Este viernes 25 de julio, a las 20, quedará inaugurada en el ECA Sur Enrique Sobisch la muestra colectiva "Tercer espacio", una propuesta artística que reúne obras de seis creadores alvearenses contemporáneos y populares. Con entrada gratuita, la exposición podrá visitarse en el espacio cultural ubicado en el kilómetro 0 de San Rafael.
El colectivo está integrado por Adrián Pistelli, Florencia Iglesias, Sebastián Luis, Dahiana Cerro, Cristian Barros y Mauricio Sureda. Sus trabajos, realizados con materiales no convencionales y desde una multiplicidad de lenguajes, conforman “un espacio simbólico donde lo marginal, lo invisible y lo no oficial adquieren fuerza expresiva”.
Inspirada en el concepto de “tercer espacio” desarrollado por el geógrafo y teórico urbano Edward Soja, la muestra busca atravesar los límites de las categorías fijas del arte. “El tercer espacio es una zona de cruce, inestable, donde lo real y lo imaginado, lo visible y lo excluido, se entrelazan en un lenguaje nuevo. Es un territorio sin centro, fértil en contradicciones, donde lo marginal deja de ser periferia y se vuelve eje”, se señala en el texto curatorial. Y desde ese punto de partida, surge esta propuesta que, como se afirma, “nace allí: en ese borde movedizo donde el arte no obedece sino que desborda”.
Las obras que integran "Tercer espacio" no están pensadas para ilustrar conceptos, sino para habitarlos, encarnarlos. “Son gestos materiales y simbólicos que resisten: cuerpos atrapados en alambres, altares populares, paisajes interiores, proyecciones que dibujan luz sobre piel”. En esta geografía estética hecha de cartón, tela, MDF, cerámica o tinta, lo precario deviene declaración. “Desde lo mínimo y lo precario [...] se construyen discursos potentes que cuestionan las formas dominantes de ver y de decir. Aquí, la técnica no es adorno, es posición política”.
Lejos de ofrecer un resguardo confortable, este tercer espacio funciona como un lugar de confrontación, de impulso vital. “Este tercer espacio no es refugio, es pulsión. Una trinchera donde el arte se vuelve cuerpo, herida, pregunta”.
Por eso, las obras reunidas no apelan al agrado ni a la complacencia, sino que buscan “incomodar, sacudir, movilizar ”. En un presente saturado de discursos vacíos, el arte se convierte en interpelación radical. “Porque allí donde todo parece ausente brota la potencia de lo no dicho. Y, en ese desierto simbólico, el arte deviene semilla: ensayo de otro mundo posible”.