Territorio inexplorado

En un hecho histórico, Cristina Kirchner comenzó a cumplir su condena por corrupción: 6 años de prisión domiciliaria e inhabilitación perpetua para cargos públicos.

Finalmente, Cristina Kirchner comenzó a cumplir de manera efectiva la sentencia a 6 años de prisión -en modalidad domiciliaria- por defraudación al Estado. Es decir, por corrupción.

Está claro que es un hecho histórico, pero también el comienzo de una nueva era política signada por la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, y por ende, a ser parte de la oferta electoral.

Un terreno inexplorado, tras la determinante centralidad político-institucional que los Kirchner tuvieron en las últimas más de dos décadas en el país, con réplicas en todo el territorio nacional.

Sólo a modo de contexto, habremos de recordar que aquí no hubo persecución con un expediente judicial que demoró 17 años en su tramitación y que superó las distintas instancias judiciales bajo la tutela de más de una docena de jueces que coincidieron en su responsabilidad penal.

Ni tampoco, ahora con la condena confirmada por la Corte Suprema, una proscripción política como el kirchnerismo, un importante sector del peronismo y el sindicalismo le quieren hacer creer a la sociedad.

En todo caso, hubo justicia frente al accionar impune de quienes hicieron del Estado un botín político para provecho de su relato, pero también del propio beneficio de la familia Kirchner.

Es ahora el sistema político argentino, oficialistas y opositores, el que deberá procesar correctamente el nuevo escenario con las reglas de la democracia. Sin desbordes ni victimización; pero tampoco sin triunfalismo o tentaciones absolutistas como las que insinúa Javier Milei.

Cristina presa es una señal de inevitable peso simbólico sobre el pasado reciente; pero también una severa advertencia de cara al futuro.

La corrupción daña, empobrece y mata. Es de esperar que la Justicia repare, enseñe y alerte. Siempre.

Si como sociedad fuimos capaces de establecer un Nunca Más para el terrorismo de Estado y la violación de los Derechos Humanos, deberíamos ser capaces de revisar también la adhesión popular a los corruptos y más allá del peso de la ley, condenarlos al olvido con el que los pueblos castigan a sus estafadores.

Sólo así podremos salir del perverso círculo agrietado de héroes que para muchos (incluso la Justicia) son ladrones y líderes que se construyen a costa del sacrificio cotidiano de las masas.

Cristina está presa. El poder político en todos sus matices debería leer correctamente el mensaje. Y, especialmente, actuar en consecuencia con el nuevo mapa aún difuso.

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