aplausos y las felicitaciones a Ramdin, el canciller chileno, Alberto van Klaveren, que conducía la Asamblea, dio la palabra a Victor Verdún Bitar, viceministro de Relaciones Exteriores de Paraguay. Cabe señalar que entre el presidente brasileño y el paraguayo hay una situación de distancia que ya se ha puesto de manifiesto en el ámbito del Mercosur.
Tras el representante diplomático paraguayo, habló María Laura da Rocha, Secretaria General de Relaciones Exteriores de la cancillería brasileña, quien planteó que la organización debe cambiar su posición respecto a los gobiernos de Nicolás Maduro y Daniel Ortega, dos países que se han distanciado de la organización en los últimos años. Añadió también que “la tarea que debe compartir el nuevo Secretario General de los Estados miembros no es pequeña: se trata de restaurar la confianza de todos en la OEA”. En la práctica, Brasil espera tener en esta nueva etapa un rol más importante que en la que finaliza, la que fue opacada por el rol de Estados Unidos, ejercido en gran medida por la acción de Washington.
Michael Kozak, el encargado para América Latina del Departamento de Estado, representó a los Estados Unidos en una Asamblea a la que caracterizó de “histórica”. Asumió una postura positiva frente a la elección de Ramdin y explicitó la agenda de la administración Trump para América Latina y la OEA. El responsable de Estados Unidos para la región dijo que era necesario terminar con los delitos transnacionales, ratificó la necesidad de iniciar la transición democrática en Venezuela, convocó a terminar con las “influencias extra continentales” y citó la situación política de Haití, que ya es un Estado fallido.
El representante de México, el canciller Juan Ramón de la Fuente, había apoyado a Brasil en la decisión a favor de su colega de Surinam. De la Fuente, en su discurso, describió los desafíos de la región vinculados al cambio climático, la inseguridad alimentaria, la inmigración indocumentada y el narcotráfico. Dijo también que “la OEA tiene que ser un espacio de diálogo abierto, respetuoso y efectivo” y que “la voz de la OEA debe reflejar la pluralidad de sus estados miembros”.
Antes de terminar la Asamblea, Carlos Cherniak, que será embajador argentino en la OEA, fijó la posición del gobierno de Milei frente a los problemas ante los cuales debería existir la unidad en el foro regional. El representante argentino calificó a Venezuela de “dictadura” y agregó que “reiteramos nuestra profunda preocupación por la situación de los cinco ciudadanos que permanecen asilados en nuestra embajada, incluyendo la restricción en el acceso a bienes esenciales como alimentos, agua y electricidad, lo que representa una violación inaceptable del derecho internacional”. Pero los problemas centrales se eludieron. No hubo posiciones claras respecto a la crisis venezolana. Tampoco frente a la presencia de China, que ha sido obligada a retirarse del Canal de Panamá por la presión de los Estados Unidos, ni tampoco por los conflictos arancelarios que genera la política norteamericana de Trump. Aunque no fueron tratados directamente, estos problemas asomaron. Brasil planteó una posición moderada frente a Venezuela, pero en cambio Argentina y Paraguay hicieron lo contrario.
La vinculación entre los problemas regionales y los globales es inevitable. Venezuela está buscando tanto en China como en Irán apoyos económicos que le permitan neutralizar el efecto de la suspensión del contrato petrolífero con la empresa estadounidense Chevron.