Un mundo que marcha hacia cambios enormes, curiosamente en las ofertas políticas de estos años, nos retrotraen a los años oscuros de la década del treinta en el siglo pasado cuando los totalitarismos, fascistas y comunistas, coincidían en atacar a la democracia liberal.
El panorama internacional a partir de la asunción de la presidencia de los Estados Unidos por Donald Trump indica que sus anuncios iniciales nos llevan al siglo XIX y al mundo que concluyó con el fin de la primera guerra mundial, los tratados de paz y el inicio de la creación de organismos multilaterales a fin de tratar problemas comunes.
Con el fin de la primera guerra mundial y el colapso de varios imperios los vencedores ya no se repartieron los territorios de los derrotados. En Medio Oriente tanto el Reino Unido como Francia, recibieron mandatos para controlar regiones que formaron parte del Imperio Otomano, con la condición de promover un proceso gradual de autonomía e independencia.
También en las zonas de África que había ocupado el Imperio Alemán buscando emular a las potencias coloniales de larga data.
El señor Trump hace delirantes declaraciones promoviendo la incorporación de Canadá como el estado 51 de los Estados Unidos o la incorporación de Groenlandia. S on un retroceso en las relaciones internacionales que avalan atropellos como el del Putin con su guerra de agresión en Ucrania.
La guerra comercial desatada por el gobierno de USA nos retrotrae a la ola proteccionista de 1930 con la ley Hawley- Smoot. En un mundo que no tiene nada que ver con el de entonces. Las consecuencias fueron prolongar la crisis iniciada el 29 de octubre de 1929 con la caída en los valores bursátiles en Walt Street e ignora las cadenas de valor actuales.
Relata Henry Kissinger en "Líderes" que una inquietud reiterada en sus conversaciones, desde sus tiempos de académico, con líderes europeos, era si realmente los Estados Unidos irían a la guerra para defender a Europa de una agresión de la Unión Soviética.
Las declaraciones de los secretarios de Defensa y de Estado actuales, confirman los temores que escuchaba Henry Kissinger en sus visitas a Europa y recuerdan la actitud del partido republicano que hasta el día anterior al ataque a Pearl Harbor se oponía no sólo a entrar en la segunda guerra sino también a colaborar con apoyo económico al Reino Unido y a Rusia cuando los nazis estaban a las puertas de Moscú. Pretender resolver la guerra desatada por la agresión de Putin sin que participen ni el país invadido ni sus aliados europeos, muestra la miopía y la ignorancia, además de la prepotencia, de los gobernantes actuales de los Estados Unidos.
El mundo fue estableciendo reglas desde fines del siglo XIX con la conformación del Tribunal de la Haya, la creación de organismo multilaterales, convenciones y acuerdos para mitigar conflictos o sus secuelas como el trato a los prisioneros de guerra. Se potenció ell fomento de la cooperación internacional para amortiguar crisis como la de 1929 y los acuerdos de comercio.
Nuestro país contribuyó al derecho internacional con la doctrina Drago que proponía prohibir el uso militar para cobrar deudas de los estados y admitir el arbitraje en la demarcación de sus límites territoriales con los países limítrofes. La paz en la guerra del Chaco que logró el canciller Saavedra Lamas tuvo que ver con esa doctrina.
El señor Trump afirma ahora que no hay reglas, deroga las normas que impiden a las empresas estadounidenses pagar sobornos a gobiernos extranjeros. Incumple con las alianzas y los acuerdos internacionales, destruye “el poder blando” que le dio influencia hasta ahora a su país en gran parte del mundo. Propone proyectos inmobiliarios en Gaza sin tener en cuenta la historia y las realidades de la región.
Que acertado estaba Churchill cuando decía, según relata Kissinger, que los políticos lo que más debían estudiar era ¡Historia!, ¡Historia!
Trump le está dando status de gran potencia a un país como Rusia cuya economía es menor a la de Italia y sus exportaciones son materias primas. Avalando la agresión de Putin, habilita a China a invadir Taiwan. Pero además hacer perder la credibilidad de los Estados Unidos como socio confiable y confirmaría las acusaciones de tener vínculos inconfesables con el autócrata ruso al abandonar a Europa.
“Quien salva a su país no viola ninguna ley”, dice Trump parafraseando a Napoleón, con lo que se pone por encima de toda ley. También su vicepresidente, un típico white trash, niega a los jueces el derecho a cuestionar los actos del poder ejecutivo.
En pocos meses el mundo ha mutado con el retorno de los promotores de las autocracias como sucedía hace noventa años. La civilización gestada en Occidente desde los inicios de la historia y los logros en la conquista de las libertades y los límites al poder están esmerilados incluso en el país que proponía al mundo adquirir sus valores democráticos hasta hace unos días.
* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia.