El 23 de noviembre pasado falleció un querido amigo: don Luis Gabriel Antolín; “Lucho”.
Un hombre de familia, prolífico, inteligente, preparado para sus actividades, trabajador incansable, entre los pioneros del extremo oeste provincial, entre otras muchas cualidades, Luis Gabriel Antolín, merece el recuerdo y la valoración positiva de sus aportes comunitarios.
El 23 de noviembre pasado falleció un querido amigo: don Luis Gabriel Antolín; “Lucho”.
A la emoción personal y de sus familiares por la pérdida, deseo sumar un homenaje a su memoria.
Lo he hecho por queridos amigos y colegas científicos, cuyo fallecimiento no sólo nos ha dejado con la congoja de la ausencia, sino porque la ciencia perdía pensadores y actores de producción relevante.
En cambio, hoy deseo referirme a una persona apreciada en el área cordillerana de altura, tal cual Uspallata y zonas conexas, como fue Lucho Antolín; que a la vez de su personalidad de bien sumó el arduo trabajo de decenas de años –falleció a los ochenta años- en tareas de campo y por último de soporte logístico de la actividad turística de montaña.
Como él dijo en estos días en que una fractura de fémur lo tenía a maltraer, con mucho dolor y muy lenta recuperación: “son los fríos de Yalguaraz”, con lo que sintetizaba su padecer en el trabajo agrícola/ganadero de la señera Estancia del Noroeste mendocino, que con su familia supieron mantener en actividad hasta que los cambios económicos de época llevaron a malvender la lana de ovejas y, con mucho dolor, abandonar la tarea de campo: desde entonces esta parte de la geografía mendocina quedó prácticamente desguarnecida de habitantes permanentes.
Cuando inicié mis investigaciones arqueológicas en la Estancia Yalguaraz –extensión de más de cien mil hectáreas- en los setenta pasados, conté con la autorización y apoyo invalorable de la familia Antolín, que por temporadas anuales me acogieron como un amigo: don Luis y doña Margarita, sus padres, Olga su esposa, los trabajadores de campo como don Nicolás, Tito y otros. Allí estaba Luis con quien ubicábamos el camino del inca –hoy en la Lista del Patrimonio Mundial- o le hacíamos ver un sitio incaico que acabábamos de reconocer en la Ciénaga del sector –hoy también en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco-, lo que le sorprendía, alegraba y se convertía en custodio a partir de ese momento. Allí estaba Lucho participando, apoyando, con su juventud de entonces, procreando niños que mantenían una familia en tan desoladas tierras de este confín de Mendoza.
La anécdota más próxima a la realidad actual es la de un joven Lucho acompañando a un conocido buscador de minas que ingresó a Yalguaraz y al preguntar por la existencia de una roca que mostró, con presteza le contestó que conocía un cerro lleno de ella: el cerro San Jorge, que más tarde entraría en los proyectos que hoy podrían concretarse y sobre los que escribí hace años, quizás con otra visión un tanto distinta a la actual, una nota que titulé “Réquiem por el cerro San Jorge”. Probablemente la empresa minera que desarrollará San Jorge, con auxilio científico especializado, pondrá en valor la prehistoria del sector, la historia patrimonial colonial de la tierra con la acción de la familia Zapata –que hoy mantiene la estancia Tambillos- y la relevante tarea de la familia Antolín.
Finalmente, la familia Antolín recaló en Uspallata donde continuaron con su labor relacionada con las tareas que mejor conocían, dedicándose Lucho a las propias de una casa de comidas y más tarde, con su esposa Reina, a construir cabañas para alojamiento turístico, brindar apoyo logístico en elementos para la actividad de alta montaña y atender a su extensa familia.
No es menor, en la actividad de Lucho, su labor en el manejo del agua del sector uspallatino, particularmente a partir de San Alberto, siendo para esto un experimentado colaborador institucional del Departamento General de Irrigación.
Un hombre de familia, prolífico, inteligente, preparado para sus actividades, trabajador incansable, entre los pioneros del extremo oeste provincial, entre otras muchas cualidades, Luis Gabriel Antolín, merece el recuerdo y la valoración positiva de sus aportes comunitarios.
* El autor es arqueólogo y doctor en Historia y Geografía.