“In war, the victim is the truth”, dijo Hiram Warren Johnson, senador por California, en referencia a los informes que llegaban a Washington sobre la Primera Guerra Mundial. Sobre la certeza de que, “en la guerra, la primera víctima es la verdad” giró el libro de Philliphs Knightley, llamado precisamente La Primera Víctima, que describió la ardua labor de los corresponsales de guerra para dilucidar lo cierto de lo que es propaganda bélica.
Incluso en este tiempo de guerras transmitidas en vivo y en directo, es difícil saber que tan cierto y que tan engañoso es lo que dicen y muestran los bandos enfrentados. Netanyahu intenta que los israelíes no suban imágenes de los misiles que caen en Tel Aviv y Haifa, porque esas postales de destrucción dañan la imagen de invulnerabilidad que necesita Israel. A su vez, el ayatola Jamenei dice en tono triunfal que los misiles de media distancia Shahed y los misiles balísticos que dispara están dañando seriamente a Israel, además de prometer un nivel de devastación inigualable en el país de los judíos.
Para tener en claro quien lleva una ventaja en esta guerra, es indispensable saber, por un lado, cuántos misiles antimisiles dispone Israel en sus tres dimensiones de defensa antiaérea: el sistema Arrow, que intercepta misiles de largo alcance a gran altura; el sistema Davi’s Sling, para proyectiles de menor altitud, el Iro n Dome, para los cohetes de menor alcance. Y por otro lado, cuántos misiles balísticos y cuántos Shahad 3 hay en los arsenales de Irán. Los misiles balísticos son de largo alcance, alcanzan la estratósfera y caen a velocidades superiores a la de los misiles hipersónicos, mientras que los Shahad 3 son la versión iraní de los norcoreanos Nodong.
Hasta ahora, los ataques misilísticos de Irán han logrado penetrar la defensa antiaérea israelí en sólo un diez por ciento, pero eso alcanza para provocar destrucciones en ciudades israelíes que generarían presión social sobre el gobierno de Netanyahu.
Por eso el premier israelí urge a Trump que se involucre en la guerra atacando inicialmente las instalaciones subterráneas de enriquecimiento de uranio que están en Forow y en Natanz. Israel no dispone de las armas que hacen falta para perforar esos búnkeres de profundidad. Esas armas son los aviones bombarderos furtivos B-2 Spirit, y las bombas GBU-57, de casi catorce mil kilos.
Trump sólo quiere ir a la guerra si tiene asegurada una victoria fulminante, por eso el éxito de los primeros bombardeos israelíes lo hizo pasar de una posición negociadora a exigirle al ayatola Jamenei la rendición incondicional de Irán, algo que ese viejo y fanático yihadista que lidera la teocracia persa jamás aceptaría. Que luego haya “freezado” la decisión por un par de semanas es una señal desalentadora sobre la posibilidad de un triunfo rápido de Israel.
Si Trump decide entrar en la guerra, Irán podría atacar la base de la V Flota norteamericana, situada en Bahreín, y la base aérea de Al Ubeid, en Qatar, además de cerrar el Estrecho de Ormuz, aunque eso molestaría al principal comprador del petróleo iraní: China.
Si la guerra se le complica porque se alarga y genera mucha destrucción en Tel Aviv, Haifa y otras ciudades israelíes, Netanyahu podría recurrir a un ataque nuclear, lo que podría ser respondido también en términos nucleares por norcoreanos y pakistaníes, y eso que implicaría bombardeos nucleares norteamericanos sobre Corea del Norte y de la India sobre Pakistán.
China no querría involucrarse de manera directa en esa guerra, pero tampoco querría una victoria israelí que fortalezca la posición de Estados Unidos en el Golfo Pérsico y muestra triunfador a Trump. Tanto el régimen norcoreano como el gobierno paquistaní que preside Asif Alí Zardari, el turbio viudo de Benazir Butho, son sensibles a la gravitación china y ambos tienen arsenales nucleares. El tema es que ambos podrían ser blancos de los ataques nucleares que están en condiciones de efectuar los norteamericanos y el archienemigo de Pakistán: la India.
En síntesis, un Big Bang de alcance impredecible.
* El autor es politólogo y periodista.