Cannabis: los inversores esperan por la inminente regulación formal

Hay varias iniciativas a la espera de una menor incertidumbre legal para poder incursionar en el negocio. Advierten que la prohibición para importar semillas es un limitante que se debe resolver lo antes posible.

Así trabajan con cannabis medicinal en Jujuy.
Así trabajan con cannabis medicinal en Jujuy.

Cuando en la provincia se aprobó la ley que promovía el desarrollo de proyectos productivos de cannabis con fines medicinales, surgieron varios interesados en invertir en este cultivo. Sin embargo, poco después se conoció que en Nación también se estaba trabajando en una normativa regulatoria y las iniciativas se detuvieron a la espera de reglas claras.

La ley nacional 27.669, que se aprobó en mayo, estableció un marco regulatorio para el desarrollo de la industria del cannabis medicinal y el cáñamo industrial. El Ejecutivo tenía 180 días para reglamentarla, que se cumplen este mes, por lo que tanto desde el sector privado como desde el Gobierno provincial aguardan atentos lo que determine esa reglamentación.

Al momento de la promulgación, el Ejecutivo nacional señaló que inauguraba una nueva industria, con la que se esperaba generar 10.000 puestos de trabajo en los próximos 10 años, U$S 500 millones en ventas al mercado interno y U$S 50 millones de exportación. El entonces ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, resaltó que se iba a contar con un marco adecuado para poder producir en escala con calidad y trazabilidad, y promover desarrollo regional con una fuerte presencia de PyMEs, de cooperativas y de emprendedores.

Proyectos a la espera

Virginia Coraglia, responsable de la Unidad de Control de Cannabis en la provincia, indicó que hay dos proyectos ya presentados, con superficies variables según se trate de un cultivo indoor (en invernadero) o outdoor (al aire libre), pero que hay varios inversores más que están a la espera de la reglamentación para concretar la presentación.

Es que la normativa provincial había establecido una serie de protocolos para el desarrollo del sector privado que ahora, con la aprobación del marco regulatorio nacional, quedarán sin aplicación, ya que los proyectos deberán ajustarse a los requerimientos de la legislación de Nación. De todos modos, Coraglia resaltó que la nueva ley prevé la autorización provincial y que los expedientes que ya están en marcha avanzarán más rápido.

La encargada de la unidad de control explicó que existen cuatro normas: una nacional y una provincial -27350 y 8962- que abordan el uso medicinal de cannabis y la investigación, y otras dos, también nacional y provincial (27669 / 9298), que se enfocan en el cultivo de esta planta como una actividad productiva, tanto con fines medicinales como el industrial en el caso del cáñamo.

Cecilia Cesari, investigadora de la Estación Experimental Agropecuaria Mendoza INTA, comentó que, desde fines de 2020, han acudido al organismo muchas personas a consultar por cannabis, tanto para saber cómo pueden reconvertir una determinada extensión que tienen con otro cultivo a éste o para preguntar cómo se consiguen semillas. “Además, hay viveros interesados en producir plantines, pero todo está en compás de espera hasta que surja la reglamentación”, aclaró.

Ricardo Córica, de la Cámara de Empresarios de Cannabis Mendoza (Cecam), resaltó que la nueva ley establece que se van a otorgar licencias a los privados para el cultivo de cannabis medicinal y cáñamo industrial. Sin embargo, indicó que aún no saben qué va a hacer la provincia ni qué pasará con los protocolos que ya había establecido. Por eso, planteó que, si bien hay muchos interesados en invertir en este cultivo, nadie va a hacerlo hasta que no se esclarezca el panorama.

En este sentido, comentó que el Gobierno de Mendoza estableció una serie de regulaciones que hacen casi inviable la producción, como la obligación de tener un doble vallado perimetral, una empresa de seguridad privada las 24 horas, colocar malla antigranizo e instalar riego por goteo. Córica señaló que a ningún otro cultivo se le exigen estos últimos dos elementos. “La cantidad de proyectos que se concreten dependerá de las nuevas pautas”, aseguró. Es que la tela, por ejemplo, cuesta 10 mil dólares por hectárea y si sigue siendo un requisito obligatorio, se achican las posibilidades.

De hecho, recordó que la ley tenía como objetivo ampliar la matriz productiva de la provincia y que pequeños productores se pudieran dedicar al cultivo de cannabis o reconvirtieran una pequeña superficie que tuvieran con otros cultivos. Sin embargo, este espíritu original se vio cuestionado por los requerimientos, que hacen que sea necesaria una inversión importante. Esto, debido a que se ha abordado como si fuera una droga, cuando la ley sólo permite el cultivo de variedades que tienen muy baja presencia de THC (que tiene efectos psicotrópicos) y alta de CBD (que se utiliza con fines medicinales).

Córica destacó que ya existe una crema con cannabis, que se está vendiendo en las farmacias, pero que para su producción se están importando insumos, pese a la falta de divisas en el país. “Con la falta de definiciones se alienta el mercado negro, ya que éste no es el único producto que se puede conseguir. Se encuentran otra clase de productos, aunque no de modo legal”, apuntó.

Joaquín Barbera integra el directorio de Terraflos, un holding de cannabis que fue creado por el ideólogo de Invertir Online y exlegislador Facundo Garreton, y señaló que casi toda la inversión del grupo está fuera del país -la más importante en Colombia-, aunque recientemente adquirieron una firma local de biotecnología y proyectan su expansión para el segundo trimestre de 2023.

Sin embargo, aún no invierten en el país porque, si bien se aprobó la ley nacional, aún resta la reglamentación y la constitución de la Agencia Regulatoria de la Industria del Cáñamo y del Cannabis Medicinal (Ariccame). Barbera sumó que Mendoza tiene una ley muy buena, que también fue bien reglamentada, pero casi todo depende de Anmat, ya que sin la autorización de ese organismo no se puede vender en el mercado interno ni exportar. De ahí que optaron por no invertir hasta que no existan reglas de juego claras.

Por otra parte, explicó que existe un problema con las semillas, porque no hay ninguna registrada en el país, por lo que para cultivar es necesario importarlas y eso está prohibido para los privados (sólo están autorizados los organismos estatales para la investigación o quienes integran el Registro nacional de personas autorizadas al cultivo controlado con fines medicinales y/o terapéuticos). El joven empresario sumó que cree que Mendoza tiene un gran potencial para esta producción, pero que se necesita tener claridad y que se sigue sufriendo de falta de federalismo.

Con respecto a esto, Coraglia coincidió en que el régimen para importación de semillas era un obstáculo para la actividad privada, pero que se han empezado a anotar semillas en el Inase para la producción nacional y que seguramente surgirán más en poco tiempo, lo que permitirá dinamizar los proyectos comerciales.

Un cultivo noble

Cecilia Cesari comentó que Mendoza tiene condiciones climáticas que pueden favorecer el cultivo de cannabis. “La amplitud térmica favorece la adaptación de ciertas especies, lo que permite lograr mejores rendimientos, y la menor humedad relativa ofrece una ventaja en cuanto a la menor probabilidad de aparición de enfermedades fúngicas y bacterianas, en comparación con otras zonas del país”, detalló. Por otra parte, señaló que se trata de una especie muy noble, que tiene un bajo requerimiento de agua y se adapta a condiciones extremas, como los suelos con salinidad.

La investigadora explicó que hay mucho conocimiento por parte de los cultivadores inscriptos en el Reprocann, pero no es científico, por lo que, en cuanto la ley permitió la investigación -antes de eso, no tenían permitido tomar contacto con material vegetal-, el INTA avanzó en este sentido. Actualmente, el instituto tiene 25 proyectos distribuidos en todo el territorio nacional, con el fin de promover, en articulación público-privada, la expansión de la cadena de valor del cannabis medicinal y avanzar con el estudio del cáñamo industrial.

Para resaltar la importancia de esto, planteó que hay variedades que se producen con un determinado contenido de CBD y THC, pero cuando esa semilla se planta en un lugar determinado, las condiciones climáticas y el manejo del cultivo pueden cambiar los factores genéticos. Por eso es necesario estudiar cómo se adaptan las variedades a distintos entornos y qué modificaciones se producen.

Coraglia, por su parte, indicó que la planta funciona como un remediador de suelos, porque las raíces absorben los metales pesados, como el arsénico. De hecho, se debe tener mucho cuidado con el sitio que se elige para su plantación cuando el uso va a ser medicinal (no así del cáñamo industrial). Uno de los usos que se está estudiando en este sentido es el de utilizarlo en la rotación de cultivos con la soja, para eliminar el glifosato. Pero destacó que se requiere de una gran cantidad de estudios, como también para conocer de qué manera se va a comportar en Mendoza.

La coordinadora del programa de cannabis del Iscamen, Flavia Gil, señaló que se trata de un cultivo muy influenciado por las condiciones climáticas, por eso “los de alta calidad suelen producirse en condiciones ultra controladas de temperatura, humedad, riego, luz y agua”. Esto, porque los cambios en estos factores provocan modificaciones significativas en el contenido de ciertos compuestos. De ahí que, para llegar a un producto estable se manejen estas variables de modo muy preciso. Esto, más allá de la genética.

En este sentido, comentó que la planta sobrevive en diversas condiciones. De hecho se pueden ver plantaciones en La Rioja, expuestas a vientos calientes, lo que lleva a pensar que podría cultivarse también al aire libre. Sin embargo, insistió que, para alcanzar una muy buena calidad, el cultivo es exigente. Y coincidió en que hay muchos estudios sobre el cannabis, pero sin soporte académico, por lo que su cultivo no era legal.

La normativa vigente en la provincia establece que la superficie mínima para producción es de media hectárea. Gil acotó que es intensivo en mano de obra, pero que es de ciclo corto, por lo que, en determinados casos, se puede cosechar después de cuatro meses. Otros hablan de tres cortes anuales cuando se cultiva indoor. Y la floración depende de la cantidad de horas de luz, por lo que la iluminación es clave en el proceso.

En cuanto a sus usos, detalló que se debe avanzar en la investigación del medicinal, para conocer qué compuestos sirven para el tratamiento de determinada enfermedad, en qué concentración y de qué manera se puede aplicar (hoy sólo está reglamentado para la epilepsia refractaria). Pero sumó que las semillas son alimento, que el aceite se puede usar para la elaboración de cremas y que también se puede utilizar para tratar problemas neurológicos en animales. Mientras que el cáñamo industrial es una fibra con diversas aplicaciones, desde el sector textil a la construcción.

Joaquín Barbera comentó que, si bien Mendoza tiene un buen clima para cultivar cannabis, es muy importante la construcción de un laboratorio. Esto, porque la flor se termina transformando en un commoditie en aquellos países con gran producción, aunque los laboratorios suelen tener sus propios cultivos para garantizar su cierta calidad.

Asimismo, detalló que la cadena incluye la producción de semillas, el cultivo, la extracción del aceite y concentrado, y el laboratorio de manufactura que transforma ese extracto en aceite o pomada. En cuanto a la inversión que demanda la construcción de un laboratorio de extracción pequeño, pero que se ajusta a las normas GMP (Good Manufacturing Practices), estimó que parte de los U$S 10 millones (calculado a valor blue). Y si bien estas instalaciones no son de mano de obra intensiva, sí favorecen la aparición de proveedores de diversos suministros.

Investigación

Antes de fin de año el Iscamen inaugurará un laboratorio que tiene como finalidad inicial fiscalizar el proceso productivo a través de tres herramientas: una medición rápida, un equipo de HPLC (Cromatografía Líquida de Alto Desempeño) -para determinar el contenido de cannabinoiedes- y un análisis de residuos de plaguicidas.

Flavia Gil indicó que esperan poder incorporar la detección de metales pesados y la extracción de aceite. Asimismo, han montado, en la planta del Iscamen en Santa Rosa, un invernáculo y han destinado una superficie al aire libre para cultivar cannabis. En este proyecto de investigación vienen trabajando con el INTA, el Conicet, el INTI.

Gil explicó que la ley provincial prevé que los productores que vayan a dedicarse al cultivo de cannabis como una actividad económica se inscriban y su proyecto sea evaluado por la Unidad del Control de Cannabis. Una vez que obtengan el visto bueno, el Iscamen será el encargado de verificar que se cumpla con el contenido admitido de THC y el de CBD.

Historia

El cannabis ingresó a la Argentina con la población africana que llegó al continente por el mercado de esclavos. Además de usos medicinales, era relevante para la actividad agrícola. Existen registros de la época colonial que muestran su uso en la elaboración de telas y cuerdas para la navegación. El primer censo nacional de 1869 mencionaba la existencia de una industria cañamera, liderada por la Compañía del Cáñamo Argentino en el departamento de Tunuyán.

El apogeo del cultivo de cáñamo tuvo lugar entre las décadas de 1920 y 1970, pero luego comenzaron a aparecer distintas restricciones que no diferenciaron entre variedades. Cesari resalta que, más allá del “fantasma” de los efectos recreativos, la discusión actual sobre el cannabis se centra en sus potenciales efectos terapéuticos.

Los compuestos cannabinoides se encuentran repartidos por toda la planta -excepto en las semillas- y la concentración es máxima en flores y frutos, y muy baja en hojas y raíces.

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