2 de julio de 2025 - 07:35

Cómo sobreviven al frío extremo del invierno los animales que viven en los refugios de Mendoza

Con fríos que baten récords, en los refugios cientos de perros y gatos sin hogar dependen del esfuerzo silencioso de los proteccionistas que trabajan a pulmón.

Una madrugada helada, hace tres años, alguien dejó diez cachorros en la puerta del refugio Ángeles de Cuatro Patas. Era de noche, nadie los vio. Cuando llegaron los voluntarios, los cachorros habían muerto congelados. Esa escena aún conmueve a Beatriz Méndez, quien desde hace más de una década dirige ese refugio en el piedemonte de Godoy Cruz, donde hoy cuida a más de 200 perros viejos, ciegos y enfermos.

"Los tachos de agua están congelados. Este invierno ha sido complicado. No hay que esperar una nevada para actuar", advierte Beatriz, que conoce de memoria el ciclo de vulnerabilidad que se repite cada año. Como ella, Diego Sánchez, al frente de su propio refugio en Guaymallén, -donde también vive- y Valeria Centeno -rescatista independiente en la zona del Challao, en Las Heras- coinciden en un diagnóstico claro: el frío extremo solo visibiliza una crisis estructural de abandono animal que en Mendoza se enfrenta con voluntad, pero sin recursos suficientes.

Abrigo para animales callejeros

El invierno llegó con fuerza, y para muchos animales callejeros la intemperie puede ser mortal. En los refugios, las medidas de contención son precarias y urgentes. "Pedimos nylon, chapas, tela sombra, mantas. Los perros sufren el frío y no damos abasto", dice Beatriz, que junto a un pequeño grupo de voluntarios trabaja para que cada uno de los más de 200 perros tenga abrigo y comida. “En la semana somos tres. A veces, solo dos”.

Refugiados
En el refugio de Diego Sánchez conviven 150 perros con 50 gatitos.

En el refugio de Diego Sánchez conviven 150 perros con 50 gatitos.

En Guaymallén, Diego relata una realidad similar. “Hay perros que, aun teniendo casita, prefieren dormir en la intemperie. No los podés obligar. Lo que los ayuda mucho es que estén sanos y bien, alimentados”, explica. Él mismo prepara polenta y sopas calientes para reforzar la alimentación de los animales en los días más crudos. Mientras, ya piensa en lo que vendrá: garrapatas con el calor. Es decir, medicación para el verano y materiales para arreglar el cierre perimetral así los perros no se escapan.

Valeria, que no tiene refugio y trabaja desde el territorio, también redobla esfuerzos durante esta época. “En estos días de frío, tuve que ayudar a armar casas provisorias con cajas y nylon. No imaginamos que iba a ser tanto frío”, cuenta. Con la experiencia de haber visto sufrir y morir animales por hipotermia, insiste: “En muchos lugares siguen atando a los perros afuera, sabiendo que hay una ley que los ampara”.

El abandono a perros y gatos

La frustración atraviesa todos los testimonios. El abandono y la crueldad humana no solo se evidencian en el acto de dejar un animal en la calle, sino también en la negación sistemática de la responsabilidad. “La gente cree que los perros no tienen tristeza, dolor ni frío, y están muy equivocados”, dice Beatriz.

Diego, que lleva 25 años en la tarea, no oculta su pesimismo: “Hay cada vez más individualismo. La gente no se quiere involucrar. Algunos te dicen que esterilizar va contra la naturaleza. Yo entiendo, pero es la única herramienta para contrarrestar el abandono a futuro”.

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En el refugio de Guaymallén los perros conviven

En el refugio de Guaymallén los perros conviven "tranquilamente" y siempre esperan que alguna familia los adopte.

Valeria, por su parte, confiesa que ha tenido que alejarse de las redes sociales porque ver tanto sufrimiento la angustiaba. “Hay tanta crueldad que te alejás. He terminado con once perros y cuatro gatos. La mayoría de nuestro grupo ha pasado por el psicólogo con dolores del corazón”, admite.

La protección no es solo alimento

Más allá de las necesidades básicas, los tres proteccionistas insisten en que proteger es mucho más que alimentar. Beatriz tiene una política de adopciones con seguimiento médico y emocional. “Hacemos contrato de adaptación. Si alguien adopta un perro viejo, seguimos haciéndonos cargo del tratamiento y la medicación. A cambio, que el viejito tenga una familia para morir acompañado”.

Diego comparte esa filosofía. Aunque no realiza campañas masivas para evitar adopciones impulsivas, sí hace controles estrictos. “Vamos a ver la casa, pedimos que sea cerrada, que el perro no esté atado ni se use para guardia. Si tienen problemas, les pedimos que nos lo devuelvan. Acá estarán cuidados”.

Valeria también se involucra en el proceso pos rescate. “Nos mandan fotos de perros felices en su nueva casa. Eso nos alegra. Pero ya no hacemos un seguimiento como antes porque si no te amargás cuando te dicen que se escapó o que se regaló. En un momento decidimos soltar”, dice.

Deuda veterinaria y falta de voluntarios

El esfuerzo cotidiano es titánico y desparejo. Beatriz acumula deudas veterinarias mientras recibe una ayuda mínima del municipio: “Nos dan cinco turnos por mes para castración y alimentos por dos semanas. Viene bien, pero casi todo lo cubren socios que colaboran con plata, rifas y aportes”.

Diego recibe todo el alimento por donaciones y cubre gastos veterinarios con ayuda de particulares. Pero advierte que la colaboración real es escasa: “Tuvimos voluntarios que venían a sacarse fotos para las redes. Hoy solo tenemos dos o tres fijos los fines de semana”.

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En el Refugio Ángeles de 4 patas, Beatriz pide materiales para construir más cuchas así los

En el Refugio Ángeles de 4 patas, Beatriz pide materiales para construir más cuchas así los "chocos" duermen bajo techo.

La línea entre el activismo y la vida personal se ha desdibujado. Beatriz tiene diez perros en su casa. “La última vez me llevé a una perra vieja para que se muriera conmigo y no sola. Al final vivió dos años más. Ya en mi casa no me creen las excusas cuando llevo un perro”, dice, entre risas.

Diego vive en el refugio, en una hectárea cercada, donde más de 50 perros duermen con él dentro de la casa. “Los más viejos, los antisociales, los enfermos. Ya tengo 52 años y ya se siente el desgaste físico. Es agotador”.

En el caso de Valeria, el acompañamiento familiar se convirtió en una forma de sostén emocional y también de continuidad. Su hija adolescente la acompaña a dar charlas sobre tenencia responsable en escuelas. “Los niños son los que más absorben. Hace diez años el Challao estaba minado de animales; hoy se ven menos. Algo cambió”, afirma. La transmisión de valores, dice, es una de las pocas cosas que permiten imaginar otro futuro.

Menos refugio y más Estado

Aunque los relatos se ubican en distintos puntos del mapa mendocino, la sensación es la misma: no hay estructura estatal suficiente que sostenga una red de protección animal. Si bien las vacunas antirrábicas y las castraciones son gratuitas y generalmente provistas por los municipios, los recursos son escasos o mal distribuidos. La mayoría de las castraciones, atenciones médicas, abrigo y alimento se gestionan entre personas comunes, organizadas desde el amor y el hartazgo.

Mientras tanto, el invierno sigue su curso y los animales siguen llegando a los refugios de proteccionistas en toda la provincia. Y aunque las heladas pasen, la urgencia no termina. Porque, como dice Beatriz, “hay que prever; no hay que esperar una nevada para actuar. Si hubiese sido así, ya tendríamos a todos nuestros perritos muertos”.

Cómo ayudar

Ángeles de Cuatro Patas

Instagram y Facebook: Ángeles de Cuatro Patas

Alias para donaciones: CONGO.DIARIO.SAL (titular: Beatriz Méndez)

El Refugio de Diego

Instagram y Facebook: El Refugio de Diego

Alias para donaciones: ELREFUGIODEDIEGO (titular: Asociación Civil El refugio de Diego)

Mascoteras de Corazón

Contacto por mensaje directo: 2615523117

Alias para donaciones: gruta.pasion.isla (titular: Centeno María)

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