Israel, ¿hacia dónde?

En los últimos tiempos, altos funcionarios norteamericanos -conforme a instrucciones precisas del presidente Joe Biden- han emitido por diversos medios y tonos una viva inquietud por la peregrina conducta de Netanyahu, que está poniendo en crisis el tradicional pluralismo de la democracia israelí.

Gentileza: El País
Gentileza: El País

El título de esta nota es la pregunta que hoy abruma no sólo a los miles de ciudadanos que al menos una vez a la semana colman las calles y los puentes en ciudades y caminos de Israel. Un bullicio espectáculo sin precedente que para algunos anuncia el arranque de nuevos tiempos que serán guiados por Jehová y por sus afiebrados creyentes y para otros – una diversificada e inquieta mayoría – el colapso de la democracia que acertó a sobrevivir y fortalecerse a pesar de múltiples conflictos militares en diversos ámbitos del Medio Oriente.

Después de cinco certámenes electorales que desnudaron las indecisiones del electorado israelí, el hoy Primer ministro Benjamín Netanyahu compuso una coalición gubernamental animada por tres propósitos: imponer inclinaciones nacional-religiosas en una sociedad que conoció hasta aquí una amplia pluralidad de prácticas y creencias, establecer el dominio judío en las zonas palestinas conocidas como Judea y Samaria, y, en fin, desarticular a la Suprema Corte de Justicia con el fin de que tanto el hoy Primer ministro Benjamín Netanyahu como su fiel servidor Arieh Deri se vean eximidos de cualquier sanción por delitos que habrían cometido.

Tres inclinaciones que tropiezan con multitudinarias protestas en todas las ciudades y puentes del país.

Incluye a conspicuas figuras celebradas por su acertada defensa del país en tiempos de violenta incertidumbre militar, al personal académico internacionalmente reconocido por su calidad intelectual que hasta aquí le hizo merecedor de 5 Premios Nobel, y a la amplia masa ciudadana que con banderas y con palabras adhiere a estas justas protestas.

Masivas manifestaciones que cuentan con el apoyo –obligatoriamente mesurado– del presidente israelí Isaac Herzog y de notables líderes políticos y empresariales que abiertamente manifiestan su inquietud por circunstancias que amenazan la libertad en el país.

Conjunto de circunstancias que apenas inquieta a la presente coalición gubernamental. Al contrario, desde su victoria electoral, el último 1 de diciembre, Benjamín Netanyahu armó una coalición gubernamental animada por tres objetivos.

El primero: alejar a los actuales componentes de la Suprema Corte de Justicia con el propósito de que sus futuros componentes sean designados por parlamentarios miembros de la mayoría dominante, actitud que implica el colapso del necesario equilibrio entre poderes.

Después: designar a un ministro nacional-religioso encargado de los servicios policiales en el país que tendría por principal tarea contener hasta suprimir las expresiones de la minoría árabe en Jerusalén oriental y controlar actos latentes o efectivos de violencia por parte de la ciudadanía israelí.

En fin: nombrar al actual ministro de Finanzas –un representante de agrupaciones nacional-religiosas que habitan regiones en la franja occidental conquistadas en la Guerra de los Seis Días– encargado de Judea y Samaria al lado de las fuerzas militares que hasta aquí habían tenido excluyente control de estas zonas.

Medidas que apenas admiten explicación si se recuerda que la sensatez y el equilibrio han caracterizado las múltiples coaliciones levantadas por Netanyahu desde su temprano ascenso a la política del país.

Cabe agregar que representantes del partido Likud que encabeza apenas se han atrevido a formular tímidas objeciones a esta actitud.

Por el contrario, en las últimas semanas los esposos Netanyahu se han permitido viajes financiados por el erario público a países como Francia e Italia sin razón oficial alguna. Actitud arbitraria y costosa que alienta y multiplica las protestas públicas, protestas a las cuales han adherido en tiempos recientes el personal militar- en particular, aviadores- que habitualmente son llamados a neutralizar los envío se armas iraníes a países vecinos.

Considerando este escenario no debe sorprender que altos funcionarios norteamericanos –conforme a instrucciones precisas del presidente Joe Biden– han emitido por diversos medios y tonos una viva inquietud por la peregrina conducta de Netanyahu.

Sus viajes a Paris y a Roma apenas admiten explicación cuando tensiones sustantivas sacuden al país.

* El autor es analista político y es un prospectivista argentino residente en Jerusalén experto en temas de Medio Oriente.

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