Placer a la brasileña

Más de siete mil kilómetros de litoral marítimo dan al turista -en pueblos o ciudades- lo que busca.

Placer a la brasileña
Placer a la brasileña

El amplio litoral marítimo brasileño remite indefectiblemente a cocos frescos que sacian la sed, a playas desprejuiciadas y aguas cálidas cuanto más al norte se vaya; a noches de ronda en bares y discos, y hasta en balnearios con los pies en la arena bailando hasta el amanecer con una caipirinha en la mano. En sus 7.500 km de costa, siempre habrá un sitio para satisfacer las fantasías de los viajeros: desde grupos de amigos hasta familias con niños pequeños, una incalculable oferta de diversión que comparte el lema de "vacaciones con certificado de verdaderas vacaciones".

Natura prodigiosa, ha sido benévola con Brasil y, por suerte, los conquistadores de lugares para pasarla bien cada vez tienen más conectividad para arribar a los diversos destinos que ofrece el país de la alegría. De hecho según Embratur, la agencia oficial de turismo del vecino país, arriesga números y dice que en la temporada 2017-18 llegarán más de 2.600.000 argentinos.

¿A dónde ir?

Partamos de los clásicos. El Estado sureño de Santa Catarina, el más cercano a nuestro país, recibe a mendocinos vía terrestre o aérea. Los paquetes rondan, los primeros, unos $ 16.700 por 15 días con alojamiento y desayuno; los segundos $ 17.000, por 7 días en posadas con desayuno. Tanto para Camboriú como Florianópolis.

Pero vamos por partes, Camboriú es la ciudad que primero se instaló en los sueños argentos, y tiene mucho para dar: desde el Teleférico que hace volar sobre el mar, pasando por el parque temático Beto Carrero World, paseos comerciales, una peatonal siempre activa y muy buenos precios. Se puede hacer base allí y deambular por las playas de localidades vecinas.

Florianópolis por su parte, cuenta con 46 islas y más de 100 playas; el puente colgante Hercílio Luz, es el señalador y la vía de ingreso a muchas de ellas. Las preferidas de los argentinos: Ingleses, Praia Brava, Santinho, Barra da Lagoa, Mole, Joaquina, Campeche, Morro das Pedras, Matadeiro.

Aéreos desde Mendoza a Floripa: desde U$S 500. Paquetes terrestres desde $ 16.800, con aéreos desde    U$S 1.290.

Buzios también se halla entre las que eligen los coterráneos. Es que la bella aldea de pescadores con sus 23 playas dan alternativas para pasarla bien con mucha, poca o nada de gente. En lanchas o barcos piratas aguas prístinas invitan al chapuzón. Cada atardecer, Rua das Pedras se enciende y con ella los pubs, discos y las opciones gastronómicas que no dejan a nadie con las ganas. Paquetes: 7 noches con desayuno, aéreos, traslados y paseos en barco, desde U$S 1.460.

Río de Janeiro es la imagen y la vivencia perfecta de lo que es Brasil: sus playas, las garotas y garotos desplegando sus atractivos al sol, las largas caminatas por la Av. Atlántica, siempre un paseo en funicular hacia el Cristo del cerro Corcovado y otro hacia el Pan de Azúcar. Pero las opciones no se agotan porque cada uno de sus sectores frente al mar tiene su propio público y cotidianidad, para familias, para deportistas, para gays, para fiestas, aunque lo que realmente maravilla es la diversidad en cada uno, y eso de hacer y ser, sin que nadie se horrorice. Río, paquete 7 noches, aéreo, traslados, alojamiento, asistencia al viajero,  desde U$S 1.250. Año Nuevo y Carnaval se duplica el precio.

Ojos al Nordeste

En el casi inabarcable Nordeste los 187 kilómetros de playa del litoral del Estado de Pernambuco ofrecen una amplia gama de alternativas para disfrutar del Brasil más auténtico, del interior.

Recife es su capital, una ciudad de casi 2 millones de habitantes que da lugar a un mix de playas, paseos citadinos y un carnaval desopilante, claro también el acceso a sus balnearios vecinos.

Habrá carteles en las arenas frente a la urbe  que dicen: "Cuidado: zona de tiburones", pero verá las playas repletas y la gente en el agua; lo que se prohíbe es el surf.

Muy cerca a escasos 30  minutos se encuentra Reserva do Paiva, que es destino de playa muy nuevo con hotelería 5 estrellas y crecen barrios privados muy pitucos. Agua cálida, transparente y soñada.

Porto de Galinhas se ubica a 60 kilómetros al sur del centro de Recife. Se trata de una villa de pescadores que, durante la colonia, era puerto de esclavos a los que llamaban "galinhas", pero en la actualidad las aves, las gallinas, ocupan cada recinto con alegría y una dosis de fantasía en esculturas, murales, y todo tipo de souvenires. Esto es resignificar algo negativo en un lugar inclusivo y divertido. Allí, más de 18 km de playas de arenas claras y aguas esmeralda, alejadas de cemento y ruido.

Su pequeño centro, colorido, con posadas y hotelería de nivel, más excelente gastronomía, quizá distrae al viajero, pero nadie deja de descubrir lo que esta aldea de pescadores esconde. La mejor playa de todo Brasil, según expertos, es que su barrera coralina la hace única, con piscinas naturales que se forman entre un oleaje de chiste, donde se nada y se disfruta como niños, con peces de colores y todo. Es imprescindible entonces subirse a una jangada para, en no más de 100 metros, encontrar islitas de coral para caminar, eso si se pisa lo oscuro, ya que lo de color rosa indica que el coral está vivo, no se puede tocar. Allí un guía explica la diversidad de la zona y luego nuevamente a las embarcaciones para en minutos lanzarse a las piscinas con snorkel, todo un placer.

Entre las excursiones para realizar está la paya de Maracaípe, a sólo 15 minutos del centro, que suele combinarse con el río del mismo nombre, que da la posibilidad de encontrarse cara a cara con caballitos de mar. Tras un recorrido por las marrones aguas hasta las costas con exuberante vegetación, en las que  esa particular especie busca en los manglares el sitio para desovar. El guía salta de la jandeira y busca algunos ejemplares sin hacerles daño, luego los devuelve al exacto lugar donde los halló.

Otra excursión más cultural es hacia Olinda,  un legado del Brasil de la colonia. Elegida por la Unesco en 1982 como Patrimonio Cultural de la Humanidad, su casco histórico está sellado como la conquista por la cruz y la fe. Así hay iglesias por doquier, bellas ellas, que datan del siglo XVI. Entre calles empedradas, veredas asimétricas, los niños juegan bajo el penetrante calor, las casas de souvenirs siempre abiertas y esos balcones que algunos hablan de Portugal y otros de Holanda, pues la zona tuvo esa autoridad entre 1630 y 1654. Hay que llegar al "Paco do Frevo" que sería el museo del frevo y animarse a bailarlo; es que se trata de la típica danza pernambucana. Su historia está presente en el carnaval; se basa en la fusión de géneros como la marcha, el tango brasileño, la contradanza, la polca y piezas de música clásica. Lo genial es que allí ensaya la banda y tener la oportunidad de oírla es un placer. Además los bailarines con sus paraguas, otrora armas, se divierten a los saltos con claros movimientos de capoeira. Se requiere destreza de brazos y piernas, pero también delicadeza de la danza. Si le es posible pasar un carnaval por allí, no lo dude.

Porto de Galinhas, 7 noches, aéreo, traslados, alojamiento, asistencia al viajero,  desde $ 2.100, all inclusive.

Arte desde el fondo del mar

El arte en Porto de Galinhas es relevante, hasta los recursos naturales del fondo del mar son transformados en obras maestras, transmitiendo un mensaje positivo a sus visitantes. El artista plástico, Romero Marques, practica pesca submarina y apnea desde los 9 años. Fue allí cuando creó una íntima conexión con el universo que hoy expone en sus trabajos. Sus obras y piezas de artesanía son confeccionadas por materia prima de los descartes de la fabricación de tablas de surf, de las capachas y fibras de los cocoteros, entre otros residuos extraídos del mar. Además de un taller propio en la región de Maracaípe, Marques todavía tiene su representación en Saphira & Ventura Art Gallery, en Nueva York.

Al igual que el oriundo de Recife, Val Amorim transmite mensajes positivos e inspiradores en placas esparcidas por las calles, centros comerciales y en los menúes de los restaurantes locales. Mensajes como "La felicidad está en las pequeñas cosas", "No juegue sucio", "La gente cosecha lo que siembra" o "No tenemos Wi-Fi, aproveche el momento". Y confiesa "Lo que me inspira son las filosofías de vida, la naturaleza y el sentimiento genuino que viene de la simplicidad de quien reside en Porto". Las manos de estos habilidosos profesionales, un festival de colores y formas originales, hacen a la cultura de Porto de Galinhas una cultura única, muy parecida a una postal.

Bahía es capoeira

En los amaneceres de Bahía, como en las tardes, la capoeira se adueña de playas y plazas. Primero se percibe como danza, con claros movimientos de ataque y defensa en una destreza fabulosa de los bahianos. Si bien esta danza era antes parte de cultos africanos, cuando los esclavos arribaron a Brasil, la comenzaron a utilizar para defenderse de los apropiadores. Hay que observarlos en detalle; los jóvenes mueven las manos lentamente, sin parar, entonces el contrincante se concentra en ellas. Pero en verdad, es una maniobra de distracción, pues las verdaderas armas de defensa son los pies.

¿Por qué Bahía? Porque fue por este importante puerto, el de Salvador, por donde los esclavos ingresaban en tiempos de la colonia. De ahí su pelourinho, ese palo donde eran azotados hasta casi matarlos, que enrojeció de sangre el empedrado del barrio antiguo, precisamente llamado Pelourinho. Resulta que quienes lograban escapar de sus crueles dueños, se refugiaban en los  arbustos o "capoeiras" de un metro y medio de alto.

Allí, esperaban por aquellos que los buscaban para matarlos por rebeldes, y con sus movimientos de brazos y piernas se defendían. Pronto la gente del pueblo comenzó a murmurar "cuidado con la capoeira que mata".

Mucho más para vacacionar

En el estado de Bahía, Porto Seguro y Salvador son dos importantes receptores turísticos, con un gran repertorio de  playas cercanas. Porto Seguro -con la cercana Arraial D'Ajuda- y los resorts all inclusive del Litoral Norte como Praia do Forte, Costa do Sauipe, Imbassaí y Guarajuba, a unos 70 km del aeropuerto de Salvado, son muy tentadores. Los precios: en Costa do Sauipe Resorts, 7 noches all inclusive en Family Plan (2 menores compartiendo habitación), aéreos, traslados y asistencia, $ 27.170 cada uno. El mismo régimen en Porto Seguro, $ 26.680.

En el Nordeste del país, de Maceió y Porto de Galinhas a Natal -combinando con Pipa- y Fortaleza, los vuelos más largos compensan con el buen clima asegurado. Un paquete de 7 noches con desayuno en Natal, aéreos, traslados y asistencia, $ 19.420 para febrero.

Fortaleza, all inclusive, paquete 7 noches, aéreo, traslados, alojamiento, asistencia al viajero, impuestos U$S 1.950. Natal, media pensión U$S 1.590. Porto Seguro, U$S 1.700 all inclusive. Maceió, U$S 2.300, all inclusive. Praia do Forte U$S 1.950 all inclusive.

Porto Seguro

¡Axé!, el mejor saludo o bienvenida, que indica una palmada de buena onda, es la clásica forma de saludar en Porto Seguro.

Esta es la Costa do Descubrimiento, en el Estado de Bahía, con casas bajas de tejas herrumbradas de tanto aire marino y todo cuanto hay acosado por el verde desafiante. Nada de altos edificios o autopistas llenas de coches: aquí la onda en lo edilicio como en la idiosincrasia es lo tranquilo, relajado, desestructurado del bahiano, ese que “para suicidarse se ata una cuerda al cuello y luego planta un cocotero y espera que crezca”, bromean los nativos.

Poco más de 160 mil habitantes y una  infraestructura necesaria para vacacionar con lujos o sin ellos, como prefiera. A esta zona llegó hacia 1500 el conquistador portugués Pedro Álvarez Cabral por ello la llaman Costa del Descubrimiento, en más de 300 km de playas alberga a 6 ciudades turísticas, como Santo Andre, Santa Cruz Calabria, Trancoso o Arrabal D' Ajuda de las cuales Porto Seguro es la puerta de entrada.

El agua de coco reconforta en el centro del pequeño casco histórico en el que reina la iglesia levantada en Honor a Nuestra Señora da Pena, erigida en 1772, y la de San Francisco de Asís que data del siglo XVI, con pisos entablonados y los mármoles intactos traídos del Viejo Continente. A un lado del edificio (hacia la derecha) se erige la antigua cárcel, unos metros hacia adelante el museo de Porto Seguro y al frente con la mediación del Marco del descubrimiento -una piedra que marcaba la posesión de Portugal- el océano. Una callejuela abierta lleva hacia la primera iglesia levantada en el país, la de la Misericordia, data de 1523 y hoy alberga al Museo de Arte Sacro. Al final de la calle algunas tiendas de productos típicos y una encantadora mulata vestida con el característico blanco y el turbante bahiano prepara acarajé.

Se trata de una masa de porotos que se rellena con choclo, chauchas, camarones, se fríe y luego se acompaña con una salsa picante. Los escaparates repletos de típicas producciones como las cocadas con leche, con caramelo, los ajíes picantes, las castañas de cajú, los chocolates con castañas elaborados con el cacao recién molido que también puede adquirirse en el lugar son los souvenirs más preciados.

Hacia la derecha del templo principal aparece el  primer caserío de Porto Seguro. Un puñado de viviendas austeras, de vivos colores, que por aquellos tiempos por temas de seguridad sólo tenían una puerta y una ventana, hoy son habitadas por comercios de arte y artesanías. Al final, casi descolgado de toda cuadrícula, está la iglesia de San Benedicto. Es a la que asistían los negros en épocas coloniales ya que no podían compartir la casa de Dios con los blancos. Está sobre un morro, desde el cual se obtiene una panorámica amplia del mar.

Merece un paseo la Pasarela del Alcohol, una pintoresca callecita frente al río Buranhém con multicolores casitas que dan sitial a bares, restaurantes y tiendas de artesanías que con el crepúsculo reflejan el candor y el sabor de Bahía. La callejuela es desde hace siglos punto de reunión por su ubicación y sus barcitos -de allí su nombre- y en la actualidad perpetúa el ritual propiciando alegres momentos en los que no falta la comida típica, la cerveza y la caipirinha. Luego, un paso por alguna de las fiestas de la playa en las llamadas barracas, que son paradores que durante el día brillan al sol y en las noches no dejan quieto a nadie.

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