16 de febrero de 2025 - 00:15

Las ambiciones romano-imperiales de Javier Milei

"Megalópolis", es tanto para Coppola, como para Trump, como para Milei (aunque por motivos diferentes según cada uno) la ciudad del futuro, una utopía cuya construcción impida la caída del imperio romano estadounidense (o que permita gestar el imperio romano argentino), recuperando sus esencias originales, corrompidas por la corrupción de sus castas dirigentes.

"Hoy, Estados Unidos es Roma, y está a punto de vivir la misma experiencia, por las mismas razones que Roma perdió su república y acabó con un emperador". Francis Ford Coppola hablando de su última película, "Megalópolis".

Los éxitos económicos que Milei puede mostrar son la arcilla, la argamasa y el terreno sobre el que quiere construir un nuevo país. Una nueva Argentina, un nuevo ciclo de largas y muchas décadas que arrase irremediablemente con el que supuestamente terminó en 2023.

En la película "Megalópolis", del director de “El Padrino”, Francis Ford Coppola (film que por estos días se ve en los cines de Mendoza) César Catilina es el personaje principal, una especie de arquitecto y político que quiere construir una nueva Roma sobre los escombros de la que se está cayendo por la decadencia y la claudicación de las elites. El film transcurre en los Estados Unidos de un futuro cercano.

Santiago Caputo piensa para sí y le trasmite a Milei ideas parecidas (o cuando menos ínfulas parecidas, porque en ambiciones no se quedan cortos ni el muchacho ni su líder): el presidente debe convertirse en un nuevo César que acabe con la decadencia argentina y cree un nuevo imperio. Y para eso debe barrer implacablemente con todo el pasado. No se puede conciliar con lo viejo que además ya está muerto, y Milei parece estar haciéndole caso cada vez con más fuerza. Sólo él y su hermana tienen asegurado la permanencia en la monumental construcción. Los demás están en un tembladeral cada vez más estrecho. Todos. Menos, y solo por ahora, Santiago Caputo, porque es el arquitecto que le aporta a Milei los planos y bocetos de la nueva Roma.

Sería muy interesante si Javier Milei quisiera construir ese imperio cuando se consolide su éxito económico y en base a ese éxito económico. Pero no está pensando principalmente en eso, sino en utilizar su eventual triunfo antiinflacionario y antideficitario, en el caso que lo pudiera imponer definitivamente, para hacer una construcción eminentemente política que lo tenga a él como su emperador sin que nadie esté en condiciones de disputarle el poder.

O sea, y eso está bien, Milei quiere gestar una nueva economía que de lograrla cambiará mucho, y muy posiblemente para bien, el país que quizá entre en el tren de progreso que hace décadas el destino le viene negando. Pero también, y eso está ma l, Milei quiere acabar con la casta política entera pero no para reemplazarla por otra mejor, sino para reemplazarla por el poder concentrado en sí mismo. En el poder de Uno.

Megalópolis, es tanto para Coppola, como para Trump, como para Milei (aunque por motivos diferentes) la ciudad del futuro, una utopía cuya construcción impida la caída del imperio romano estadounidense renovándolo sustancialmente (o que permita gestar el imperio romano argentino), recuperando sus esencias originales, corrompidas por la corrupción de sus castas dirigentes.

Y para lograrlo, la pelea de Milei es en todos los flancos, no sólo la batalla cultural contra lo woke, no solo la batalla política contra la casta que heredó. Es también contra los suyos propios cuando se desvíen en la más mínima instrucción. Y contra los que hablen de más tal cual el eyectado titular de la Anses, pero también contra los hijos de la revolución como Ramiro Marra quien osara votar una ley sin autorización del líder ni de su hermana Karina. Y eso en todos los aspectos de la vida pública. En economía, los traidores ya no son solamente los Melconian, los Cachanosky o los López Murphy. Ahora también es Domingo Cavallo. Y en lo institucional, lo es Rodolfo Barra, el baluarte jurídico del menemismo. Que se cuiden los Menem juniors que lo rodean, porque también pueden estar en peligro. La vicepresidenta fue la primera en saber de eso, la pusieron en la mira por tomarse libertades que ella creía le correspondían, pero que jamás estuvieron permitidas y cada vez lo estarán menos.

Acerca de Cavallo uno podría pensar con que bastaba que le hubiera dicho que no estaba de acuerdo en su crítica sobre el atraso cambiario y listo. Dicen que el ex ministro estaba dispuesto a trasmitirle solamente en privado sus objeciones. Pero Milei, con otra lógica política, decidió convertirlo de ejemplo del mejor ministro de economía de la historia argentina en un enemigo público nacional. Es porque Cavallo se metió con la parte de su programa económico, el atraso del dólar, que más dudas concita. Ante las otras medidas como la baja de la inflación, el superávit o la menor emisión, casi nadie le discute nada. Pero en lo cambiario las bibliotecas se dividen. Hasta el FMI difiere con el libertario. O sea que es un tema más fácil de prender en tanto crítica al poder. Entonces, antes de que la cosa se expandiera, prefirió matar al representante no de la biblioteca contraria, sino al defensor de la misma biblioteca pero que en un caso puntual lo criticó con un libro de la biblioteca contraria. Un libro solo, no una biblioteca entera, bastó para que lo hiciera volar por los aires, con hija incluida, para evitar el riesgo de que, debido a la entidad de quien la emitió se siga ampliando la diferencia. Milei resucitó a Cavallo de su colosal fracaso delarruista con ese corralito que fue la mecha que hizo implosionar al país, para volver a transformarlo en un héroe como lo fue en la primera presidencia menemista. Pero ahora de nuevo lo devolvió al reino de los muertos políticos. Potestades imperiales. Lógica política revolucionaria, de derechas, pero revolucionaria al fin. La "guillotina" que esta semana prometieron utilizar Javier y Karina marcha en esa dirección.

Y en esa lógica política al estilo del Robespierre de la revolución francesa, Milei guillotinó a Cavallo y familia. Es que entre Domingo Cavallo como símbolo del mejor menemismo continuado por Milei, y Cavallo como chivo expiatorio de que a Milei no lo contradice ni Dios, prefiere, necesita, le urge, le es vital elegir esta última opción para consolidar su poder. No es que Cavallo haya hecho algo para que lo trataran así, más bien era necesario tratarlo así para construir su imperio, su Megalópolis, demostrando que allí la disidencia, aun leve, es herejía mortal. Donde la verdad es una sola, la del poder revolucionario, y todos los que piensan diferente son porque han caído en la mentira o en la corrupción. El pluralismo ideológico es la jactancia de los intelectuales y de los débiles de espíritu. Se está con la verdad o se está con la mentira. Como en las antiguas religiones. En el imperio (y en la mente) de Milei no hay ideas distintas, sólo verdades (las mías) y mentiras (las ajenas).

A sus funcionarios, para que no osen discutirlo, ha decidido manejarlos por el terror, a los hijos de la revolución los irá acabando uno por uno para que no haya disidencias. Porque la única forma de que no haya disidencias es que aquellos que antes de la toma del poder eran sus iguales, sepan que ya no lo son más. Que en realidad ya no son nada. Toda revolución se devora a sus hijos, o a sus padres, pero lo cierto es que se devora a los que la crearon para imponer el partido único del jefe único, eso pasa por izquierda y por derecha en todo el mundo, en particular cuando se quiere sustituir la república democrática por el imperio revolucionario. El ejemplo más impresionante y visible lo puede ver quien vaya a visitar el museo de la revolución cubana. en La Habana. Está lleno de docenas de fotos desde el triunfo de la heroica gesta, allá por 1959, e incluso antes. Pero sólo hay tres protagonistas estelares y además son los únicos que figuran: Camilo Cienfuegos (porque se murió antes de que pudieran acusarlo de traidor), el Che Guevara (porque también se murió y vale mucho más como héroe que como réprobo) y los Castro, en particular Fidel. El resto de los soldados y militantes que hicieron la revolución con ellos, los que fueron sus pares, sus iguales, todos han desaparecido de las fotos, porque uno a uno a lo largo de los años fueron condenados por traidores a Fidel. Práctica que aún hoy no se ha detenido porque está en la lógica revolucionaria.

La unidad del imperio necesita unidad de conducción y la unidad de conducción necesita un solo conductor sin nadie que lo contradiga. Para que el león Milei pueda crear un pueblo de leones necesita que sus funcionarios sean todos ovejas, a fin de que nadie se interponga entre el león de arriba y los leones de abajo. O sea, entre el líder y el pueblo. Algo hoy bastante fácil de imponer debido a su gran popularidad en la opinión pública y al desprestigio de todos los políticos y toda la política. Milei, por ahora, puede darse el lujo de expulsar del paraíso del poder a quien quiera y como quiera, porque nadie dará un centavo por ninguno de los atacados. A la gente esas luchas cortesanas no le interesan.

En síntesis, Milei siente que está construyendo su colosal Megalópolis (una nueva Roma en la Argentina, inspirada en la vieja y gloriosa Roma, de la cual Caputo se siente el artífice de su reencarnación) y no se fijará en nimiedades ante tal gigantesca y excepcional obra. Por lo tanto, es imposible, es impensable, a partir de ahora en más, ser funcionario o militante de Milei si no se está presto a coincidir siempre con él en absolutamente todo o morir en el intento. Hay que aceptar ser oveja las veces que sea necesario, sino criticarlo en silencio e irse sin decir esta boca es mía porque toda declaración en contra de Milei será utilizada en contra de quien la dice.

Aunque, para colmo, ni siquiera ser oveja garantiza nada porque igual te pueden matar como hizo el emperador Calígula cuando uno de los suyos en un exceso de obsecuencia, le dijo, “amado Calígula, por ti daría mi vida”. El emperador le contestó: “Aceptada”. Y lo ejecutó.

* El autor es sociólogo y periodista. [email protected]

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