En un mundo donde la búsqueda de poder y riqueza parece dominar los horizontes, alzo mi voz para proclamar que no deseo un país concebido únicamente para aquellos que ostentan recursos. Anhelo una nación que abrace la idea del cerebro colectivo, donde la sinfonía de mentes diversas se entrelace para tejer un tapiz de sabiduría y creatividad.
Es momento de trascender lo individual, de dejar atrás el egoísmo que nos aleja unos de otros. En nuestras manos está la capacidad de unirnos en pos de un bienestar común, de construir puentes que conecten corazones y mentes en una danza armoniosa de solidaridad. La lucha no debe ser solo por la propia gloria, sino por un futuro donde todos puedan florecer.
El hambre de lucha que habita en cada uno de nosotros debe estar enraizado en causas más nobles que el mero enriquecimiento personal. Anhelamos un terreno donde las batallas se libren por la justicia, la equidad y la igualdad de oportunidades. Cada paso dado en esta dirección es un paso hacia la transformación de la sociedad, hacia la construcción de un legado perdurable.
En este territorio que compartimos, no se trata de bajar la mirada o de acotar nuestros horizontes. Más bien, se trata de recorrerlo con la mente abierta y el corazón dispuesto. Cada rincón, cada esquina, cada recodo guarda historias y sueños que merecen ser conocidos y respetados. Caminamos juntos hacia un destino común, donde la diversidad es nuestra mayor fortaleza y el entendimiento mutuo es la brújula que nos guía.
Así que alzo mi voz y afirmo con convicción: no quiero un país que excluya, que segmente, que privilegie solo a unos pocos. Sueño con una nación que celebre la riqueza de su cerebro colectivo, que se eleve sobre los límites del individualismo, que abrace la lucha por causas justas y que entienda que, en este vasto territorio de ideas y posibilidades, el verdadero valor radica en recorrerlo juntos, codo a codo, hacia un futuro compartido.
* Juan Tinelli. Fotógrafo.