El reconocimiento de un "Estado Palestino" en las actuales condiciones, sin importar el número de estados que lo haga o la doctrina jurídica invocada, tropieza con importantes obstáculos materiales para que sea efectivo.
Creemos que resulta prematuro un reconocimiento unilateral de un "Estado Palestino" como ha manifestado que lo hará el presidente Macron. Tal declaración podría quedar en una simple expresión de deseo y generar una falsa expectativa a las legítimas aspiraciones del pueblo palestino a tener su propio estado.
El reconocimiento de un "Estado Palestino" en las actuales condiciones, sin importar el número de estados que lo haga o la doctrina jurídica invocada, tropieza con importantes obstáculos materiales para que sea efectivo.
Si analizamos la cuestión desde los elementos constitutivos de un estado, a saber, territorio, gobierno efectivo y población surgen inquietantes preguntas: ¿Qué "Estado Palestino"? ¿Cuál es su gobierno efectivo? ¿Cuál es su población? o ¿Quiénes son los palestinos?
Ninguna de esas preguntas encuentra hoy -creemos- una respuesta clara diciendo "con el reconocimiento pleno y efectivo de las fronteras previas a la guerra de 1967".
En primer lugar, se estaría reconociendo como "una unidad" dos entidades territoriales diferentes, la Franja de Gaza y Cisjordania, con gobiernos distintos. El primero controlado por el grupo Hamás, sindicado como grupo terrorista internacional por gran parte de la comunidad internacional y otro, por el grupo Al Fatah, el brazo político de la extinta OLP, que no tiene el control efectivo de todo el territorio, por el particular status jurídico político de Cisjordania, donde existen tres zonas superpuestas de competencia y jurisdicción entre la Autoridad Palestina y del Estado de Israel, luego de los Acuerdos de Oslo.
Un reconocimiento prematuro podría crear una ficción difícil de sostener y desembocar en una situación parecida a la de los musulmanes del subcontinente indio luego de su independencia, que terminaron divididos, guerra de por medio, en dos estados (Pakistán y Bangladesh).
Si hablamos de capitalidad del futuro estado, la cuestión no es menos compleja porque, a los componentes políticos se suman fuertes connotaciones religiosas (los Lugares Santos para las tres religiones monoteístas). Tanto Israel como la Autoridad Palestina reclaman como su capital un Jerusalén indivisible (el Plan de Partición de la ONU de 1947 dispuso un estatus de zona internacional).
Además, existen insalvables obstáculos de comunicación entre las dos zonas, y la dificultad de su comunicación terrestre y aérea sin el acuerdo de Israel. Lo anterior, nos lleva a la inviabilidad económica de un "Estado Palestino" reconocido en tales condiciones. La Franja de Gaza devastada por meses de guerra necesitará años para su reconstrucción, la que resulta imposible sin la millonaria ayuda internacional. Por su parte, la Cisjordania, resulta una única unidad económica con Israel, por la interdependencia mutua (recordemos la masa laboral palestina que labora en Israel).
La cuestión demográfica resulta también difícil de resolver. ¿Se permitirá a los refugiados palestinos de los países árabes vecinos regresar sin más al nuevo Estado Palestino? ¿La superpoblada Gaza puede brindar las condiciones de vida dignas a más población? La cuestión resultará problemática para el Reino de Jordania, donde más de la mitad de su población tiene vínculos de sangre o políticos con el pueblo palestino. ¿Se permitirá doble nacionalidad? ¿Qué de los árabes israelíes? Pero fundamentalmente ¿Renunciarán los miles de refugiados palestinos a sus hogares de origen que hoy se ubican dentro de las fronteras del Estado de Israel?
Por todo ello, creemos, resulta prematuro un reconocimiento unilateral de un "Estado Palestino" como ha manifestado que lo hará el presidente Macron. Tal declaración podría quedar en una simple expresión de deseo y generar una falsa expectativa a las legítimas aspiraciones del pueblo palestino a tener su propio estado. Además, existe un obstáculo técnico jurídico insalvable como es el "derecho a veto" de los Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Obvio resulta que propugnamos una solución internacional del asunto, por su complejidad y trascendencia, con el concurso de todos los países de la región y de las grandes potencias, al estilo de las grandes conferencias diplomáticas, pero donde no haya vencedores y vencidos (como lo fueron los Congresos de Viena, la Paz de Versalles o las conferencias de la segunda posguerra mundial).
Una reunión internacional, bajo la fórmula de dos Estados, con fronteras seguras y estables y no simplemente para reordenar sobre un mapa las fronteras nacionales, sino para el bien en todo sentido del pueblo palestino, judío y árabe y realizar aquello de una "paz justa y duradera".
* El autor es especialista en Relaciones Internacionales.