Pliegues de la Memoria

"La llamada", el multipremiado libro de Leila Guerriero es un análisis fundamental sobre los que sobrevivieron a la represión del Estado en la dictadura militar, a través de la historia de un caso ocurrido en la ESMA.

Las críticas a los grupos armados de aquellos años son patrimonio de la derecha, que reclama que, así como se juzgó y se juzga a los militares por delitos de lesa humanidad, se juzgue a quienes formaron parte de esas agrupaciones, equiparando así el terrorismo de Estado con el accionar de las guerrillas. Silvia Labayru, y muchos otros que no avalan esa postura, pero tienen un discurso crítico hacia las organizaciones a las que pertenecieron, ocupan una articulación paria, un espacio que puede confundirse con el del enemigo. En el caso de ella: nada a lo que no esté acostumbrada”. Leila Guerriero, La llamada. Un retrato, Anagrama, 2024

Entré en la librería decidida a comprar ficción de la buena para leer en vacaciones y me topé con “La llamada” que, en diciembre, iba por su 13ª edición. Leí la contratapa y me quedé pensando. Hacía por lo menos una década que había abandonado el género, me refiero a la vasta literatura testimonial y de no ficción sobre la experiencia militante, la represión y el terror de estado. Me dediqué a buscar otras cosas y volví a pensar: todavía me dura la fatiga frente a los excesos por construir un relato épico de la militancia setentista. Unos días después leí, que el libro de Leila Guerriero, publicado en marzo de 2024, era consagrado el mejor libro del año en una encuesta que el diario Clarín hacía al grupo de escritoras argentinas más leídas de los últimos años. Tal vez esa recomendación o quizás, la identificación generacional con la protagonista del libro. obraron decididamente para que lo comprara y lo leyera de un tirón, sólo con interrupciones breves, en las que la náusea provocada por el relato me obligaba a tomar un respiro.

El libro se presenta como un retrato- tal el subtítulo elegido por la autora- de Silvia Labayru que en 1976 a sus 19 años integraba el sector de inteligencia de Montoneros. Secuestrada en diciembre de ese año cuando estaba embarazada de 5 meses fue encerrada en la ESMA donde permaneció hasta junio de 1978, que fue liberada. Allí dio a luz a su hija -fue el segundo parto en el centro clandestino- que a la semana de nacida fue entregada a los abuelos paternos. En ese año y medio fue torturada, obligada a realizar trabajo esclavo, violada reiteradamente por el marino que la torturó y forzada a representar el papel de hermana de Alfredo Astiz cuando el oficial se infiltró en el grupo de las madres de Plaza de Mayo que llevaría adelante el operativo de secuestro y asesinato de tres Madres y dos monjas francesas. El libro compone un trabajo periodístico singular que ha sido distinguido y premiado por la calidad y el rigor de la investigación, el registro meticuloso de la tarea y sus procedimientos y un estilo literario “de precisión matemática” según el mismísimo Vargas Llosa.

La protagonista de la historia no podía ser más controversial: miembro de una familia de la élite militar de clase alta, educada en los mejores colegios, bella, dueña de un charme y de unos ojos azules magnéticos, inteligente, viajada, militante de la “Fede” que se pasa a Montoneros como parte del área inteligencia de la “orga”. Igual de polémica e interesante resulta la irrupción del libro en una escena en la que el debate por los relatos del pasado -siempre candentes y siempre en revisión- sufre giros impensados e infortunados. La autora no se propuso tematizar los ’70, lo señala explícitamente. Tampoco ofrecer nuevas y contundentes evidencias acerca del sadismo que caracterizó a la maquinaria del terror, aunque de hecho lo haga. Se apoya en trabajos de investigación rigurosos que han dado larga cuenta de esos procedimientos para perseguir un perfil personal que la fascina y una pregunta: ¿cómo se sobrevive a la ESMA y que es la vida después de esa experiencia? Compone una narración de año y medio de encuentros y conversaciones con la protagonista, acompañada de más medio centenar de entrevistas a amigos o familiares para indagar y confrontar relatos sobre su historia familiar, su adolescencia, el colegio y los amigos, la militancia, las parejas, el secuestro, el parto, la pesadilla constante y la interminable vigilia en el campo, la liberación y el limbo errático del exilio. Exhibe descarnadamente los dolorosos efectos subjetivos del terror y la purga represiva infligida y dirigida a producir efectos de arrepentimiento y a extirpar las opciones militantes, enfocando en Silvia, siempre acompañada de otras compañeras de cautiverio. Al internarse en una historia personal con un refinamiento que no deja intersticio por recorrer, Guerriero sugiere las múltiples capas que todavía precisamos descorrer para procesar y digerir los terribles y crueles costos que la experiencia de la violencia política precipitó sobre la entera sociedad argentina. Costos que no cesaron para la protagonista cuando fue liberada, sino que se extendieron en su exilio y de hecho a toda la vida.

Con determinación persistente Guerriero traza el perfil de una sobreviviente al terror de la ESMA, cuyo sufrimiento se prolonga aún liberada. Se empeña en traer a la conversación pública esa categoría sobre la que ha pesado la sospecha y el ocultamiento. Y al evocarla, muestra el revés de una trama en parte silenciada, porque el relato épico precisa mártires y posturas nítidas, y los sobrevivientes no la ofrecen. Y nos pone a pensar, iluminando recovecos de una historia y de una memoria que no debiera renunciar hurgar y reconstruirse, sumando nuevas preguntas a lo mucho indagado, probado, juzgado. Porque no sirve cambiar el pánico y el horror por la anestesia, pero la reiteración constante banaliza. Porque los sobrevivientes han sufrido mucho y su experiencia es casi indecible o instrasmitible y eso nos alerta sobre el deber de respetarla, no reducirla y no simplificarla a un relato conforme, seguro y confortable.

* La autora es historiadora y docente de la UNCuyo.

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