Dormir mal: ¿un fenómeno que hemos naturalizado?

El sueño es considerado un componente fundamental dentro de una rutina saludable. Junto con una dieta equilibrada y la práctica de ejercicio físico regular, configuran los pilares esenciales para gozar de buena salud.

La dificultad para conciliar y/o mantener el sueño se presenta como un inconveniente persistente en una gran parte de la población. A nivel internacional, se estima que 1 de cada 4 personas tienen dificultades para dormir, y se calcula que entre un 30 y 40% de la población adulta tiene algún síntoma vinculado con el insomnio que interfiere en su vida cotidiana, afectando mayormente a mujeres y personas de edad avanzada. En el contexto actual de pandemia, algunos trabajos locales identificaron que el porcentaje de personas que refieren algún problema para dormir ha aumentado, llegando al 60% o incluso el 80% en algunos grupos de personas.

El sueño es considerado un componente fundamental dentro de una rutina saludable y junto con una dieta equilibrada y la práctica de ejercicio físico regular, configuran los pilares esenciales para gozar de una buena salud. Es por eso que los especialistas sostienen que lo recomendable es dormir entre siete y ocho horas.

En la misma línea, la falta de sueño a largo plazo puede asociarse con obesidad, diabetes, depresión y enfermedades cardiovasculares. Esto quiere decir que no es una cuestión que ocasiona solamente fatiga o malestar, sino que repercute de forma directa en la salud, afectado las actividades diarias y la estabilidad emocional.

“La privación del sueño de calidad tiene como consecuencias los cambios anímicos como mayor irritabilidad y ansiedad, decaimiento, disminución de la motivación y creatividad y la afectación de la capacidad de atención y concentración. Estas emociones pueden, a su vez, traducirse en ausentismo laboral, mayor presencia de accidentes automovilísticos, disminución del bienestar percibido, mayor probabilidad de desarrollar trastornos de ansiedad y depresión y un estado de fatiga generalizado”, comienza explicando el Dr. Pablo López, Director Académico de Fundación INECO y especialista en trastornos del sueño.

¿Cómo identificar si uno padece un problema de sueño que merece un tratamiento?

A través de estudios como la polisomnografía se pueden analizar los ciclos del sueño, lo cual permite identificar patrones anormales o perjudiciales para el sueño normal.

Máximo Zimerman, neurólogo y director médico de Cites-INECO, explica que la realización de la polisomnografía nocturna es una prueba integral que permite diagnosticar los trastornos del sueño, registrando las ondas cerebrales, los niveles de oxígeno en la sangre, la frecuencia cardiaca y respiratoria, así como los movimientos oculares y de piernas durante el estudio. De esta forma, se descartan patologías como apneas del sueño o trastornos respiratorios relacionados con el sueño, insomnio crónico sin causa aparente, conductas inusuales como sueños vívidos o movimientos, narcolepsia, síndrome de piernas inquietas, entre otras.

Otras veces sucede que las personas consultan tardíamente por el problema del sueño, lo que se asocia con una consolidación de los hábitos que son incompatibles con el mismo: hacer ejercicio a altas horas de la noche, fumar o automedicarse sin hacer control médico. En muchas ocasiones, la consulta llega luego de haber tratado otros problemas y darse cuenta que el insomnio persiste.

En estos casos, el Dr. López sugiere las llamadas “pautas de higiene del sueño”, como por ejemplo, utilizar la habitación únicamente para dormir o evitar el uso de pantallas en los momentos previos al sueño. De esta forma, el cerebro asocia el dormitorio con una actividad de descanso y no de atención; reservando esas actividades para otra parte de la casa.

“Lo que sucede habitualmente es que las personas tienden a atribuir el insomnio a otra cosa: estrés, ansiedad, ánimo decaído, entre otras cuestiones. Si bien en muchas ocasiones, el insomnio puede ser secundario a esas condiciones, otras veces es un problema por sí mismo. En ambos casos, la persona podría verse beneficiada con el tratamiento específico del sueño. Incluso, para aquellos con insomnio primario, el tratamiento cognitivo-conductual es el de primera elección”, responde el Dr. López.

En conclusión, el buen descanso puede ser la raíz de múltiples beneficios o deterioros en nuestra salud y merece la misma atención que cualquier otro chequeo médico que pueda estar afectando una rutina saludable. El verdadero riesgo ante el mal sueño es la falta de consulta.

Fuente: Consenso Salud

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