La madrugada de este viernes trajo una sacudida al tablero energético mundial: el precio del petróleo se disparó casi un 9% luego de que Israel lanzara una serie de ataques contra instalaciones estratégicas en Irán.
La cotización del crudo trepó casi un 9% tras el ataque de Israel a Irán. Los analistas temen que el barril llegue a los US$ 130 si escala el conflicto. El efecto local: alivio en las exportaciones, presión en los surtidores.
La madrugada de este viernes trajo una sacudida al tablero energético mundial: el precio del petróleo se disparó casi un 9% luego de que Israel lanzara una serie de ataques contra instalaciones estratégicas en Irán.
La respuesta iraní no tardó en llegar y la escalada encendió las alarmas por una posible interrupción en el suministro global de crudo, particularmente en el estratégico estrecho de Ormuz, por donde transita cerca del 20% del consumo mundial.
En ese contexto, el Brent -referencia clave para la Argentina- alcanzó los US$ 78,50 por barril, su valor más alto desde enero. La última vez que el mercado energético reaccionó con tal magnitud fue en 2022, tras la invasión rusa a Ucrania.
El aumento de la prima de riesgo por los ataques elevó la posibilidad de que Irán, posicionado al norte del estrecho, bloquee parcialmente el paso de petróleo de países como Irak, Arabia Saudita y Kuwait. Los analistas de JPMorgan advierten que, en un escenario extremo, el precio del barril podría dispararse hasta los US$ 130.
Más allá del temor a un conflicto de mayor escala, la expectativa de una guerra prolongada genera volatilidad. “Los fundamentos están pasando a segundo plano; hoy mandan los riesgos geopolíticos”, indicaron desde Commerzbank. En los mercados financieros, la incertidumbre disparó la demanda de activos refugio como el oro y el franco suizo.
El alza del Brent puede tener un doble efecto en el país. Por un lado, es una buena noticia para el frente exportador: con una producción diaria de 760.000 barriles (gracias al empuje de Vaca Muerta), el país destina cerca de 230.000 barriles al comercio exterior. Una mejora sostenida en los precios internacionales podría incrementar el superávit comercial, estimado en US$ 6000 millones para este año.
En abril, por ejemplo, el valor total exportado cayó 10% por la baja del Brent, a pesar de que el volumen vendido creció más del 4%. Por eso, una cotización más firme del crudo no solo apuntalaría los ingresos, sino que también mejoraría el flujo de caja de las compañías del sector, incentivando nuevas inversiones.
Sin embargo, del otro lado del mostrador, los consumidores podrían ver un nuevo ajuste en los precios del surtidor. En mayo, YPF bajó un 4% los valores del combustible tras la caída del Brent, pero si el barril se mantiene por encima de los US$ 75, no se descartan aumentos a partir de julio.
La gran incógnita es si este repunte será transitorio o marcará el inicio de un nuevo ciclo alcista. Para analistas como Janiv Shah, de Rystad, la probabilidad de una guerra abierta aún es baja, pero los mercados seguirán reaccionando al ritmo de los misiles y los comunicados oficiales.
En países como Uruguay, donde el precio de los combustibles se ajusta por un esquema de paridad de importación, el gobierno evalúa activar un mecanismo de “banda de flotación” para contener subas superiores al 7%. En la Argentina, ese tipo de medidas luce más difuso.
Mientras tanto, el mundo entero observa con atención el estrecho de Ormuz. Allí, entre barriles, barcos y amenazas, se juega una parte crucial del tablero económico global.