28 de junio de 2025 - 00:05

El año en que José Luis Romero escribía editoriales

Dos importantes historiadores argentinos, padre e hijo, se reúnen en el libro que en esta nota Luis Alberto Romero comenta, donde se compilan las editoriales para el diario La Nación que José Luis Romero publicó a fines del primer gobierno peronista. Son las crónicas vistas desde la Argentina de lo que ocurría en el centro del mundo entre 1954 y 1955. A las que, leerlas en el presente, recuperan significados y cobran otros nuevos.

Crónica del libro de José Luis Romero. "La Guerra Fría vista desde Buenos Aires. Los editoriales de José Luis Romero en La Nación, 1954-1955". Buenos Aires, Sb Editorial, 2005

En este volumen he reunido los editoriales sobre política internacional que José Luis Romero publicó en La Nación entre marzo de 1954 y setiembre de 1955. Es ese tradicional diario los editoriales no llevan firma; o, mejor dicho, están firmados simbólicamente por Bartolomé Mitre desde su "Tribuna de Doctrina". Curiosa responsabilidad confiada a un historiador afiliado al partido Socialista.

Romero había publicado regularmente ensayos históricos en este diario, así como una extensa monografía titulada "Mitre historiador", en 1943. Se sentía "hombre de La Nación" y allí tenía buenos amigos, como Leónidas de Vedia o Adolfo Mitre. Uno de ellos, Juan Valmaggia, profesor de historia, colega en el Colegio Libre de Estudios Superiores y por entonces subdirector de La Nación le ofreció, a principios de 1954, escribir los editoriales de política internacional.

Fue un favor a un amigo, que estaba en una situación económica entre difícil y penosa. Cesante desde 1946 en sus cargos docentes, como tantos otros, sobrevivió dos o tres años con trabajos editoriales y algunas conferencias con magros honorarios. En 1948 todo cambió, cuando fue contratado por la Universidad de la República, en Montevideo, a dónde viajaba por tres días, semana por medio.

Comenzó entonces un período familiar glorioso, pues el sueldo, normal en Uruguay, por la diferencia cambiaria resultaba muy alto en la Argentina. En Montevideo armó un grupo de estudiantes y jóvenes graduados. También socializó con la "colmena" de argentinos exiliados.

El SODRE -la emisora estatal uruguaya- le encargó los libretos de unos radioteatros históricos. Los interpretaban los jóvenes actores de la Comedia Nacional que estaban formando Oreste Caviglia y Margarita Xirgu. Escribió casi un centenar -mi hermana María Luz publicó una selección: El gran teatro del mundo- se divirtió mucho y acumuló un ingreso extra. En fin, un mundo feliz.

Libro "La guerra fría vista desde Buenos Aires" de José Luis Romero
Libro

Libro "La guerra fría vista desde Buenos Aires" de José Luis Romero

Todo eso se interrumpió abruptamente a comienzos de 1953. El ministro de Interior Ángel Borlenghi dispuso que para viajar a Uruguay se necesitaba pasaporte. Los trámites para obtenerlo requerían, en algún punto, sacarse una foto con el ministro. Ningún opositor quiso prestarse a eso.

Se acabaron los viajes. Durante un año la Universidad le mantuvo, para que escribiera un libro -Introducción al mundo actual- sobre los temas que trataba de su curso de historia contemporánea, un tema que conocía bien.

Cuando esta subvención cesó, comenzó para la familia -matrimonio con tres hijos- la "crisis de 1954". Allí apareció providencialmente Valmaggia con su ofrecimiento salvador: escribir semanalmente una columna sobre política internacional para la página editorial de La Nación. Los honorarios solventaban lo básico del presupuesto familiar, algo sin duda llamativo hoy.

No era tarea sencilla reunir la información, en ese mundo anterior a Internet. Todos en la familia colaboramos, en la medida de nuestras posibilidades. Yo tenía 10 años. Buscaba en unos voluminosos almanaques norteamericanos los nombres precisos de los gobernantes de todos los países. Me han quedado grabados los soviéticos posteriores a Stalin: Malenkov, Molotov, Voroshilov, Bulganin y Beria, el malo.

El último editorial se publicó el 14 de setiembre de 1955. Dos días después su vida cambió completamente.

¿Qué interés pueden tener hoy estos artículos, tan significativos desde el punto de vista familiar? La clave está en el título y se la debo a Fernando Fagnani. La Guerra Fría vista desde Buenos Aires es un testimonio singular de esos años de la Guerra Fría, desde el punto de vista de un observador que no está en el centro de una posible guerra nuclear, sino en un borde menos riesgoso, donde las cosas pueden ser vista con cierto distanciamiento. Es el mismo atalaya que, por ahora, tenemos en nuestro país, en un mundo que en ese aspecto está calentándose dramáticamente.

Como han señalado muchos historiadores, esta es, precisamente, la singularidad de José Luis Romero como historiador. Era un medievalista que desde Buenos Aires se acostumbró a pensar en Europa y en el mundo occidental, cuando sus prestigiosos colegas europeos todavía pensaban cada uno en su país: en España, en Francia o en Inglaterra. Podría decirse que José Luis Romero tenía la ventaja -entre tantas desventajas- de estar en el borde del mundo.

Los editores habían establecido que no se ocuparía de la Argentina ni de América Latina. De modo que el tema principal fue la relación entre los dos grandes bloques y el creciente lugar que en el "mundo libre" fue ganando Europa con los primeros acuerdos de integración.

Pero el objeto de estos editoriales se expandió aceleradamente cuando el Tercer Mundo comenzó a entrar en escena y a interesar tanto como los escarceos entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. El lugar de la China maoísta, la creciente influencia de la India de Nehru, la Conferencia de Bandung en 1955, su preparación y sus consecuencias fueron uno de los temas importantes de esta serie de editoriales.

Creo que para José Luis Romero -un europeísta- fue un descubrimiento importante. En un curso de historia contemporánea que dictó poco después, en 1960, en un momento dice algo como hoy no se puede entender nada de lo que pasa si no se sabe dónde están Yakarta, Kinshasa, Nairobi, Mogadiscio, Kampala, Kuala Lumpur y continuando -con el entusiasmo del converso reciente- con una abrumadora lista de capitales de los nacientes estados africanos y sudasiáticos.

Su entusiasmo -me parece- se debía a que había descubierto una nueva dimensión del "mundo occidental", que fue su gran tema como historiador. Hasta entonces hablaba de un núcleo inicial, en el occidente europeo, y de tres expansiones, en los siglos XI, XVI y XIX. Desde 1950, una nueva periferia lo desafió con renovadas preguntas, que finalmente canalizó incorporando el mundo poscolonial. Quizá el registro de esta ampliación de la perspectiva de este gran historiador sea el aporte más importante de este volumen.

* El autor es historiador.

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