Ya sea que se trate de un chapuzón frío en un día de calor o de una ducha helada después de correr, la terapia de agua fría ha pasado de ser una tendencia viral de bienestar a una práctica con respaldo científico.
Sumergirse en un baño de agua fresca puede ser un aliado seguro para dolores musculares y reducir la inflamación.
Ya sea que se trate de un chapuzón frío en un día de calor o de una ducha helada después de correr, la terapia de agua fría ha pasado de ser una tendencia viral de bienestar a una práctica con respaldo científico.
Esta práctica es cada vez es más popular entre atletas y personas que buscan bienestar de manera natural. “La terapia de agua fría, introducida gradualmente, es una excelente práctica para mejorar el estado de ánimo, reducir el estrés y mejorar la energía y la concentración”, afirma Maria Kyriacou, M.D., doctora en medicina deportiva de atención primaria de Baptist Health Orthopedic Care.
“También puede reducir la inflamación y el dolor, lo que favorece una recuperación más satisfactoria después de entrenamientos intensos”, destaca.
El agua fría provoca vasoconstricción, lo que estrecha los vasos sanguíneos y ayuda a reducir la inflamación y la hinchazón. Esta respuesta también mejora la circulación, el suministro de oxígeno y nutrientes a los músculos, a la vez que ayuda a eliminar desechos como el ácido láctico.
Las condiciones con dolor crónico, como la artritis, la fibromialgia y el dolor de espalda crónico, también pueden responder a la terapia de agua fría gracias a su capacidad para calmar el sistema nervioso y reducir la inflamación sistémica.
A diferencia de los baños de agua helada, la terapia de agua fría no producen un extremo choque de temperaturas. De cualquier manera es crucial consultar con un médico antes de iniciar esta práctica, especialmente si se tienen problemas cardíacos, presión arterial alta o si toma medicamentos.