Guillermo Debandi: “En un agroecosistema sano es mucho más difícil que las plagas se instalen”

El investigador del INTA asegura que, a partir de los resultados del trabajo que lidera, hay que comenzar a trabajar en el cuidado de la biodiversidad dentro de los cultivos mendocinos.

Guillermo Debandi, licenciado en Biología, con orientación en Ecología y doctor en Ciencias Naturales.
Guillermo Debandi, licenciado en Biología, con orientación en Ecología y doctor en Ciencias Naturales.

Investigadores del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) están desarrollando un estudio con el objetivo de establecer qué acciones se pueden practicar en los viñedos, que favorezcan una mayor biodiversidad y, con ello, la presencia de insectos benéficos y la interacción de bacterias y hongos, para reducir el uso de químicos y que las plantas crezcan de un modo más adecuado y sustentable. Guillermo Debandi, licenciado en Biología, con orientación en Ecología y doctor en Ciencias Naturales, comenta algunas claves de esta investigación.

-¿Cuál es la importancia de que haya una mayor biodiversidad en los viñedos?

-El movimiento actual de la agricultura sustentable trata de buscar la conservación de la biodiversidad, porque es la base de las relaciones entre organismos que sostienen la vida en la tierra. La agricultura se ha ido alejando de estos conceptos, tratando de controlar todo: tengo un cultivo, una sola planta y le agrego nutrientes.

Pero con el pasar de los años nos hemos dado cuenta de que eso no funciona o sólo parcialmente porque siempre tenemos problemas y cada vez hay que agregar más químicos. Al suplir nutrientes por fertilizante sintético, no estamos dando a la planta todo lo que necesita y, al haber solamente una especie, es mucho más fácil que entren las plagas y tenemos que aplicar insecticidas para matarlas. El insecto se vuelve resistente, buscamos otro insecticida y es como que no termina nunca.

Partiendo de esa base, hay un movimiento de empezar a rever todas estas cosas; de poner en el banquillo de los acusados a estas prácticas de manejo y empezar a ver cómo podemos modificarlas y aprovechar los beneficios que nos da la naturaleza. En el mundo, distintos organismos están alertando que cada vez hay más tierras dedicadas al cultivo y ese avance sobre las áreas naturales nos está afectando a todos porque estamos rompiendo el equilibrio a nivel planetario. La agroecología empieza a revalorizar prácticas ancestrales, en las que la gente estaba más involucrada con la naturaleza, y un movimiento social, donde entran los consumidores que se empiezan a preocupar por productos más sanos y sustentables.

-¿Cómo aplican esto a los viñedos?

-En la investigación veíamos la biodiversidad dentro de los cultivos de vid como un área poco interesante. En parte, porque la forma de trabajar los viñedos, limpios, sin un yuyo, con gente desarrollando labores todo el tiempo, no se promueve la biodiversidad. Pero el uso del riego presurizado trajo varios cambios, como que todo el espacio entre hilera e hilera se empezó a dejar de trabajar, porque casi no es necesario, y ahí apareció más vegetación.

Se están plantando viñedos en el piedemonte, en zonas donde el suelo es muy pedregoso, que a los enólogos les encanta, donde sólo crecen plantas nativas, no las mal llamadas malezas. Esta vegetación es un buen punto de partida para empezar a ver si podemos obtener beneficios de las plantas que están entre los viñedos y también de las que están en el entorno.

Esto nos interesa para que, en el caso de que se siga avanzando en la plantación de viñedos, tratemos de hacerlo en forma más amigable y ponderemos los beneficios para no desmontar todo, no limpiar el terreno de toda vegetación, sino dejar cauces vegetados en lo posible o parches de vegetación y ver si podemos introducir plantas nativas dentro del viñedo, como se hace en Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica, para conservar la biodiversidad alrededor.

-¿Cuál es el beneficio para la vid de tener otra vegetación?

-Los beneficios ambientales o servicios ecosistémicos son las cosas que nos da la naturaleza, en forma gratuita. Por ejemplo, en el piedemonte, el hecho de tener vegetación dentro del viñedo ayuda a evitar la erosión. Muchos los han plantado ellos mismos y otras son plantas que han salido solas con el tiempo.

Por otro lado, mantenemos un poco más vivo el suelo, porque se empiezan a generar interacciones debajo de la superficie. Estamos hablando de hongos que no se ven, pero conectan las raíces y transfieren nutrientes de una planta a otra; de bacterias que fijan nitrógeno y otras que solubilizan fósforo y hierro. Hay una cooperación debajo del suelo, que no se da en todos los casos pero que se está buscando ver cómo promover todo esto.

En muchas zonas, todavía se mueve el suelo constantemente en los viñedos y con eso no se generan las condiciones ideales para esta biodiversidad del suelo. Tenemos muchas especies nativas que crecen, fructifican y no tienen plagas como uno esperaría, y eso es porque están en equilibrio.

Porque hay bacterias que ayudan a controlar algunos patógenos y también hay cooperación entre las plantas. Por eso se está empezando a remplazar los químicos por insumos biológicos, como bacterias y hongos, que hacen el mismo trabajo, incluso a veces mejor.

-También debe contribuir a la aparición de insectos benéficos…

-Claro. Las plantas que crecen nos proveen un recurso que es importante para los insectos que pueden controlar las plagas, tanto los depredadores como los parasitoides, que necesitan de las flores para proveerse de polen y néctar, que es el combustible que utilizan para moverse. Si no lo tienen, si bien pueden hacer su trabajo, lo hacen poco y mal. Un enemigo natural sin polen ni néctar produce menos descendencia y vive menos tiempo. Hay parasitoides, que son unas avispas muy chiquitas, de 2 milímetros o menos. En una finca, en un muestreo, encontramos 80 especies.

Para ese tamaño, la distancia entre una hilera de vid y la otra es enorme, y, si no hay nada, no pueden moverse a la siguiente o les cuesta mucho. Por eso, es importante generarles vegetación en los interfilares o los alrededores, para darles alimento y refugio para que pasen el invierno o las horas de más calor en verano. Las avispas ponen huevos dentro de la larva de la plaga y, cuando la larva de la avispa nace, va consumiendo la otra, que deja de alimentarse hasta que muere. Esto podría suceder con la lobesia.

También están los depredadores. En Mendoza tenemos casi 300 especies de abejas nativas y 200 más de avispas que también son cazadoras y cada una caza cosas distintas. Hay avispas que cazan orugas y podrían cazar orugas de lobesia. Todavía no sabemos, pero estamos tratando de verlo. Necesitan sitios de nidificación, porque lo que hacen es cazar las orugas como provisión para sus larvas, que están en el suelo, en galerías o en cavidades de troncos o paredes. Entonces, hay que generarles ese hábitat con árboles y arbustos, y suelo sin trabajar, donde puedan hacer nidos.

-¿Se puede favorecer esto en una finca en la que usan agroquímicos?

-Es mejor si utilizan menos químicos, pero los insectos son bastante resilientes. Hemos visto fincas donde aplican mucho insecticida y así y todo aparecen enemigos naturales. Aparecen pocos y no alcanzan a controlar las plagas, pero las condiciones son malas, no sólo porque aplican químicos, sino porque todos los interfilares están limpios.

Apostamos a que, por lo menos en los viñedos nuevos que se vayan estableciendo o los que están rodeados de ambiente más natural, podamos mantener una cierta cantidad de enemigos naturales, que nos sirva como barrera para que, en caso de que entre la plaga, no sea tan agresiva. Si uno tiene un agroecosistema sano, es mucho más difícil que las plagas se establezcan y generen daño a niveles económicos porque también está el problema de los residuos químicos.

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