La combinación de todos estos trucos permite extender significativamente la vida útil y estética de la ropa.
Preservar el color original de la ropa durante el lavado requiere aplicar una serie de pasos meticulosos que, en conjunto, actúan sobre las principales variables que inciden en la pérdida de tinte: la transferencia de color y el desgaste físico de los tejidos.
- El primer paso consiste en clasificar la ropa. Se debe separar rigurosamente las prendas blancas, negras y de color. Dentro de las prendas de color, es preferible agrupar por gamas similares —tonos claros, medios u oscuros— para reducir el riesgo de destiñe.
- En los primeros lavados de una prenda nueva, conviene aislarla del resto del lavado. Se puede comprobar si destiñe sumergiéndola en agua fría con detergente: si el líquido cambia de color, debe lavarse por separado hasta que deje de soltar pigmento.
- El siguiente paso es la lectura de etiquetas, donde se especifican las condiciones óptimas de lavado: temperatura máxima, posibilidad de centrifugado, compatibilidad con lavado a máquina o necesidad de lavado a mano. Además, muchas etiquetas indican explícitamente si la prenda puede desteñir o si es necesario fijar el color.
- Una vez hecho esto, las prendas deben darse vuelta. Lavar la ropa del revés protege la cara externa del tejido, que es la más expuesta al roce.
- Para el lavado, se debe usar un detergente específico para ropa de color. Estos productos contienen agentes fijadores y polímeros dispersantes que encapsulan los tintes liberados, impidiendo su reabsorción por otras prendas.
- Los detergentes genéricos, en cambio, suelen contener blanqueadores, lo que acelera la pérdida de color. El programa elegido debe ser corto y a baja temperatura. El agua caliente debilita las fibras, activa procesos químicos indeseados en los tintes y favorece la liberación de pigmento. En cambio, el agua fría o tibia ralentiza estos procesos. Se recomienda además incorporar toallitas atrapacolor, que absorben los tintes flotantes durante el lavado y actúan como red de contención ante desprendimientos accidentales.
El secado es igualmente determinante. No hay que dejar la ropa mojada en el tambor, ya que la humedad estancada favorece el desarrollo de microorganismos y genera malos olores. Lo mejor es secar las prendas al aire libre, del revés y a la sombra. La exposición solar directa oxida los colorantes, especialmente los naturales, y produce desvanecimientos progresivos e irreversibles.
- Sobrecargar el tambor impide el libre movimiento del agua y del detergente, lo que reduce su efectividad.
- Mezclar ropa nueva con prendas antiguas puede producir tintura cruzada en los primeros lavados. También conviene tener precaución al planchar: se recomienda hacerlo del revés y a baja temperatura. En prendas delicadas o con colores intensos, se puede interponer un paño entre la plancha y el tejido.
Si una prenda ha desteñido o ha transferido color a otras, existen en el mercado productos restauradores que ayudan a recuperar los tonos originales o a eliminar manchas no deseadas. Por eso, la separación cuidadosa sigue siendo el criterio más fiable.