Fernando “el Toro” Amaya, el mendocino doble campeón mundial y revelación de kickboxing en Egipto

Llegó este sábado a Mendoza y el festejo incluyó una caravana por Las Heras. En esta nota te contamos por qué llegó a ganar dos títulos en el campeonato ecuménico de este deporte.

Fernando Amaya, el mendocino doble campeón de kickboxing en el Mundial de Egipto. /Instagram
Fernando Amaya, el mendocino doble campeón de kickboxing en el Mundial de Egipto. /Instagram

El lasherino Fernando Amaya se consagró doble campeón mundial en Egipto el fin de semana anterior, al ganar el título en full contact y en K1 de kickboxing. El púgil de 22 años fue el único mendocino en integrar la Selección Argentina y por ambas medallas fue elegido revelación recibiendo los “guantes de la gloria”, por parte de la Federación Argentina de dicho deporte. Fue tal el desempeño que realizó en el Mundial de Egipto, que fue reconocido también por sus mismos rivales. El entrenador del equipo español, luego de la final de full contact se le acercó para expresarle palabras de aliento y admiración: “Mereces ser campeón mundial, tú peleas con el corazón y a eso no le gana nada”.

Este sábado llegó a la provincia y fue recibido como un gran campeón en el Aeropuerto Provincial Francisco Gabrielli. El bullicio de algarabía, con redoblante, bandera, bocinas y camisetas con la leyenda de “bienvenido campeón”, fue lo más emocionante para el púgil que -aún lejos de caer por lo que había alcanzado- sintió el afecto de todos los que hicieron fuerza por él y acompañaron a la distancia cada batalla.

El festejo luego continuó después de una larga caravana que transitó por calle Independencia, San Martín hasta su gimnasio Huergos, ubicado en calle Coronel Díaz de Las Heras. Y no era para más, el bicampeón del mundo finalmente había llegado a casa.

Quién es este pibe que sorprendió a todo el mundo

El kickboxing no es un deporte popular. En general pasa desapercibido en nuestro país por ser relativamente nuevo, de fuerte contacto y al que no todos lo prefieren por la exposición a los goles, exigencia física y disciplina que requiere, tan o más que el boxeo u otra arte marcial conocida. Y si bien ya fue reconocida por el COI como deporte olímpico, en Mendoza aún no se proyectan a futuros deportistas para tal fin. Hasta hoy.

Fernando Amaya demostró que el kickboxing mendocino es prometedor. Por su espíritu de lucha arriba (y a fuera) del ring, logró lo que ningún argentino había logrado: dos medallas en un mismo mundial.

Amaya, hijo menor de Marita y Fabián, hermano de Carlos, Andrea y Paola, empezó a entrenar y a competir a los 14 años. Desde los 17 hasta los 19 lideró el ranking cuyano de kickboxing de la GKBO en la categoría de los 75kg, obteniendo a sus 18 años su primer cinto de campeón. También cosechó título interprovincial, la copa K1 de la franquicia FFG, el campeonato Argentino para abrirse camino a nivel internacional con un Sudamericano WKF en mano.

Luego de la pandemia ganó sus dos peleas programadas por nocaut. Y por su performance, desde la Federación lo convocaron para formar parte de este seleccionado. Ahí vio la puerta más abierta que jamás había visto, la oportunidad que no debía desaprovechar. Su camino se dirigió hacia la meta propuesta desde los 8 años.

Hizo todo a su alcance para poder viajar. Hasta vendió su auto para costearse los gastos del torneo. Pero nada le importó. “Esas dos medallas lo valieron todo”, dijo Amaya a Los Andes.

Dos medallas de oro para el pibe de Mendoza, que dejó a todo el mundo –literal- con la boca abierta por su forma de pelear, su técnica y, sobre todo, por la pasión puesta dentro del ring.

Esto del Mundial fue una locura, fue el sueño de mi vida desde que tengo 8 años. Empecé a practicar kickboxing desde los 14, porque mi familia poco le simpatizaba que hiciera un deporte ‘violento’. Pero una vez que arranqué me propuse llegar lejos”, confió Amaya.

Confirmando lo expresado, su hermano Carlos -quien vivió cada pelea de manera intensa- sostuvo con orgullo: “Siempre que decía que iba a salir campeón, le contestábamos con un sí…sí. Pero era su gran verdad. Persiguió su objetivo y lo consiguió. Ahora estoy ansioso por saber cuál será su próximo objetivo”.

Y su mamá, Marita, dio más detalles: “Desde pequeño fue hiperactivo, con mucha energía. Intentamos que practicara fútbol, básquet, pero él se decidió por las artes marciales”.

Luego agregó que lejos de desmotivarse ante cada derrota “era todo lo contrario. Tuvo su primera pelea a los 14 años en San Juan, bastante mayor que él. Perdió, pero más se empecinó en crecer en kickboxing. Hasta que cada vez que ganaba una pelea y se bajaba del ring, nos decía, estoy más cerca de ser campeón mundial. Lo tomamos con el sueño de un niño, pero fue su verdad. Lo logró, es campeón mundial”.

Los grandes momentos del “Toro” en Egipto

“Cuando Carlos Suárez, de la Federación Argentina, me comunicó que estaba convocado para la Selección fue una locura. De inmediato me puse a buscar la forma de conseguir la guita para el viaje. Buscamos sponsor, hice una rifa y hasta vendí mi auto. Todo valió la pena. Llegué, hice todo lo que pude y no me arrepiento de nada”, confió el “Toro”.

Entre los momentos inolvidables, el lasherino contó que en cuanto la delegación pisó el estadio, todos sus compañeros comenzaron a sacar fotos. “Yo no hasta salir campeón del mundo, me dije. Me enfoqué en mis peleas de full contact. La primera me tocó contra un luchador egipcio, yo re visitante (risas)’”, afirmó.

Y siguió contando: “Gané con mucha ventaja, por puntos. Y al otro día peleamos la final contra España. Lo hice contra Félix Ortiz, campeón dos veces en su país. Él fue superior en los primeros dos round, pero en el tercero pude conectar una patada y lo noqueé. Y así fue como conseguí mi primer título en este Mundial. Recién ahí me saqué la esperada foto”, confió Amaya.

Pero sin pensar demasiado en lo que había logrado, tenía que afrontar la siguiente competencia, de K1. “La primer pelea me tocaba con Polonia, pero peleador polaco no quería pelear conmigo porque decía que iba a salir roto y se bajó. Entonces pasé directo a la final contra Austria. Esa pelea la gané fácil, salí prendido fuego y conseguí noquearlo en 30 segundos”, contó.

Pablo Fernando Amaya es de las pocas personas que realmente cumplen su sueño de chicos. “Y todavía no caigo, estoy como nada. Supongo que a medida que pase el tiempo dimensionaré todo esto”.

Como cada pelea, y esta en particular, “están dedicados a mi papá y a mi mamá que siempre me apoyaron desde que comencé, pese a no gustarles mucho. Mi papá falleció hace cuatro meses y esto va dedicado a él porque sé que desde algún lado me está viendo”

Su secreto

“Antes de cada pelea siempre hablo con Dios y le pido que me dé el poder para desenvolverme al ciento por ciento y poder dejar todo de mi en cada pelea. Sé que esa es la forma de ganarle a cualquier rival que me pongan”, confesó.

Cómo sigue su agenda

Se viene el debut como peleador profesional el próximo 11 de diciembre, en el torneo que se desarrollará en Necochea Fight Club, en la ciudad costera que lleva el nombre de la institución organizadora.

Luego, en abril, será parte del Campamento de luchadores en Tailandia.

Y a la espera, la confirmación de Francia para disputar el título Intercontinental de la WKF.

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