19 de febrero de 2025 - 00:00

Dichos y actitudes desde el más alto rango

El ímpetu en quien conduce, en cualquier ámbito, siempre es necesario e importante. Pero cuando esa cualidad trasciende lo normal y se traslada al campo de la vehemencia y la intimidación suele resultar contraproducente y hasta desnudar falencias.

En más de una oportunidad nos hemos referido desde esta columna de opinión a la necesidad de que las drásticas reformas implementadas por el gobierno de Javier Milei tuviesen el necesario componente de acuerdo político.

Y en los hechos, el oficialismo ha podido comprobar cómo desde el Congreso logró avanzar con leyes de su interés para aplicar la reforma propuesta todas las veces que apeló al consenso con fuerzas que, en la práctica, comparten sus principios de achique de los gastos improductivos en el Estado.

Por lo tanto, sin dejar de reconocer los avances que en el tema económico y de reforma del Estado ha logrado el actual gobierno nacional, no dejan de preocupar, en lo institucional, algunos dichos y procedimientos que se ponen de manifiesto periódicamente desde el Ejecutivo.

En los últimos días el presidente de la Nación dispuso el relevo del titular de Anses, Mariano de los Heros, luego de que éste, en una entrevista televisiva, anunciara la confección de un proyecto de reforma previsional que incluye el cambio de la edad jubilatoria. En rápida reacción, el jefe del Estado también recurrió a los medios para desmentir el anuncio en cuanto a los tiempos de su implementación, argumentando que el tema previsional no es prioritario en el actual contexto laboral.

No se puede criticar que el propio Jefe del Estado salga a aclarar una estrategia de su gobierno tras la imprudencia de uno de sus funcionarios, pero sí resultan muchas veces impactantes los términos con los que el Presidente califica a quienes dispuso remover de su función. Probablemente un comentario al respecto de la vocería presidencial sea suficiente. Hablar de “ejecutar” o “volar por los aires” a un colaborador del gobierno no refleja un clima de armonía que siempre se necesita en la función pública, independientemente del supuesto error de anticipar una medida de trascendencia aún en gestación.

Por otro lado, el presidente Milei también arremetió públicamente contra el economista Domingo Cavallo en el marco de la polémica existente por el cepo y el supuesto atraso cambiario.

En tal sentido, se conocieron algunas advertencias del ex ministro de Economía de la Nación que, evidentemente, no resultaron del agrado presidencial. Como réplica, el presidente Milei calificó al economista de “impresentable” por sus dichos, lo cual sorprendió de gran manera, ya que en reiteradas oportunidades había calificado a Cavallo como “el mejor economista de la historia”.

Lo preocupante sobre este entredicho es que, casi sin mediar más palabras, el Ejecutivo dispuso relevar de sus funciones a la embajadora argentina ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Sonia Cavallo, hija del economista. Según versiones periodísticas, fuentes oficiales se limitaron a señalar que “su continuidad en ese cargo era insostenible”.

El ímpetu en quien conduce, en cualquier ámbito, siempre es necesario e importante. Pero cuando esa cualidad trasciende lo normal y se traslada al campo de la vehemencia y la intimidación suele resultar contraproducente y hasta desnudar falencias. Porque si un funcionario “ventiló” una estrategia política de alto vuelo, quedó en evidencia que algo falló en la conducción para que ello ocurriera. Y si la discrepancia con una opinión da paso a una persecución, como se dice coloquialmente, por portación de apellido es porque el manual de buenos hábitos nunca ha sido leído.

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