Poemas para los niños de las ciudades de Alfredo Bufano

Este libro reúne una serie de materiales heterogéneos en cuanto a su factura métrica, lo que da cuenta una vez de la diversidad formal como rasgo característico de la poesía de Bufano.

Alfredo Bufano también influyó con su literatura en las lecturas para niños.
Alfredo Bufano también influyó con su literatura en las lecturas para niños.

En la Introducción a “Apuntes para una bibliografía de literatura infantil y juvenil de autores mendocinos: Primera parte (AF)”, Brenda Sánchez, su autora, manifiesta que “Mendoza tiene una rica trayectoria en cuanto a la producción de literatura para niños” (15 de setiembre 2013). Como punto inicial de esta trayectoria puede señalarse, indudablemente los Poemas para los niños de las ciudades, publicados por Bufano en 1935.

Este libro reúne una serie de materiales heterogéneos en cuanto a su factura métrica, lo que da cuenta de la diversidad formal como rasgo característico de la poesía de Bufano. De todos modos, en las diferentes composiciones vemos reflejadas varias de las características de la poesía infantil tradicionalmente enunciadas, sobre todo la preeminencia del ritmo, la musicalidad… y sobre todo, las puestas de relieve por Elsa Bornemann: el animismo y la presencia de lo maravilloso, la dimensión onírica, la apelación a la fantasía, la referencia al juego y al humor.

Como señala Gloria Videla de Rivero en el “Estudio preliminar” a la edición de las Poesías Completas (1983): “El poeta deja aflorar en esta línea de su creación su veta humorística, muy presente en su vida cotidiana y en su epistolario […] Al humor se une una delicada fantasía, un gran sentido del ritmo y la sonoridad […] Llama la atención el uso riquísimo de un lenguaje que se selecciona, ya por sus valores fónicos, ya por su cotidianidad […] ya por su delicadeza […] ya por su sabor arcaico […] ya por su extrema rareza” (93).

El volumen se compone de dos secciones: la primera, llamada “Pirimpilo y Flordeluna” y la segunda, “Baladas y canciones”; de ellas, la inicial es paradójicamente, la más diversa desde el punto de vista formal pero la más unitaria en cuanto a su contenido, que gira alrededor de las dos figuras aludidas por el título.

Tomadas en su conjunto, las composiciones tituladas “La vara de Pirimpilo”; “Flordeluna”; “Balada del lobo, la niña y el ángel”; “El rapto de Flordeluna” y el poema dramático “Las bodas de Flordeluna y Pirimpilo” pueden leerse como distintos episodios de un cuento de hadas tradicional. En primer lugar, encontramos representados los principales roles actanciales de esta forma narrativa: el héroe, el agresor o villano, y la princesa, figuras delineadas con imaginación, ternura y humor. Este último recurso se pone especialmente de manifiesto en la figura del “ogro Panqueque”: “Don Paco Panqueque montado en su jaca, / al hombre el trabuco y al cinto la faca” (1983: 699).

Pirimpilo, por su parte, es “gracioso y pequeño”, y su arma es “una vara / la Vara del sueño / con la que a cien ogros ya ha hecho morir” (ídem). Acaudilla a un nutrido grupo de seguidores: “faisanes y grullas, gaviotas y ranas, / milanos, pingüinos, halcones, iguanas, / un pavo real y un gran marabú […]” (1983: 701). Notemos aquí la gran riqueza de vocabulario, el despliegue de “erudición faunística” de que hace gala nuestro autor.

La presentación de Floredeluna, en cuartetas hexasilábicas, pinta un pequeño ser etéreo; el encarecimiento de su belleza es hiperbólico: “El lirio y la rosa, / el agua y la perla, / de pena envidiosa / suspiran al verla” (1983: 703). Pueden destacarse igualmente los valores fónicos del verso, que se valen de la reiteración: “Copito de nieve /…/ lindo copo leve”; de la comparación con elementos de la naturaleza: “mejilla encarnada / como la grosella” y, como es común en los cuentos infantiles de la continuidad o compenetración del mundo humano con la naturaleza: “Piedras de colores / le dan colorines, / y los picaflores / le hacen escarpines” (ídem).

Además de los personajes, se dan también en este conjunto de poemas las principales funciones (acciones de los personajes definidas desde el punto de vista de su significación en la trama) codificadas por Propp para los cuentos, aunque divididas en las distintas composiciones de esta sección. Ahora bien, la principal acción estructurante de los cuentos maravillosos y que, en rigor, explica su dinamismo es el “daño o fechoría” perpetrado por el agresor hacia algún ser inocente, generalmente una doncella. En este caso, en los poemas titulados “Balada del lobo…” y “El rapto de Flordeluna” se nos narran sendas agresiones de que es víctima la protagonista.

En la primera de ellas el agresor es “un lobo, lobazo, lobuno y lobero / mitad alquimista, mitad hechicero, // y naturalmente, medio distraído” (1983: 704), que sorprende a la niña que se ha quedado dormida mientras tejía “una cofia de oro para su abuelita”, lo que nos trae inmediatamente a la memoria un verdadero clásico de la literatura infantil como es “Caperucita roja”, solo que aquí el salvador es “un ángel que oyera las voces que daba / la niña que el lobo feroz se llevaba” (1983: 705). Sobreviene así un desenlace en cierto modo jocoso, cuando la niña es trocada, milagrosamente “entre las fauces de la bestia, en rosa”.

El segundo de los incidentes tiene lugar en el mar y da ocasión para que el poeta despliegue abundantes conocimientos relacionados con el mundo acuático, como esa “extraña y tremenda baraúnda / de tremielgas, / caribes y esturiones” y muchos otros peces de naturaleza agresiva en general, totalmente desconocidos para el lector común.

La última de las funciones establecidas por Propp para los cuentos maravillosos, infaltable en todos ellos, es la boda entre el héroe y la niña, a la que Bufano dedica todo el “poema dramático” ya mencionado. Se trata de una extensa composición en metros muy variados, a la que concurre la imaginaría del cielo, la tierra y el mar a través de la diversidad de personajes que protagonizan el “acto único – Escena única” presentado por el poeta. Se trata tanto de personajes colectivos: “Coro de flores”; “Coro de hormigas”, como individuales: “Una cigarra”; Un búho”… y de diversa procedencia: “Un hipocampo, embajador del mar”; “Un moscardón, embajador de las selvas”; “El viento”; “La Primavera”; “Una nube”, “Aldebarán, embajador de las estrellas” y su séquito celestial (Casiopea, Los Lebreles, Las Osas…), “El Gallo heraldo”… Cada uno de estos personajes declama su parlamento para anunciar el presente que trae a la recién desposada.

En estas composiciones de Bufano son notorias todas las características de la poesía infantil entendida como un objeto estético, destinado a estimular la imaginación infantil a través de la riqueza de su vocabulario, extraído de los más diversos registros; por la gracia de sus imágenes, principalmente visuales y auditivas, y la variedad de tonos, que no escatiman el encarecimiento afectivo ni la nota humorística.

Dentro de la continuidad de recursos que puede detectarse respecto del resto de su obra, destacan aquellos más característicos de la poesía infantil: imágenes llenas de colorido, movimiento y musicalidad, la animización de elementos naturales que crea una delicada atmósfera de convivencia franciscana entre el hombre y la naturaleza; las hipérboles que, según destaca Mera Andrade (2015: 23), se relacionan con “el plano del absurdo, tan común en el mundo juego-creación del niño”; los diminutivos con señalado valor afectivo, al igual que las interrogaciones y exclamaciones que confieren gran fuerza a la expresión.

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