Fueron ataques furtivos, veloces y letales. En cuestión de segundos terminaron con la vida de ocho mendocinos en lo que va del año. Pero todos habían sido planeados. En su mayoría quienes cometieron esos crímenes fueron adolescentes y jóvenes. Fomentados por el rencor, el clima social y el aumento del consumo de drogas, los enfrentamientos armados entre bandas se convirtieron en el problema policial del verano, que aún no termina.
Seis de las ocho víctimas de esos asesinatos fueron ultimadas a balazos. Las dos restantes fueron apuñaladas. El último homicidio generó conmoción ya que quien perdió la vida fue una mujer embarazada. El pequeño que estaba próximo a nacer también murió. ¿El móvil? Según los investigadores, “un ajuste de cuentas” dirigido hacia el novio de la víctima. Un “vuelto” por haber participado de otro enfrentamiento a tiros en Las Heras.
“No soy rencorosa, pero soy memoriosa”, suele decir Mirtha Legrand. Pues parece que en Mendoza, las gavillas son memoriosas como la diva de los almuerzos pero, sobre todo, rencorosas. Aquí los viejos problemas se saldan con fuego. “Mexicaneadas” entre bandas, deudas del narcotráfico, enemistades futbolísticas, son los detonantes de enfrentamientos cada vez más feroces.
“Yo creo que, claramente, el escenario influye. Podemos arrancar con las temperaturas altas del verano porque el consumo de alcohol se incrementa, al igual que del de estupefacientes. Y también aumenta el precio de la droga”, analiza en diálogo con Los Andes un comisario que debe lidiar a diario con enfrentamientos armados en barrios bravos.
“El escenario psicológico también puede pesar, pero las principales causas (de estos enfrentamientos) son mexicaneadas y ajustes de cuentas entre ellos por droga, por elementos robados, incluso por plantaciones de marihuana, que también son motivo de guerras entre bandas”, amplía el jefe policial.
Por “mexicaneada” se entiende el robo entre bandas enemigas de droga o botines conseguidos en atracos. Ello desemboca en una venganza, que generalmente se salda a tiros y esta, a su vez, provocará otra “vendetta”.
Para el director de la Policía mendocina, Marcelo Calipo, la rivalidad entre hinchadas de distintos clubes es otro componente de peso en las causas de los enfrentamientos. “Los barras son asociales y no les interesa la vida de nadie. En los bretes de ingreso de un estadio, cualquiera sea, secuestramos armas blancas. Un hincha no lleva eso a la cancha porque quiere disfrutar del partido, pero un barra lleva esas cosas para dañar. Esa rivalidad y animosidad maldita que tiene el barra siempre tratamos de detectar cuando tenemos estos enfrentamientos”, detalla el comisario general a este diario.
Para el uniformado la “descarga” por las broncas acumuladas y el humor social por la situación económica también inciden. “La descarga quizás se da en el día del evento deportivo, pero es un mal escenario para hacerlo. También se da en el barrio”, apunta.
Para Calipo, un tercer factor que genera rencillas en los barrios es el narcotráfico. “Surgen problemas por el narcomenudeo semiorganizado que está en la manzana del barrio. Se dan disputas del territorio, o porque alguno se quedó con un vuelto. También ocurre cuando alguno estuvo preso y en el penal pertenecía a determinado grupo, por lo que al salir en libertad se desquitan con quienes tenían problemas”, grafica.
Quienes cometen estos ataques son, en su gran mayoría, jóvenes que no llegan a los 30 años de edad. Por poner sólo un ejemplo, en la última gran redada que realizaron sabuesos de la División Homicidios en el “Fuerte Apache” del barrio San Martín, los tres detenidos tienen 18 y 19 años. Los buscaban por ataques a tiros y homicidios.
“La cuestión económica yo creo que sí, de algún modo puede influir. Pero el problema lo tenemos con jóvenes que no tienen familias a cargo, que no son responsables de tener que llevar un plato de comida a la casa. Por eso la dejo un poquito de lado a la cuestión económica. No salió el papá de familia a robar un kilo de pan”, diferencia el comisario consultado -que prefiere resguardar su identidad- para trazar un perfil de quienes protagonizan las balaceras en los barrios mendocinos.
“La cuestión económica está afectando a todos y nos está volviendo locos a todos, pero estos hechos los protagonizan jóvenes que no tienen una carga familiar que puedan decir que estaban desesperados y salieron a robar”, sentencia.
Las Heras y Ciudad concentran la mayoría de ataques
Dependiendo del área de influencia de las gavillas, se darán con mayor frecuencia los enfrentamientos. En lo que va del año, los ataques se han concentrado barriadas del piedemonte capitalino, con el San Martín a la cabeza, y en Las Heras. En Ciudad se contabilizan dos de los ocho homicidios del año y en barrios lasherinos, cuatro. Aunque también se registraron sendos crímenes en Maipú y en Luján de Cuyo.
“En Las Heras el índice delictual no es alto en comparación, por ejemplo, con Guaymallén. Pero sí tiene una condición más violenta. Hay otra concepción, y si los tipos te tienen que enfrentar, en Las Heras no tienen problema”, distingue un experimentado policía que prefiere el anonimato. Es que en el departamento norteño son menos los hechos de inseguridad y más los “ajustes” sangrientos, al menos en estos primeros dos meses del año.
Aunque no se contabilizan como asesinatos, la balacera del fin de semana pasado en inmediaciones de la villa Güemes dejó a dos heridos, uno de ellos con muerte cerebral. Y la detención de uno de los sindicados como atacantes, apodado “Topito”, fue tan violenta que terminó con cuatro policías lesionados y tres móviles dañados por vecinos del asentamiento.
La capacidad operativa para desarticular a estas bandas y desarmarlas, además de dar rápida respuesta ante los ataques, apunta los cañones de los policías a la Justicia. “Creo que hay que agilizar el sistema de justicia. Mil veces hemos hablado de que van a librar allanamientos de forma rápida y es mentira. Cada vez es más complicado, piden más requisitos y demoran un montón”, dispara el comisario consultado.
“Hay que cambiar el paradigma garantista en la administración de justicia. Pero no para hacerla más dura, sino para hacerla más flexible en el momento de la recopilación de elementos de prueba o el secuestro de armas. A veces la información llega muy rápido, pero las armas se mueven mucho. Pero si no digo quién me lo dijo, cómo y por qué, no me dan un allanamiento, o con suerte dentro de 10 días, cuando ya el que tenía el arma la sacó, la vendió o la perdió”, añade molesto.
“Esa carencia de administración de la Justicia que tenemos hace que la gente ni siquiera denuncie. Aunque los policías le ponen ganas a su trabajo, la burocracia que se nos presenta en ese aspecto hace caer las causas”, concluye el uniformado al describir lo que, a su juicio, obstaculiza el accionar policial contra las bandas.
Las ocho víctimas fatales
El primer homicidio del año tuvo como móvil viejas rencillas de bandas. El domingo 7 de enero pasado, Federico Martín Claro fue víctima de un “ajuste de cuentas” en la puerta de una vivienda donde se había organizado una fiesta. Dos sujetos que llegaron en moto al cruce de calles Casimiro Recuero y Paso Hondo, de Las Heras, abordaron al hombre de 32 años que había ido a buscar a dos sobrinos al baile y el acompañante del rodado abrió fuego.
Un plomo quedó alojado en el tórax de Claro, quien pese a haber recibido asistencia en el hospital Carrillo y ser derivado al Central, horas después murió. El presunto asesino tiene 23 años y fue detenido una semana después cuando asistió a un turno médico en el hospital Lencinas, de Godoy Cruz. Los investigadores creen que atacó a Claro por “problemas de vieja data”, como acostumbran decir.
El 22 de enero el barrio San Martín fue escenario del segundo “ajuste” del año. Nicolás Ezequiel Carmona, de 24 años, fue ultimado de un disparo por la espalda. Su cuerpo quedó tendido en el llamado “Fuerte Apache”. Creen que un conflicto por drogas desató su final. Por el hecho fue detenido un pibe de 19 años de apellido Aveiro, oriundo del convulsionado vecindario capitalino.
Lucas Martín Lucero tenía 19 años y murió apuñalado el 23 de enero pasado en el barrio Nélida Cristina, de Maipú. Un menor de 16 años es el principal sospechoso del crimen en una gresca vecinal por problemas antiguos. Su propio hermano lo entregó.
En otra riña “por problemas de vieja data” fue ultimado en el barrio Las Margaritas, de Luján, Néstor Ezequiel Magallanes (33), quien recibió un disparo en el pecho. Ocurrió el 24 de enero en una trifulca en la que su hermano resultó herido. Los principales sospechosos del ataque fueron otros dos hermanos, a quienes vecinos les incendiaron la casa y hasta atacaron a los bomberos.
Ese mismo día, quien también falleció tras recibir un disparo, pero en Las Heras, fue Ricardo Adrián Torres. El hombre de 39 años fue atacado en su quiosco por pistoleros que llegaron en un auto y abrieron fuego, hiriendo también a la esposa y a un hijo de la víctima. Un proyectil impactó en el pecho del comerciante, quien tenía antecedentes.
La sangre volvió a correr en la Ciudad el 4 de febrero, cuando Ricardo Nicolás Balles (32) fue asesinado de una puñalada en el pecho durante un enfrentamiento entre barras del club Gimnasia y Esgrima frente a la cancha. Disputas intestinas de la barrabrava del Lobo serían el móvil.
El 12 de febrero las sirenas de los servicios de emergencias volvieron a sonar, esta vez por el crimen de un hombre de 44 años en Las Heras. Sergio Alejandro Videla estaba en la esquina de Belgrano y Doctor Moreno cuando pasaron tres sujetos y abrieron fuego. Un plomo impactó en el abdomen de Videla y otro en su brazo izquierdo. Un amigo suyo de 25 años fue alcanzado por un disparo en la pelvis. Los sabuesos de Investigaciones creen que el ataque se originó por problemas por la usurpación de terrenos o viviendas.
El último crimen desatado por una “vendetta”, aunque no iba dirigida a ella, fue el de Rocío Fabiana Flores (21), quien cursaba un embarazo de 9 meses. El 19 de febrero pasado, la joven estaba en la casa de su suegra, en Las Heras, tomando mate con ella y con su pareja, cuando llegaron dos jóvenes y comenzaron a disparar. Un proyectil dio en la cabeza de la muchacha, quien falleció poco después en el hospital Lagomaggiore.
Pese a que le realizaron una cesárea para intentar salvar al bebé que nacería en dos semanas, el pequeño también murió. Creen que el ataque iba dirigido a la pareja de la víctima, un joven con pasado carcelario acusado de haber protagonizado una balacera tres días antes.