La Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas (Capif) dio a conocer recientemente la lista de nominados para la edición 2025 de los Premios Gardel, cuya ceremonia se realizará el próximo 28 de mayo en un lugar aún no confirmado. Sin embargo, la noticia no generó entusiasmo sino desconcierto y enojo en una parte significativa de la comunidad musical: este año, el chamamé quedó completamente fuera de las 51 categorías que integran la premiación.
El gesto, que para algunos puede parecer menor, encendió una fuerte reacción encabezada por una de las figuras más representativas del género: el músico misionero Chango Spasiuk. “La decisión de dejar fuera el rubro de ‘Chamamé’ en los Premios Gardel en esta edición 2025 es preocupante ”, escribió en su cuenta de Instagram, junto a una foto donde se lo ve serio, con su inseparable acordeón. Su mensaje no tardó en viralizarse y avivó el debate sobre la representatividad y el lugar que ocupan las músicas tradicionales en la industria discográfica argentina.
La justificación oficial brindada por Capif resultó insuficiente para calmar los ánimos. En un comunicado firmado por su presidente, Diego Zapico, la organización sostuvo que los Gardel “celebran el arte y la pasión de la música argentina” y que buscan “visibilizar el increíble talento de nuestros artistas”. Además, definió los premios como un “faro de reconocimiento” y “una sinfonía de voces, sonidos y emociones que reflejan la riqueza cultural de Argentina”. Pero para quienes defienden al chamamé como parte fundamental de esa riqueza, el discurso suena hueco.
“No sólo invisibiliza a este género y a sus exponentes, sino que también demuestra una falta de memoria y respeto a la rica historia y tradición musical que ha sostenido a la industria discográfica durante décadas”, denunció Spasiuk, con palabras que resonaron como una cachetada al progresivo desinterés que las instituciones parecen mostrar hacia las músicas de raíz (y el recuerdo del comentario despectivo hacia el charango por parte de Miguel Ángel Pichetto fue recordado también por muchos). Su reclamo no es solo simbólico: la exclusión de esta categoría afecta directamente a músicos, intérpretes, compositores y productores independientes que encuentran en estos espacios una de las pocas vitrinas de visibilidad nacional.
El chamamé, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2020, representa mucho más que un género musical: es una expresión viva del Litoral argentino, un legado cultural que trasciende generaciones. “Es importante reconocer que la música argentina es diversa y rica en expresiones y géneros”, advirtió Spasiuk.
“No olviden una frase histórica impresa en la contratapa de las producciones: ‘El disco es cultura’”, recordó Spasiuk al cerrar su publicación. Con esa frase buscó no solo apelar a la memoria, sino también reinstalar el valor simbólico que históricamente tuvieron los Premios Gardel como instancia de reconocimiento para todos los rincones del mapa musical argentino.
La indignación crece en redes sociales, donde artistas, periodistas y oyentes coinciden en la necesidad de rever los criterios de selección y volver a incluir al chamamé en futuras ediciones. El reclamo es claro: sin inclusión ni representatividad, los Premios Gardel corren el riesgo de convertirse en una celebración cada vez más alejada de la música real que late en las provincias, en los festivales populares y en los pequeños estudios donde aún se graba con pasión y convicción.