Un gol, un número 7 en la espalda, una rodilla en el césped y un dedo al cielo. En su primer partido como titular en River, Maximiliano Salas no solo se estrenó en la red: también revivió una de las postales más queridas por el hincha millonario. Tras marcar ante Platense en el estadio Monumental, el delantero recreó el icónico festejo de Marcelo Salas y desató una ola de emoción y recuerdos en las tribunas.
La imagen fue inmediata: al ver al nuevo atacante arrodillado, cabeza gacha y señalando hacia el cielo, muchos recordaron al Matador chileno, figura insoslayable de los años dorados de River en los ‘90. El homenaje no pasó desapercibido: el propio Marcelo Salas compartió el video en sus redes sociales y dejó un mensaje lleno de afecto. “¡Un abrazo Maxi, gracias y mucho éxito en nuestro querido River!”, escribió desde su cuenta de Instagram.
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El Matador Marcelo Salas debutó en el Millo en setiembre de 1996 frente a Boca. Celebró 48 goles con su gesto inconfundible.
Gentileza.
El gesto de Salas no fue casual. Terminada la victoria, explicó el motivo de su tributo: “Fue para recordar al Matador. Fue un jugadorazo, tremendo lo que hizo acá. Le quise dedicar el festejo a él”. Las palabras confirmaron lo que ya había insinuado en el campo, el deseo de conectarse con la historia grande del club.
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La relación entre ambos va más allá del nombre y el número. Como Marcelo Salas en 1996 (que debutó como titular marcando ante Boca en la Bombonera), Maxi también tuvo un estreno de impacto desde el arranque. El gol llegó tras una gran jugada colectiva: Colidio desbordó por izquierda y envió el centro para que el ex Racing definiera en el área y sellara una presentación soñada.
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En sus dos etapas con la banda roja, el Matador celebró 48 goles con ese gesto inconfundible. Fue parte de los títulos locales de los ‘90 y pieza clave en la obtención de la Supercopa 1997. La celebración, con rodilla al piso y dedo al cielo, se convirtió en un emblema para toda una generación.
Maximiliano Salas no solo hizo un gol en su primer partido como titular, tejió un puente entre generaciones. Su gesto no fue solo una celebración, sino una declaración de identidad, un reconocimiento. Y en esa rodilla hincada, en ese dedo al cielo, se encendió algo más que una ovación, se encendió la memoria.