Un equipo de investigadores del Conicet de Mendoza, junto con colegas de Alemania y Estados Unidos, analizó una serie de rocas antiguas para entender cómo se formó la Cordillera de los Andes y cómo era el clima en la región durante el período Paleógeno, que va desde hace unos 65 hasta 40 millones de años.
El estudio se enfocó en la Formación Divisadero Largo, una sucesión de rocas sedimentarias que guarda millones de años de historia geológica. Estas rocas se encuentran al pie de la Precordillera mendocina, en lo que hoy es la reserva natural Divisadero Largo, situada a unos 8 km al oeste de la ciudad de Mendoza. Su fácil acceso y buena exposición la convierten en un laboratorio natural ideal para investigar cómo era esta región en el pasado. Este tipo de rocas se forma en zonas bajas, donde se depositan materiales provenientes de zonas más altas, arrastrados por ríos y otros agentes naturales. Analizar qué tipo de sedimentos, de dónde vinieron y cómo se acumularon, permite reconstruir cómo era el paisaje hace millones de años y qué zonas ya estaban elevadas cuando estos se depositaban.
“A partir de nuestros estudios en Divisadero Largo, determinamos que estas rocas tienen unos 65 millones de años y que, en ese momento, la Precordillera no estaba elevada como la conocemos en la actualidad, sino que esta región estaba dominada por llanuras y lagos de poca profundidad”, cuenta Lucas Lothari, geólogo del Grupo de Tectónica del Ianigla (Conicet–UNCuyo–Gobierno de Mendoza) y primer autor del trabajo. “En esos antiguos cuerpos de agua se hallaron fósiles de raíces de plantas, tortugas, cocodrilos y boas, lo que indica que había un clima cálido y húmedo. Pero también detectamos un cambio importante: sobre esos niveles aparecen capas de yeso, un mineral que se forma cuando hay poca agua y mucha evaporación, como sucede en ambientes extremadamente áridos”, explica Lothari. “Estos cambios podrían vincularse con eventos climáticos globales, que ocurrieron hace unos 55 millones de años, cuando una liberación masiva de metano (un gas de efecto invernadero) desde los fondos oceánicos provocó un rápido y pronunciado aumento de las temperaturas y cambios en los patrones de las precipitaciones en todo el planeta”.
Cómo era la cordillera de los Andes y el clima en Mendoza hace 65 millones de años
En precordillera. A la izquierda Lucas Lothari (primer autor del trabajo), a la derecha Julieta Suriano (segunda autora del trabajo). Ambos realizando trabajos de campo en las rocas de la Formación Divisadero Largo.
Gentileza / Macarena Bertoa
La Formación Divisadero Largo también es fundamental para entender cómo evolucionaron los cordones montañosos de los Andes en este periodo. Durante muchos años se pensaba que el Paleógeno fue un periodo sin mucha actividad tectónica en esta parte de los Andes, una especie de “pausa” entre momentos más intensos. Sin embargo, en zonas como la del Aconcagua se encontraron indicios de que la cordillera ya empezaba a crecer en ese entonces. “Nuestro trabajo aporta evidencias que apuntan a un período tectónicamente tranquilo, aunque aún hay mucho por investigar”, aclara el geólogo.
Lothari explica que el trabajo comenzó con una revisión de estudios previos y el análisis de imágenes satelitales para elegir los sitios de muestreo. Luego vinieron las campañas de campo, donde se describieron las rocas y se recolectaron muestras. Para determinar la antigüedad de las rocas, se utilizaron técnicas de datación radiométrica, que permiten calcular el tiempo transcurrido desde la formación de los minerales mediante el análisis de isótopos radiactivo como el Uranio. “Para saber la edad exacta de las rocas, procesamos las muestras en Alemania y luego las analizamos en laboratorios de Estados Unidos. La colaboración internacional y el apoyo económico del Conicet fueron fundamentales para poder llevar adelante este proyecto”, señala.
La Formación Divisadero Largo también es fundamental para entender cómo evolucionaron los cordones montañosos de los Andes en este periodo. Durante muchos años se pensaba que el Paleógeno fue un periodo sin mucha actividad tectónica en esta parte de los Andes, una especie de “pausa” entre momentos más intensos.
Más allá del interés científico, este tipo de estudios también tienen aplicaciones prácticas. Conocer cómo se comportaron el clima y los procesos geológicos en el pasado resulta útil para actividades como la exploración y explotación de petróleo o la gestión del agua subterránea. Además, permite, por ejemplo, mejorar los modelos que se usan hoy para evaluar riesgos como sismos o aludes.
“Entender cómo se formó la cordillera de los Andes y cómo cambió el clima a lo largo del tiempo no solo ayuda a conocer mejor nuestra historia natural, sino también a prepararnos mejor para el futuro”, concluye Lothari.
Este trabajo fue publicado en idioma inglés en una prestigiosa revista científica internacional llamada Basin Research donde se puede consultar el mismo.
* Servicio de Prensa del CCT-Conicet-Mendoza.
Producción y edición: Miguel Títiro - [email protected]