28 de junio de 2025 - 15:06

Fabián Vena se pregunta "Quién soy yo": la obra que le permite decir lo que no se anima, sus pasiones y lo mal que la pasó con la fama

El actor dirige y protagoniza este unipersonal que se presenta en el teatro Mendoza el 5 de julio. En la charla cuenta que se enamoró de la obra y dice, como su personaje, que somos "deliverys de pensamiento". Dónde conseguir entradas con descuentos.

Se hace un lugar en medio de una clase, de un ensayo. Se pone cómodo detrás de un escenario, para hablar mejor, concentrarse, encontrar las palabras apropiadas. Fabián Vena se dispone a hablar con nosotros, pero, a la vez, parece que el que lo hiciera es el personaje que anima en Quién soy yo, la obra que protagoniza y dirige desde hace dos años y de la que se declara absolutamente enamorado. Escondido, desde la paz de lo secreto, el actor, con tanta pasión como lucidez, comparte con Los Andes los entresijos, hallazgos y virtudes de esta pieza escrita por Daniel Cúparo y Carlos la Casa, que Vena trae para una nueva función en la provincia, que será el próximo sábado 5 de julilo, a las 21, en el teatro Mendoza (San Juan 1427, Ciudad).

¿De qué va la obra, que lleva por título Filosofía clandestina y que simula una clase oculta en la que se repasan algunos de los temas vitales, de esos que nos desvelarán siempre a los humanos racionales, a los “seres en el mundo”, como dijera Heidegger. No hay otra mejor manera de saberlo que en las palabras del propio actor y por eso le preguntamos que hable de esta obra llevada adelante por la productora mendocina Team 22 y que ganó el Premio Estrella de Mar en el rubro Música Original, además de ser nominado también como Mejor Unipersonal en 2024.

—Hablemos de la obra, como si no supiéramos nada de ella. ¿Cómo definirías a Quién soy yo?

—Es una propuesta de alguna forma original, porque unir la filosofía y el teatro parecería raro, si bien tienen muchos puntos en común. La filosofía y el teatro son actividades que claramente se encargan de hacer preguntas que no siempre tienen respuesta. Las respuestas, a lo sumo, aparecen después de la función.

—La filosofía a veces es vista como algo inaccesible…

—La filosofía es plantear tu propia manera de mirar al mundo. Así y todo la filosofía está más cerca de lo que uno cree, cuando uno se interna en el mundo de la filosofía, pareciera que es para eruditos… y lo es. Sólo que lo que proponemos es tamizarla por el lenguaje teatral, y nuestra obligación es la de transformar esos textos en algo netamente teatral. En ese lenguaje aparece no sólo la necesidad de una estructura dramática, sino de otras cosas: música, lenguaje, escenografía, luces… Todo está combinado para que funcione en Quién soy yo como una comedia. Esto me parece importante resaltarlo, ya que el humor permite entrar más fácilmente en los temas. Todo eso se combina para un unipersonal con un ritmo vertiginoso, que no te deja respirar y donde el humor es protagonista. La dinámica permite que el espectador siga ahí sin que se le aparezca otro pensamiento.

—¿Y cuál es esa historia que se cuenta?

—Tiene que ver con un profesor de Filosofía al que echan de la facultad y por eso decide dar clases clandestinas. Son sus alumnos los que se encargan de buscar esos lugares para sus clases. Y la obra plantea el momento en que entra a oscuras y se da cuenta de que citaron la clase en un depósito de la Facultad de Medicina Todo está preparado en Quién soy yo en ocho partes, como si fueran bolillas de una materia. La primera cuenta el por qué de la clandestinidad, por qué lo echaron de la facultad y al toque empieza a dar la clase. Y eso consiste en el análisis de cuatro virtudes humanas y luego una más, que él señala como propia y es integradora de todo lo anterior. En la obra conspira todo para algo que termina siendo fabuloso, por lo que me dice la gente cuando termina cada función.

—¿Cómo te llegó la propuesta y qué sentiste al leer el texto?

—Me llegó para dirigir. Podía tener otro actor y a las 48 horas yo ya tenía ideas con un músico y cosas en la cabeza de cómo tenía que hacerse, de cómo tenía que ser el despliegue teatral, la decisión de que fuera llana sin perder la calidad de la propuesta. Y me dije que eran ideas demasiado personales para “vendérselas” a otro actor, así que me las vendí a mí mismo. Tenía experiencia en el espectáculo anterior (Conferencia sobre la lluvia). Y me abalancé. Todo pasó porque me enamoré de esta propuesta. Siempre me fascinó la filosofía y eso influyó, como con el otro unipersonal. Tal vez tiene que ver con los placeres frustrados míos: me hubiese encantado ser escritor, literato. Y me hubiese encantado estudiar filosofía.

—La clase de filosofía que da este profesor expulsado de la facultad es en un sótano. Antes la filosofía estaba en el ágora, en las plazas, pero ¿hoy el dedicarse a pensar incomoda en general si se lo hace muy a la vista? ¿Sentís que el filósofo sigue siendo el tábano de la sociedad, como se decía de Sócrates?

—Sí, por supuesto. Todo hoy conspira para que nadie se anime a elaborar un pensamiento propio. Este profesor lo expresa de manera iracunda en la obra. Dice que él no enseña a pensar porque nadie piensa: somos pensados. En un momento de la obra dice que somos “el remís de otros pensamientos”. Somos un delivery de pensamientos ajenos, que se nos incorporan por vía de la sociedad, de los padres, del político de turno. Entonces el tipo realmente pega un grito al respecto, para alertar de que es muy difícil pensar y para eso hay que primero saber no pensar. La obra así genera un juego filosófico que te permite ver que lo que emitimos tiene que ver con lo que escuchamos y no con lo que pensamos, y que la búsqueda de la verdad es una construcción. Hoy hay un sistema que modifica el pensamiento humano, un momento en que parece que no conviene pensar. Hoy el “avance”, entre comillas, tecnológico lo que termina haciendo es alienarnos.

Fabián Vena
Fabián Vena dirige y protagoniza la obra Quién soy yo. Filosofía clandestina.

Fabián Vena dirige y protagoniza la obra Quién soy yo. Filosofía clandestina.

—Pero, a la vez, tu obra demuestra que la gente está ávida al menos de esta invitación a pensar que puede representar una obra teatral con temática filosófica. ¿Lo ves así?

—Te lo corro de foco. La gente se sorprende con el espectáculo y le queda la cabeza hecha un barullo hermoso. Pero termina la clase y cada uno vuelve a su quilombito. Lo que yo creo es que el crédito se lo lleva con mayúsculas el Teatro, no la temática filosófica solamente. El ir al teatro es un fenómeno cultural que invita a pensar. No hay lugar en el país donde no haya un teatro, donde el teatro no esté incluido en todas sus variables. Desde unas clases o el evento de un pueblo hasta la sala más cuidada. La bonhomía que sigue teniendo el teatro es parte de nuestra cultura profunda. El teatro es una fiesta de todos y para todos, es una donde en la entrada no te piden documento, ni definición de género, ni filiación política ni religión. El teatro iguala de esa forma. Uno puede disfrutar un cuadro y lo aprecia más si conoce, pero también el que no conoce puede sentirse conmovido.

—Mencionabas recién el peso que tiene la música, la puesta y todo lo demás, pero es una obra unipersonal, al fin. ¿Qué representa este desafío en particular?

—El más grande en mi caso es siempre darle prioridad a lo que se va a contar. El “cuento” e esta obra me parecía fascinante y lo que decía el personaje del profesor también. Siento que termina de completar lo que yo pienso o dice cosas que me gustaría pensar y no puedo decirlas. El personaje articula cosas que a mí me gustaría compartir. Eso se traduce todo al simple hecho de que me enamoré de esta obra. Es tan difícil sacar el culo de la silla para hacer teatro… no sólo desde lo económico, sino del tiempo y del riesgo de que sea un fracaso. Este espectáculo me llevó seis meses de armado y al día del estreno se llega con la duda de no saber si funcionará o no. Eso es una tómbola que está en juego siempre. Pero si no me enamoro es difícil que me pueda mover de la silla. Ahí entra todo, el amor por compartir material que, encima, nos quedó divino. Estamos orgullosos de lo que hicimos.

—Miremos un poco tu carrera. ¿Cómo ves ese recorrido profesional cuando mirás hacia atrás, si es que lo hacés?

—Soy de ese grupo minúsculo de privilegiados, no sólo de mi profesión, sino de aquellos que pueden llevar adelante su vocación. Eso es para estar de fiesta. Si encima he tenido la chance de tener esa bendición de haber participado de programas de TV, de películas, de obras que llegan a la gente y de que el público reconozca tu laburo con cariño, ya ahí estoy en un rango de bendición que se torna casi espiritual, casi religioso. Por otra parte, mi fascinación por salir a buscar aquello que no tengo aprendido me lleva a un recorrido más complejo. Yo termino de hacer un drama y me lanzo a la comedia. Si no hice una tragedia, toca hacerla. Salgo a buscar lo que me estimula. El actor estimulado es el actor que crea.

—Estás haciendo teatro con éxito, y en este momento, a este arte en la Argentina se lo ve amenazado por las medidas gubernamentales que apuntan a disolver, por ejemplo, el INT. ¿Cuál es tu posición a este respecto?

—En términos administrativos e institucionales no conozco tanto. Sí hay que decir que todo lo que vaya a tratar de incentivar alguna actividad como la del teatro es importante, es algo que no tiene que ser destruido. ¿Por qué destruir los valores que tiene una actividad artística? Igual no me llama la atención que pase: siguen echando nafta a todo para incendiar los valores más arraigados en el país. Pero también lo miro con sorna, con una risa con bilis: si se meten contra el teatro van a perder. El teatro tiene más de 2.000 años y en nuestro país es muy importante. Somos un ejército demasiado grande.

Fabián Vena
Fabián Vena dirige y protagoniza la obra Quién soy yo. Filosofía clandestina.

Fabián Vena dirige y protagoniza la obra Quién soy yo. Filosofía clandestina.

La exposición a la fama

Como el mismo Fabián Vena lo reconoce, él es un actor exitoso y popular. Así que lo invitamos a hablar de cómo se lleva con esa popularidad.

—Sos un actor popular y no sos el único artista de la familia, ya que tu esposa, Paula Morales, también lo es. ¿Cómo te llevás con el resguardo de la vida privada? Desde afuera, pareciera que lo manejás muy bien y te pasa de largo.

—Pero no sabés lo mal que la pasé. Hay algo ahí que nadie te enseña. Yo tuve una exposición grande y fuerte muy joven. A mí me ha salvado mucho la educación. Siendo tan joven, tan poco formado, lo de la exposición lo sufría y no sabía cómo manejarme. A cada uno le pega como le pega y cada uno tiene su manera de afrontarlo. La figura pública no es algo que me gané ni conseguí, es algo que me otorgaron. Y a eso hay que darle el mayor de los respetos. Pero al estar tan enfocado siempre en lo que importa para mí, el rol que asumí en la sociedad siempre fue el de mi laburo. La prensa ya sabe que si no hablo de laburo, que ni me llamen. Soy aburrido, incluso. No tengo interés sobre la vida privada de las personas y hasta me da pudor, porque la vida privada es eso. Pero, a la vez, hay algo importante: no tengo nada que ocultar de mi vida familiar.

Entradas para obra de Fabián Vena

Las entradas para la obra Quién soy yo están disponibles en Entradaweb, con los siguientes precios:

Baja: $20.000

Palcos Altos: $22.000

Platea Alta: $18.000

Pullman: $18.000

Los socios de Los Andes Pass tendrán el beneficio de 2x1 accediendo a través de este enlace.

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