Convivir con animales: cómo es el día a día de un veterinario rural

Fincas trae la historia de Lucas Sbriglio y Julia Peroni, un matrimonio de veterinarios que dedica su vida a cuidar animales de campo.

Si Lucas Sbriglio y Julia Peroni relataran un día normal en sus vidas sin mencionar ubicación, cualquiera podría pensar que esta pareja decidió instalarse "campo adentro" para cumplir su sueño. Sin embargo, el matrimonio, ambos veterinarios, llevan adelante una clínica rural a poco más de 30 kilómetros del Centro mendocino, en calle Pescara y Videla Aranda, en Tres Esquinas, Maipú. 

Hace 8 años llegaron a ese lugar con dos objetivos claros: cubrir el "nicho" desatendido de animales de finca y cambiar la cultura de pequeños productores respecto del cuidado de sus animales. "Elegimos esta zona porque a mí me gustan mucho los animales grandes y entonces, acá, podíamos combinar la atención de animales pequeños, Julia se encarga más de ellos, y yo me podía enfocar en animales de mayor tamaño, que es lo que más me gusta", asegura Lucas.

Si bien en el entorno que rodea la Veterinaria Rural es mucho más calmo que el de la ciudad, puertas adentro el ritmo es frenético: Lucas junta agujas, jeringas y libretas en una enorme caja que utiliza como maletín. A pocos kilómetros tres caballos esperan sus vacunas. Julia, embarazada de 5 meses, prepara el quirófano para una perra callejera que adoptaron dos franceses vecinos de la zona y decidieron castrarla. Todo esto es coordinado por Daiana que, entre corte y corte de pelo, ella es la peluquera canina del lugar, se encarga de todos los detalles de la veterinaria.

El veterinario agarra las llaves de su camioneta, el ruido pone en alerta a "Pampa", un border collie de 7 meses que acompaña a todos lados al profesional, y ambos suben al vehículo. Recorren apenas 5 minutos y llegan a una "guardería de caballos". Lucas viste alpargatas y bombacha de campo. Es uno más del lugar, todos lo saludan afectuosamente. En el fondo de la finca junto con un taller de motos antiguas residen unos 10 caballos, algunos rescatados por proteccionistas del arduo trabajo de "cartonear" en la calle. "Ése quedó ciego de los golpes que le dieron", dice el veterinario y señala a un animal de gran porte. Acto seguido, prepara las vacunas y se las suministra a tres caballos.

Ya de regreso en la veterinaria, en la mesa de operaciones hay una perra sedada. Julia la vigila con detenimiento. Lucas se higieniza, agarra un bisturí y comienza con la intervención, que dura unos 20 minutos. Todo sale bien. "Negra", la perra de los franceses, no volverá a quedar preñada. Todo esto transcurrió de las 17 a las 18.30, y es apenas una pequeña porción de un día normal en la vida de un veterinario rural.

“La relación con nuestros clientes es diferente a la que puede existir en una veterinaria normal. Los animales grandes no te los pueden llevar al consultorio. Aunque hemos tenido casos, hemos tenido arriba de la camilla a terneros y ovejas”, recuerda Lucas, se ríe y remata: “Es una profesión noble”.

Cambio cultural 

“Lo increíble es que estando tan cerca del Centro, seguimos haciendo una tarea rural. Todavía quedan muy arraigadas en la provincia las costumbres campestres”. Con este panorama se encontraron años atrás Lucas y Julia cuando llegaron a Tres Esquinas y desde el primer día trabajan, desde la educación y desde los ejemplos concretos, para cambiar la visión de los pequeños productores sobre la crianza y cuidado de sus animales.

"Ellos (sus clientes) tienen un conocimiento empírico de las cosas, que lo ponen todo el tiempo en uso. Y cuando vos llegás con el conocimiento técnico, les cuesta adaptarlos, pero cuando ven los resultados comienzan a incorporarlos de a poco", confiesa el veterinario, quien está a punto de agregar a su currículum la maestría en producción ganadera en zonas áridas, dictada en la Facultad de Ciencias Agrarias. Sólo le falta la tesis.

Cuando habla de pequeños productores, Lucas hace referencia a emprendimientos familiares. "A los que no llegan las entidades como el Inta", aclara. “Fuimos encontrando ese nicho, donde el pequeño productor de finca necesita asesoramiento para criar sus chanchos para carneo, sus gallinas para sus huevos. Y de a poquito nos fuimos metiendo”, agrega.

Sus años de trabajo en la zona de a poco van mostrando frutos. Sin embargo, los comienzos no fueron fáciles. “Cuando llegamos, la gente no tenía incorporado en sus vidas la consulta a un veterinario. Por ejemplo, a los animales que se enfermaban, ellos mismos los sacrificaban ahorcándolos de los árboles para que no les diera 'mala suerte'; ésa era su creencia, o preparaban remedios caseros, que, lógicamente no son efectivos”, confiesa.

“Nuestra lucha no es contra 'la competencia', contra otros veterinarios sino contra estas prácticas. Porque se terminan perjudicando a ellos mismos. Las familias, pierden dinero, no alcanzan una competitividad sostenida", se sincera el veterinario y agrega: “A estos productores les cuesta ver los beneficios de asesorarse con un veterinario. Muchas veces porque no les dan los costos o porque culturalmente no lo tienen asimilado”.

Si a un finquero se le muere la mula con la que ara la tierra, o si un criador de cerdos pierde un lechón en un parto tras 3 meses, 3 semanas y 3 días de cuidados, traducidos en inversión, o si un productor no logra que sus conejas queden preñadas, o que sus gallinas pongan huevos. Son situaciones que la economía de estas familias termina asimilándolas como catástrofes financieras. Son situaciones que se pueden evitar fácilmente con asistencia profesional. “Nosotros terminamos siendo amigos de nuestros clientes e intentamos asesorarlos de la mejor manera para que puedan evitar estas contingencias”, sintetiza Lucas.

Adécdotas

"Sálveme el chancho". Desesperado y con un chancho en brazos, así irrumpió uno de los clientes de Lucas y Julia. El animal no respondía, parecía muerto. Pero la desesperación del hombre no se debía exclusivamente al estado del chancho en sí. "Organicé una rifa para navidad y el primer premio es el chancho. Tengo todos los números vendidos. Si se me muere no tengo como remplazarlo", argumentó el hombre. Tras algunos sachets de suero e inyecciones, el porcino sobrevivió. Aunque hasta la noche del 24".

Emergencia en la ruta. Otro acontecimiento que demuestra el compromiso de Lucas con su profesión es el que ocurrió la semana pasada a pocas cuadras de la veterinaria. Un joven había frenado su auto a la orilla de la ruta e intentaba reanimar un perro que había sido atropellado y abandonado.

"Me dio mucha ternura el chico. Había sacado un paquete de tutucas y se los quería dar al perro". El veterinario se sumó al rescate, lo subió a su camioneta y lo llevó a la clínica, pero no pudo hacer nada, el animal falleció. "Tenía la cadera quebrada y la vejiga perforada, no lo pudimos salvar".

Una yayará contra un perro. Un ovejero alemán inconsciente, que llegó en brazos de sus dueños, alteró una tarde de verano en la veterinaria. La familia entró con el perro y con la sospechosa, ya muerta, del estado del animal: una serpiente. "Es una yarará", sentenció Lucas. La rápida intervención de los profesionales le salvó la vida al ovejero de esta familia de Barrancas.

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