Adiós a Virgilio Roig, figura fundamental en las ciencias ambientales de Mendoza

Hay hombres que trascienden los límites de sus profesiones y ese es el caso del ingeniero agrónomo Virgilio Roig, fallecido el viernes, a los 92 años. Entre otros logros, ayudó a crear, el Centro Regional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Cricyt), en el Parque General San Martín, hoy CCT-Conicet Mendoza, el Iadiza y la Reserva de Biósfera Ñacuñan, en Santa Rosa.

Virgilio Roig, creador del Iadiza  y la reserva Ñacuñán
Virgilio Roig, creador del Iadiza y la reserva Ñacuñán

Virgilio Germán Roig, ingeniero agrónomo, naturalista y biólogo, murió el viernes dejando tras de sí una vida dedicada por entero a hacer más vivible este terreno, a veces áspero, de clima árido y semiárido, que caracteriza a nuestra provincia.

Era el cuatro hijo varón del gran pintor catalán del desierto, Fidel Roig Matóns, y de María Elisabet Simón. Sus hermanos fueron Arturo y Fidel (gemelos), Mario y el menor de todos, Enrique Franck, nacido en 1936, el único aún con vida.

Por circunstancias especiales, el campo científico pudo haber perdido un militante valiosísimo si hubieran prosperado los deseos del músico y artista plástico Roig Matóns, quien quería que Virgilio siguiera sus pasos en la pintura y la música. Sin embargo, debido a los varios años en que un niño y luego un juvenil Virgilio acompañó a su progenitor a los parajes de secano lavallino y a la cordillera donde pintaba, terminaron acercándolo a la naturaleza, su fauna y sus plantas. Y a ellas se dedicó.

En 1958, Virgilio Roig se graduó como ingeniero agrónomo en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo. Ese sería el andamiaje formativo que le permitiría a este agrónomo dotar a Mendoza de una serie de aportes que hoy resultan parte de la vida científica de la provincia, pero que por él fueron posibles.

Entre los muchos aportes, hay hitos, escenarios claves de la sociedad mendocina, que este hombre –que siguió la herencia de longevidad de sus hermanos y falleció a los 92 años– ayudó a crear. Entre los más destacados aparece, por supuesto, el Centro Regional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Cricyt), en el Parque General San Martín, que hoy existe bajo la denominación Centro Científico Tecnológico-Conicet Mendoza.

Pero ese es uno de los aportes destacados. Otras grandes, así como estratégicas, creaciones suyas, estas en asocio con su hermano Fidel Antonio, fueron el Instituto Argentino de Investigaciones de Zonas Áridas (Iadiza) y la Reserva de Biósfera de Ñacuñán (Santa Rosa).

Con este último logro se impidió la pérdida de un área altamente impactada por la deforestación, por lo cual incluso para la “salud ambiental” de toda la provincia y sus habitanes es crucial el aporte. Esta reserva se convirtió en la primera zona protegida de nuestra provincia.

Pero los aportes de Roig, resumidos en esta nota, no fueron los únicos, Ese trabajo dedicado a la provincia y a la región no le impidió concretar también una tarea más que prolífica en el exterior, y en esa estela de acontecimientos destacados, aparece el haber cumplido, entre otras tares, funciones en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).

Fue también docente en la UNCuyo. Trabajó como jefe de la Unidad de Zoología y Ecología Animal del Iadiza y se desempeñó como director científico-técnico del Zoológico de Mendoza, que cerró hace unos años como tal y se convertirá, según los anuncios oficiales, en un “ecoparque”.

Investigadores locales lamentaron su deceso, especialmente una de sus principales discípulas, Elena María Abraham, recientemente nombrada en la Academia Argentina de Ciencias de Ambiente, con quien trabajó en muchas iniciativas de desertificación y biodiversidad y a consulta de este diario, destacó la estatura notable de Roig como científico ambiental.

Al desaparecido ambientalista le sobreviven sus hijos, María del Carmen (extécnica del Conicet) y Fernando Virgilio (astrónomo con desempeño en Brasil), ambos frutos de su matrimonio con Josefina Carbone. Virgilio y Josefina fueron también padres de Adriana Elisabet, bióloga, quien falleció en 2011.

La extensa trayectoria de este cabal hombre de la ciencia es difícil de resumir. Su espíritu universal que lo llevó a preocuparse por los grandes problemas ambientales, no le impidió ocuparse de pequeñas tareas, como la formación de los alumnos, creando al menos seis clubes juveniles de ciencia en apartadas escuelas de Santa Rosa. En el primer trimestre del presente año participó como entrevistado en el documental El viaje interior. Guanacache, dedicado a revalorizar la obra de su padre Fidel Roig Matóns en la zona del secano.

Hasta hace algunos meses estaba activo, pero en las últimas semanas su salud decayó de manera progresiva. Trabajaba en la preparación de sus memorias que ocupan varios casetes grabados y que deberían ser volcados al papel o a otro formato para que quede testimonio de una vida dedicada a defender la Naturaleza y enaltecer al hombre.

En 2015, el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación lo distinguió por “su destacada labor en la investigación científica y la conservación de los sistemas naturales”.

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