“Crear una aplicación es tan fácil como pedir una pizza”. Con ese lema, Builder.ai se presentaba como una de las promesas más innovadoras del ecosistema tecnológico. Fundada en Londres en 2016, esta startup alcanzó una valuación de 1.500 millones de dólares y atrajo inversores de peso como Microsoft. Sin embargo, el 20 de mayo de 2025, se declaró en bancarrota, dejando al descubierto un entramado insólito detrás de su supuesto sistema automatizado.
Builder.ai ofrecía una plataforma que, según afirmaban, utilizaba inteligencia artificial para desarrollar aplicaciones de forma rápida y sencilla. Su asistente virtual, “Natasha”, era el rostro visible del proceso: un chatbot que prometía traducir ideas en software como si se armaran bloques de Lego. Sin embargo, tras su quiebra se supo que Natasha no era más que una fachada. Lejos de ser una solución basada en IA, detrás de la interfaz trabajaban manualmente más de 700 ingenieros desde una oficina en La India.
Cada vez que el chatbot recibía una consulta, eran personas –y no algoritmos– quienes respondían, en lo que fuentes del caso describieron como un proceso de “externalización encubierta”. La ilusión tecnológica escondía una operación intensiva en recursos humanos que fue sostenida durante años.
El modelo de trabajo de Builder.ai había sido puesto en duda desde hace tiempo. En 2019, un informe del Wall Street Journal ya advertía que gran parte del trabajo de la empresa dependía de procesos manuales. Algunos empleados incluso revelaron que los resultados eran frecuentemente defectuosos y mal estructurados. En ese contexto, Robert Holdheim, exdirectivo de la firma, fue despedido tras asegurar que la tecnología “no funcionaba como se promocionaba” y que todo “era esencialmente una ilusión”.
Irregularidades financieras y escándalo en La India
El ocaso de Builder.ai se aceleró en 2024, cuando una empresa acreedora solicitó el embargo de sus bienes tras detectar serias irregularidades contables. Paralelamente, en La India se congelaron fondos de la compañía, en el marco de una investigación que reveló que la startup habría inflado hasta un 300% sus ingresos con el fin de atraer inversores.
Según reveló el diario The Telegraph, Builder.ai habría recurrido a una práctica conocida como “facturación circular”, mediante la cual empresas intercambian facturas entre sí para simular un volumen de negocio inexistente.
Consultado por TN Tecno, el especialista en inteligencia artificial Daniel Stilerman explicó: “En el mundo de las inversiones, cuando el que invierte es un gigante como Microsoft o eBay, muchas decisiones no se toman de forma lógica. Muchas veces no se realiza adecuadamente el proceso de due diligence, una especie de auditoría previa que, si no está a cargo de expertos, puede dejar pasar graves inconsistencias”.
Builder.ai se suma así a la lista de unicornios tecnológicos que, tras una promesa deslumbrante, terminan derrumbándose al exponer un modelo insostenible y, en este caso, una operación construida sobre el engaño.