Alejandra "Locomotora" Oliveras, la exboxeadora multicampeona mundial cuya vida es un testimonio de resiliencia y superación, atraviesa un momento delicado de salud. La mujer que se sobrepuso a una infancia de pobreza extrema y a la violencia de género, fue internada de urgencia este lunes en el Hospital José María Cullen de Santa Fe tras sufrir una descompensación con síntomas compatibles con un accidente cerebrovascular (ACV). Su estado es delicado y permanece en observación con pronóstico reservado, mientras sus seres queridos y el país siguen de cerca su evolución.
Oliveras, de 50 años, fue inicialmente atendida en un centro de Santo Tomé y luego trasladada al Cullen, donde una tomografía y resonancia confirmaron un ACV isquémico del lado izquierdo. El director del hospital, Bruno Moroni, informó sobre un síndrome confusional asociado a una pérdida de movilidad de toda la parte izquierda del cuerpo. Su cuadro es crítico y, a pesar de que no empeoró en las primeras 48 horas cruciales, requirió una intervención quirúrgica este miércoles tras un deterioro clínico y nuevos cambios detectados en una tomografía. Con parálisis del lado izquierdo del cuerpo, somnolencia, desorientación y dificultades para hablar, Oliveras enfrenta su pelea más dura, aunque los médicos advierten que es "prematuro hablar de secuelas" y que "aún estamos en etapa crítica de observación".
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El boxeo como vía de escape
La historia de Oliveras es un relato de superación que comenzó mucho antes de subirse a un ring profesional. A los 16 años, siendo "una nena" de apenas 50 kilos, vivió un infierno de violencia de género. "A los 14 me enamoré y fui mamá a los 15. Quise juntarme con esa persona porque yo quería tener una familia, y ahí empezó el infierno mismo. Me pegaba por cualquier cosa", recordaba. El punto de quiebre llegó cuando su pareja golpeó a su hijo. "Ahí dije: 'Basta, no quiero esta vida, prefiero estar muerta que seguir así'. Y decidí devolvérsela".
Fue entonces cuando, a escondidas, en la pequeña habitación donde vivían, comenzó a hacer flexiones de brazos. "Un día vino a pegarme y le pegué una piña yo. Esa piña nació del dolor, de la impotencia, del alma, no de mi mano. Porque yo era una niña. Me salió esa fuerza que tenemos todos en el corazón, que utilizamos en situaciones extremas." Esa misma noche, Oliveras y su hijo se mudaron a la casa de sus padres en Alejandro, un pueblo cordobés de 5000 habitantes.
De trabajar en la radio a campeona mundial
Su ingreso al boxeo profesional fue de imprevisto. Alejandra había dejado el colegio tras el embarazo y hacía "changas" para subsistir. Consiguió trabajo en la radio del pueblo leyendo noticias. "Un día leí que Mike Tyson había salido de la cárcel. Y yo era fanática de Tyson. Entonces dije al aire, como una ironía: 'Ay cómo me gustaría ser boxeadora, yo me animo, yo pelearía, yo me subiría a un ring'". Un exboxeador de visita en el pueblo la escuchó y armó un festival de boxeo local un mes después. El árbitro era el carnicero, los competidores, trabajadores del campo. Las únicas mujeres: Oliveras y "La Yarará", una vecina.
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"¡Tenía un miedo! Pero cuando sonó la campana me explotó el corazón", relata Oliveras sobre su primera pelea. Esa noche, no sentía que luchaba contra su oponente, sino que vencía la pobreza, la discriminación y la violencia que sufrió. Ganó, y esa victoria la impulsó: "Ahí dije: Quiero ser boxeadora."
A pesar de las críticas machistas que la mandaban "a lavar los platos", ella se aferró a la disciplina del boxeo. "Es deporte y es un trabajo también", enfatiza, destacando el rigor necesario en alimentación, estudio, entrenamiento y descanso.
Su consagración y los golpes más duros fuera del ring
Alejandra "Locomotora" Oliveras se consagró campeona mundial peso supergallo de la WBC el 20 de mayo de 2006 en México. Ganó 2800 dólares, pero al volver a Argentina, fue robada. "Me robaron la plata que había ganado en toda mi vida... pero no el orgullo de ser campeona del mundo", afirma con resiliencia.
Pocos días antes de esa pelea, sufrió otro golpe devastador: encontró a su marido engañándola con su propia hermana. Lejos de derrumbarse, canalizó el dolor en más entrenamiento. "Lo malo que te pasa vos siempre lo podés transformar. En vez de afectarme, me fortaleció. Salí a pelear el título del mundo y lo gané", asegura.
Oliveras se convirtió en una atleta de alto rendimiento, entrenando más de nueve horas diarias y sacrificando mucho, como festejos familiares, para darles a sus hijos la educación y las oportunidades que ella no tuvo. "Yo conocí un par de zapatillas a los 16 años", recuerda.
Su gran mentor fue Amílcar Brusa, el legendario entrenador de Carlos Monzón. Aunque Brusa inicialmente no creía en el boxeo femenino, al verla pelear le dijo: "Nena, yo te voy a sacar campeona del mundo". Sus palabras fueron un pilar: "El gimnasio nunca te va a traicionar. Si vos entrenás, nadie te puede ganar", una lección que Oliveras lleva tatuada, literalmente, en su piel.
La política: Una nueva misión para cambiar vidas
A pesar de que el boxeo no la hizo millonaria, la fama y el esfuerzo le permitieron a Oliveras construir un futuro. Abrió gimnasios, uno de ellos gratuito en Santa Fe donde entrenan 500 chicos, y da charlas motivacionales por todo el país. Su última decisión, la incursión en la política, nace de la misma convicción que la impulsó en el boxeo. Admira a Patricia Bullrich por su "valentía" y combate al narcotráfico, y se sumó a su espacio buscando "cambiar vidas" a través del deporte, al que considera "enemigo de las adicciones y la violencia".
Como convencional constituyente en Santa Fe, su agenda política se vio interrumpida por su actual emergencia de salud. Para Oliveras, la educación es fundamental: en su gimnasio, la única condición para los niños es que presenten su libreta escolar.
Alejandra "Locomotora" Oliveras, una mujer que transformó el sufrimiento en coraje, demuestra que su pelea por la dignidad y un futuro mejor continúa, tanto dentro como fuera del ring, y ahora, en su propia lucha por la salud.